En la muerte de Edouard Roditi
Edouard Roditi, nacido en Par¨ªs en 1910, era uno de los mejores ejemplos de este jud¨ªo brillante y cosmopolita que ha suscitado siempre el odio de los antisemitas de todo pelaje, desde Maurras y Drieu de la Rochelle a Hitler y Stalin. Poeta, narrador, traductor, ensayista, autor en tres idiomas -franc¨¦s, ingl¨¦s y alem¨¢n- y conocedor de otros tantos -entre ellos el ladino, en el que, como Canetti, aprendi¨® a expresarse durante su infancia en los barrios hebreos de Sal¨®nica y Estambul-, su obra, varia, rica, dispersa, sorprende al lector por el vast¨ªsimo campo de su cultura y curiosidad. En un n¨²mero reciente de la revista Europe, una antolog¨ªa, ensayos y traducciones de Hermann Broch, mostraba hasta qu¨¦ punto este hijo de Sefarad se hab¨ªa apropiado y asimilado la cultura de la Mitteleuropa. Amigo de Gide y de Musil, de Hanna Arendt, altern¨®, despu¨¦s de la II Guerra Mundial, sus cursos universitarios en Estados Unidos con largas estancias en T¨¢nger, en donde pas¨® a formar parte del n¨²cleo de escritores de Bowles.Le conoc¨ª en diciembre de 1990, cuando se present¨® en el caf¨¦ Matich, en la plaza de Xema¨¢ el Fna, fresco, juvenil y despierto a pesar de sus a?os. Eran los d¨ªas cercanos a la carnicer¨ªa del Golfo y Roditi sent¨ªa la inminencia del desastre con la melancol¨ªa de su larga experiencia de guerra y pogromos. Me confi¨® el manuscrito, traducido al castellano, de sus bellas Eleg¨ªas hebraicas y requiri¨® mi ayuda para encontrarle editor en Espa?a. Tras varias gestiones di con uno, pero el plazo de publicaci¨®n propuesto -tres a?os- le sugiri¨® simplemente el comentario: "Es l¨¢stima. No lo llegar¨¦ a ver". Durante varios d¨ªas fue un asiduo del caf¨¦, en donde aparec¨ªa con un amigo marroqu¨ª y desgranaba para m¨ª sus an¨¦cdotas, a veces sabrosas, sobre Garc¨ªa Lorca, Paul y Jane Bowles, Truman Capote, etc¨¦tera. Me anunci¨¦ que volver¨ªa a Marraquech el invierno siguiente, pero, en una carta fechada meses despu¨¦s, enviada desde un sanatorio franc¨¦s de provincias, me comunicaba que su salud precaria le impedir¨ªa viajar en adelante. Hab¨ªa le¨ªdo en ingl¨¦s mi texto sobre La ciudad de los muertos y quer¨ªa dedicarme dos poemas. Es lo ¨²ltimo que supe de ¨¦l antes de enterarme hoy de su fallecimiento tan simb¨®lico en Algeciras: el punto extremo de la Pen¨ªnsula de donde fueron expulsados sus antepasados junto al Marruecos que siempre le fascin¨®.
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