EI invasor inv¨¢dido
Estados Unidos es la naci¨®n que ha protagonizado m¨¢s invasiones en la historia de la humanidad. En su ¨¢ro To serve the dev¨ªl (Vintage Books, Nue va York, 1971), los norteamericanos Paul Jacobs y Saul Landau contabilizaron 169 invasiones o intervenciones (la mitad corresponde a pa¨ªses latinoamericanos) efectuadas por Estados Unidos entre 1798 y 1945. Ni sumando las protagonizadas por Alejandro Magno, Gengis Jan, Cort¨¦s, Pizarro, Hitier y Stalin es posible igualar esa marca digna de? Guinness.Es obvio que despu¨¦s de 1945 las invasiones continuaron (Vietnam, Rep¨²blica Dominicana, Granada, Panam¨¢, etc¨¦tera). Frecuentemente, la operaci¨®n depredadora se ampar¨® en un lema impl¨ªcito: invadir para no ser invadidos. Esa simulada paranoia lleg¨® al extremo de producir una pel¨ªcul¨¢ en la que Estados Unidos era invadido ?por los sandinistas! (Lo cierto es que entre 1885 y 1926, no en la pantalla, sino en la realidad, Nicaragua fue invadida cuatro veces por los marines norteamericanos).
Por supuesto, las invasiones de los c¨¦lebres maflnes siempre han tenido como objetivo favorito el Tercer Mundo. Lo sorprendente es que hasta ahora los norteamericanos no advirtieran que albergaban, dentro de sus fronteras, a m¨¢s de 70 millones de tercermundistas. Los recientes episodios de Los ?ngeles les han suministrado, de modo contundente, esa in formaci¨®n. Y aunque la violencia desatada en la segunda ciudad de, Estados Unidos haya provocado medio centenar de muertos y una importante destrucci¨®n de inmuebles y bienes materiales, toda esa cat¨¢strofe no es de ning¨²n modo comparable con la perpetrada en Panam¨¢, donde, para apoderarse de un solo hombre que les molestaba (el general Noriega, connotado servitore di due padroni), las tropas norteamericanas provocaron m¨¢s de 2.000 muertes y la destrucci¨®n total de barriadas populares (las zonas, residenciales quedaron intactas).
As¨ª pues, de buenas a primeras, el c¨¦lebre weffare state o Estado del bienestar se dio de narices con el Estado del malestar, una patolog¨ªa que parec¨ªa propia del Tercer Mundo. La sociedad blanca, que desde el parvulario fue aleccionada para la soberbia y la autosatisfacci¨®n, y sobre todo para ver la paja en el ojo ajeno, se encontr¨® de pronto con la viga en el propio.
Es claro que hubo un pel¨ªn de mala suerte, ya que palizas como la propinada al joven negro Rodney King por una tropilla de polic¨ªas blancos deben ser una calistenia poco menos que cotidiana en un medio que practica una variante m¨¢s hip¨®crita, aunque menos espectacu lar, del apariheid. La diferencia entre esta tunda y lag de siempre reside en que la sufrida por King fue filmada directamente por un providencial aficionado y que esas im¨¢genes recorrieron el mundo. Por eso mismo, el hecho de que un jurado, del que no form¨® parte ni un solo negro, absolviera al colectivo de agresores tuvo una repercusi¨®n ins¨®lita. El mundo entero se sinti¨® agredido y, lo que es m¨¢s relevante, exhum¨¦ la n¨®mina de antiguos ultrajes.
Seguramente, de no haber existido el v¨ªdeo acusador, y aunque el fallo del jurado hubiera sido el mismo, la poblaci¨®n negra (ayudada por la hispana) de Los ?ngeles no se habr¨ªa atrevido a volcar en las calles, de un modo tan espont¨¢neo, violento y ca¨®tico, sus antiguos y justificados rencores. Es probable que los. negros hayan intuido que la difusi¨®n mundial del incidente los proteg¨ªa y hasta pod¨ªa llegar a justificarlos. El fallo judicial se convert¨ªa as¨ª en una injusticia tan flagrante y ominosa que ni siquiera el presidente Bush ni el candidato Clinton se atrevieron a defender a los absueltos.
En ausencia de argumentos, .el presidente envi¨® tropas a la zona de la vindicta, al parecer las mismas (o semejantes) brigadag que no vacilaron en enterrar vivos en las arenas del desierto a miles de abatidos soldados iraqu¨ªes, sin que los acrisolados dem¨®cratas del mundo libre pusieran el grito en el cielo ante el profil¨¢ctico desenlace.
Frente a tal medida gubernamental, los desmanes se apagaron, al menos transitoriamente, y los veteranos del Golfo no tuvieron ocasi¨®n de enterrar vivo a nadie. Pero a partir de esas dos o tres noches de alucinaci¨®n y espanto, la poderosa naci¨®n ya no ser¨¢ la misma. Al menos se sabr¨¢ vulnerable, ya no debido a supuestas invasiones concebidas extramuros y protagonizadas por rusos (cuando eran sovi¨¦ticos) o sandinistas (cuando eran Gobierno); ahora les consta que las invasiones pueden generarse intramuros.
En pocas horas, la ciudad de Los ?ngeles ha sufrido dos invasiones: una, la de los negros turbulentos y col¨¦ricos; y otra, la de las tropas federales. Ojal¨¢ que este vuelco hist¨®rico signifique que Estados Unidos, tal vez un poco hastiado de estar siempre invadiendo a otros, haya decidido invadirse a s¨ª mismo. La verdad es que, de producirse esa formidable enmienda, el suspiro de alivio seria universal.
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