Madrid no tiene ninguna unidad para los 2.000 j¨®venes que padecen anorexia
Rosa tiene 31 a?os, mide 1,57 metros y pesa 27 kilos. Fernando, con 19 a?os, mide 1,55 y pesa 31 kilos. Raquel, de 18 a?os, es algo m¨¢s alta, pero s¨®lo pesa un kilo m¨¢s. Los tres decidieron un d¨ªa adelgazar. Les movi¨® un desenga?o amoroso, una cuesti¨®n est¨¦tica y el miedo a crecer. Ahora est¨¢n gravemente enfermos; padecen anorexia nerviosa, como otros 2.000 j¨®venes madrile?os. Para ellos no hay en toda la regi¨®n una sola unidad especializada.
Esta enfermedad requiere un tratamiento prolongado y complejo y, por tanto, necesita una infraestructura que los hospitales, desbordados por la demanda asistencial, rara vez pueden proporcionar.Hasta mayo de 1991, el equipo que encabezaba el doctor Gonzalo Morand¨¦, en el hospital de la Cruz Roja -integrado por psiquiatras, psic¨®logos, enfermeras y pediatras-, era el ¨²nico especializado en anorexias. El desmantelamiento del centro y el traspaso de las unidades al hospital de Getafe han supuesto, seg¨²n los afectados, la interrupci¨®n del tratamiento de muchos pacientes, algunos de los cuales vienen de otras comunidades aut¨®nomas.
En la Comunidad de Madrid, 1.700 chicas y 165 Chicos entre 12 y 19 a?os padecen anorexia nerviosa. Otros 9.000 tienen trastornos alimentarios incompletos. Los estudios de poblaci¨®n escolar muestran, adem¨¢s, que un 48% de las j¨®venes y un 7% de los varones piensan que deben adelgazar. Un porcentaje similar hace alg¨²n tipo de dieta. Una minor¨ªa enfermar¨¢.
Las nuevas exigencias est¨¦ticas de las sociedades occidentales, que desprecian la obesidad y asocian la delgadez al ¨¦xito social, martillean las conciencias de los adolescentes. Las consecuencias son palpables. "En los a?os setenta, los casos de anorexia nerviosa nos llegaban con cuentagotas", recuerda Morand¨¦. Ahora recibe en su consulta tres nuevos casos cada 15 d¨ªas, de edades cada vez m¨¢s tempranas y de todos los estratos sociales.
El riesgo de las ni?as
Los que ahora padecen anorexia nerviosa empezaron por dejar de comer ciertos alimentos, por pesar las cantidades, por hacer mucho ejercicio. A veces vomitaban lo que com¨ªan. Lleg¨® un momento en que pod¨ªan contarse las costillas; en sus pantalones cab¨ªan tres como ellos. Se encontraban mejor. Por eso las injerencias familiares les molestaban tanto.
Un d¨ªa un psiquiatra les habl¨® de una enfermedad, llamada anorexia nerviosa, definida en los libros como "una grave alteraci¨®n de la conducta alimentaria provocada por un miedo intenso a la obesidad y una alteraci¨®n de la imagen". Pero ellos no se lo cre¨ªan: estaban perfectamente.
"El mayor grupo de riesgo, lo forman las ni?as entre los 12 y 14 a?os, un poquito gorditas -que no obesas-, buenas alumnas, muy perfeccionistas e hiperactivas, que han bajado algo en su rendimiento o que se han quedado atr¨¢s en el coqueteo. Se hacen m¨¢s sensibles a alguna f¨®rmula para mejorar", explica el doctor Morand¨¦, psiquiatra infantil de 46 a?os especializado en trastornos de la alimentaci¨®n. "En general provienen de familias cohesionadas, seguidoras de normas externas, con grandes expectativas puestas en la hija".
La anorexia no es una enfermedad liviana. Hasta hace poco tiempo, la tasa de mortalidad se situaba en un 15%. Actualmente, el porcentaje se ha rebajado a un 3%. No obstante, en una tercera parte de los casos la enfermedad se hace cr¨®nica. La curaci¨®n depende de una intervenci¨®n m¨¦dica adecuada. El proceso es largo y penoso. Una persona suele tardar, por lo menos, cuatro a?os en recuperarse.
