Excesos, caprichos y osad¨ªas
La joven primera dama paname?a concita el rechazo de todos los sectores del pa¨ªs
Tiene la joven, atrevida e indisciplinada primera dama de Panam¨¢, Ana Mae D¨ªaz de Endara, levantados en la m¨¢s absoluta indignaci¨®n a sus compatriotas, sean ricos o pobres, ind¨ªgenas, criollos, negros, mulatos o mestizos. Lo que se inici¨® hace casi dos a?os como el posible argumento de un futuro culebr¨®n, al casarse el entonces viudo presidente Guillermo Endara con una joven paname?a de ascendencia china y 31 a?os m¨¢s joven que ¨¦l, ha rebasado todas las fronteras del g¨¦nero y se ha convertido en opereta.
Ana Mae D¨ªaz, que ayer estren¨® sus flamantes 25 a?os, ha agotado ya la paciencia de los paname?os y, si desde el principio el rechazo lo era exclusivo de las clases acomodadas, que no tuvieron reparos en se?alarla con el dedo como una arribista social, son ahora los pobres de la ciudad de Col¨®n quienes la acaban de obsequiar, como regalo de cumplea?os, con un merecido t¨ªtulo de persona non grata. Pocos colectivos y gremios se salvan hoy d¨ªa en Panam¨¢ de los atrevidos y groseros insultos de la mujer del presidente Endara. "No quiero ser una mu?equita de lujo como el resto de las primeras damas centroamericanas", dijo recientemente. Y se busc¨® para siempre la enemistad de las esposas de los primeros mandatarios de la regi¨®n, que la esperan ya con las u?as largas en la pr¨®xima cumbre presidencial que se celebrar¨¢ en junio en Managua. "Que no se crean infalibles. Gozan de impunidad y tienen una gran desfachatez", dijo de los jueces de su pa¨ªs. Y puso en estado de guerra a toda la magistratura de la naci¨®n, que exigi¨® la apertura de diligencias contra tan osado ataque. La prudente intervenci¨®n del procurador general de la naci¨®n, Rogelio Cruz, consigui¨® que todo se quedara en palabras, pese a que Ana Mae, sin ceder un ¨¢pice en sus acusaciones, convoc¨® a 200 de sus seguidores en las escalinatas del edificio de la fiscal¨ªa para que corearan sus mismas palabras. "No estoy sola", dijo, rodeada de aduladores.
Los m¨¦dicos tampoco se han salvado. Una investigaci¨®n sanitaria en el negocio de salsa china de su madre, Carolina Ang¨¦lica Chen de D¨ªaz, cuyos productos llevan el nombre de Ana Mae, descubri¨® falta de higiene en la manipulaci¨®n de los alimentos. El encargado de la investigaci¨®n era un m¨¦dico, que fue fulminantemente destituido, pero por la boquita de la primera dama empezaron a salir toda clase de improperios y disparates hacia tan noble profesi¨®n, lo que amotin¨® al gremio de salubridad p¨²blica.