"Se trabaja con el paciente y con la familia",explica Morand¨¦. "En una primera etapa son frecuentes las hospitalizaciones durante uno a tres meses, para lograr una m¨ªnima recuperaci¨®n fisica, que se combina con tratamiento psicoterape¨²tico. Suele haber reca¨ªdas. Al cabo de uno o dos a?os, empieza a reconocer su malestar. Hay pacientes que a los dos a?os est¨¢n bien, y entonces e pasa a una etapa de seguimiento".
Muchas familias y enfermos han atravesado un aut¨¦ntico calvario, dando tumbos de consulta en consulta, perdiendo un tiempo precioso. "Todos hemos pasado por consultas privadas de psiquiatras que no sab¨ªan manejar la enfermedad y que se han portado como piratas", explica Miguel ?ngel.
En otros casos, los enfermos han sido ingresados en los servicios de psiquiatr¨ªa de los grandes hospitales. A veces todo ha ido bien. En otras ocasiones, los recuerdos son dantescos. "Cuando cerr¨® la Cruz Roja, la siguiente vez que me ingresaron fue en otro hospital", cuenta Rosa, que es enfermera. "Aquello era una c¨¢rcel. Pasillos y rejas, todo tipo de enfermos dando gritos. S¨¦ que no somos enfermos sencillos, que nos portamos en contra nuestra, pero el trato fue horrible. El d¨ªa de Navidad me ataron a la cama porque se estrope¨® la sonda que me alimentaba y creyeron que hab¨ªa sido yo".
Con el desmantelamiento de la unidad de la Cruz Roja han vuelto las pesadillas. "Nos prometieron que nuestros hijos ser¨ªan atendidos en Getafe", explica un padre. "Pero all¨ª no hay medios suficientes".
Los padres, que se han constituido en una asociaci¨®n (Adaner), creen necesaria la creaci¨®n de una unidad m¨¦dica especializada, como las hay en Barcelona o Navarra.
"Mam¨¢, ?el suero engorda?"
Sobre Rosa, la enfermera, pesa un duro diagn¨®stico: de seguir as¨ª, no vivir¨¢ m¨¢s de 10 a?os. "Intento salir del cerco, pero es muy dif¨ªcil, porque tenemos una imagen desfigurada de nosotros mismos. Ahora peso 27 kilos y, sin embargo, la idea de ganar 100 gramos me horroriza".Los anor¨¦xicos, dice Rosa, no se creen enfermos. Consideran que han escogido este tipo de vida. Eso le sucede a Silvia, de 14 a?os. Lleva hospitalizada casi dos meses. El d¨ªa de la entrevista estaba de un humor de perros. Acababa de merendar contra su voluntad. "Todo el mundo quiere ayudarme, pero no s¨¦ a qu¨¦. S¨®lo quiero que me dejen en paz".
"Sufres con cada calor¨ªa que entra en tu cuerpo", explica Luisa, que al verse m¨¢s delgada sent¨ªa que la gente la apreciaba m¨¢s. Cuando hospitalizaron a Berta, a punto de morir, pregunt¨® a su madre: "?El suero engorda". "La anorexia es como una locura parcial que hace olvidar todo lo dem¨¢s", dice Morand¨¦.
La vida de la familia se transforma por completo. Los padres ven c¨®mo sus hijos, estudiosos y activos, se transforman en unos seres ariscos y mani¨¢ticos: comen poco, secan el aceite, esconden los trozos de chuleta con inusual maestr¨ªa, se lavan las manos continuamente, escupen la saliva y no paran de hacer ejercicio.
A los problemas f¨ªsicos m¨¢s patentes (p¨¦rdida de cabello, escaras, ausencia de menstruaci¨®n) se unen los desajustes emocionales. "Todos hemos pasado por amenazas o intentos de suicidio", explica Carmen, madre de Berta. "Te manipulan emotivamente. Hablan poco, llegan tarde a la mesa, no se asean. Vives en una continua provocaci¨®n".
"Para la familia es traum¨¢tico. Al principio se crea una sensaci¨®n de culpabilidad. Te preguntas en qu¨¦ te has equivocado con tu hija", comenta Luisa, profesora de instituto y madre de una anor¨¦xica de 14 a?os.
"La gente cree que es pura cabezoner¨ªa", comenta Ana, estudiante de COU. "No se dan cuenta de que estamos enf¨¦rmos".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.