Cambios en el Gabinete
Los ministros de su marido, imperturbable defensor de todo cuanto dice su joven esposa, se quedaron at¨®nitos cuando, tambi¨¦n por boca de Ana Mae, escucharon estupefactos: "Tienen tres meses para demostrar su trabajo. De lo contrario, habr¨¢ cambios en el Gabinete". Lo mismo ocurri¨® recientemente en la norte?a ciudad de Col¨®n cuando, en medio de un estallido social motivado por el fuerte desempleo en la zona, polic¨ªas y manifestantes se enzarzaron a golpes. Hubo toque de queda, pero tambi¨¦n una feliz resoluci¨®n al pactar una tregua polic¨ªas e insurgentes. Ana Mae, en medio del proceso de arreglo, estuvo a punto de levantar no s¨®lo a Col¨®n, sino a todo el pa¨ªs. "La polic¨ªa deb¨ªa haber disparado contra esos grupejos", sentenci¨® ante el horror de quienes la escuchaban. Hoy es persona non grata en la zona que aglutina m¨¢s pobreza en el pa¨ªs. La Iglesia tambi¨¦n ha salido malparada. El sacerdote Nicol¨¢s Delgado, caudillo de los negros desheredados de Col¨®n, fue desprovisto por Ana Mae, estudiante de tercero de Derecho, de su condici¨®n de eclesi¨¢stico cuando, a trav¨¦s de unas declaraciones a la televisi¨®n nacional, le dijo con toda nitidez: "?se ni es padre ni es nada. Es un tipejo". El obispo de Col¨®n, el espa?ol Carlos Mar¨ªa Ariz, tuvo que salir en defensa de su ministro, pero le devolvi¨® a la imnulsiva primera dama sus palabras con resignada elegancia cristiana: "El padre Delgado ya la ha perdonado".
Las meteduras de pata de Ana Mae, consentidas ciegamente por un presidente de sonrisa bonachona que se confiesa en p¨²blico pasionalmente enamorado de su consorte -"es una ciudadana m¨¢s y puede decir lo que quiera", repite incesantemente Endara-, escapan de sus declaraciones p¨²blicas. Ella ha dicho que quiere ser presidenta del pa¨ªs -"si soy elegida por Dios para este menester", advierte-, pero parece que lo est¨¢ siendo ya sin tener que pasar por las urnas. Al menos eso es lo que considera el secretario general del Partido Revolucionario Democr¨¢tico (PRD, oposici¨®n), Ernesto P¨¦rez Balladares, quien le acaba de recriminar a Endara con estas palabras: "El primero que debe ponerse los pantalones es usted, se?or presidente, y no exponer a su joven se?ora a ser manipulada por las ambiciones pol¨ªticas".
El peri¨®dico local La Prensa le lanz¨® el pasado lunes una fuerte reprimenda a la joven y osada Ana Mae. Advert¨ªa: "Nuestra flamante primera dama, a quien algunos aceptan y muchos no soportan, no hace m¨¢s que servir de gran comediante a la prensa nacional e internacional. Sus manifestaciones y declaraciones p¨²blicas demuestran una gran falta de tacto y prudencia, por no decir inteligencia".
Caprichos
Los caprichos de la primera dama, a quien le gusta hacer morisquetas a los periodistas cuando acompa?a a su marido en las conferencias de prensa, completan esta opereta que vive hoy la presidencia paname?a. El capricho de Ana Mae por ser abanderada del ¨²ltimo desfile de carnaval, un espacio de honor reservado a la competitividad de hombres y mujeres con intereses en una mayor proyecci¨®n social, dej¨® a ¨¦stos desolados. Por decreto fue nombrada para tan folcl¨®rico acto y, sobre la silla de un corcel, escoltada por siete guardaespaldas, recorri¨® vestida de apache las principales avenidas de la ciudad. El fuerte calor tropical y el ajustado traje de una sola pieza confeccionado en cuero, con flecos incluidos, le jug¨® una mala pasada porque, entre saludos a una ciudadan¨ªa que con risas contemplaba el espect¨¢culo, se ve¨ªa obligada incesantemente a retirar con ambas manos el continuo sudor que emanaba de su frente, perdiendo en m¨¢s de una ocasi¨®n el equilibrio sobre la montura.
Cuando pas¨® ante la tribuna presidencial, Ana Mae, ya con el cuerpo m¨¢s r¨ªgido, vio a su esposo, Endara, flanqueado por su suegra y una cu?ada, y le dijo: "Hola, pichulo", cari?oso calificativo de acu?aci¨®n propia que emplea habitualmente en p¨²blico cuando se dirige a su consorte. ?ste, con una mano abierta hacia ella y la otra pegada al pecho, le devolvi¨® sonriente el saludo: "Adi¨®s, mi amor".
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