Una espl¨¦ndida Paganiniana
La ¨²ltima actuaci¨®n de la Sinf¨®nica de Filadelfia, dirigida por Muti, tampoco llen¨® el Auditorio, lo que resulta dif¨ªcil de entender. Es cierto que est¨¢n desfilando por Madrid, en oleadas, muy grandes orquestas mundiales, pero la de Filadelfia, como las de Chicago, Berl¨ªn o Viena, cuenta entre las primer¨ªsimas, y su maestro, Riccardo Muti, es valor muy cotizado en el mercado de la direcci¨®n. El programa era m¨¢s sugestivo que el del d¨ªa anterior. Se escuchaba por vez primera entre nosotros la espl¨¦ndida Paganiniana, de Alfredo Casella, una de las cabezas del Renacimiento musical italiano de nuestro siglo. La Paganiniana es un ejercicio virtuos¨ªstico a gran escala, y la Sinf¨®nica de Filadelfia lo abord¨® como un aut¨¦ntico Paganini de cien cabezas. Fue una exhibici¨®n espectacular.
Orquesta Sinf¨®nica de Filadelfia
Director: R. Muti. Obras de Casella, Copland y Shostakovich. Auditorio Nacional. Madrid, 18 de mayo.
Luego, Aaron Copland y su Primavera apalace. El sentido del color, las caracter¨ªsticas disposiciones orquestales -voces y t¨ªrnbres separados-, la firmeza r¨ªtmica y alguna breve escapada a lo popular nos dan un cuadro brillante y sugestivo de lo que muy bien puede denominarse nacionalismo estadounidense.
La fidelidad de Shostakovich
En la segunda parte volvi¨® a sonar la Quinta sinfon¨ªa de Shostakovich, escrita en 1937 como respuesta a las cr¨ªticas de formalismo recibidas por el compositor del aparato pol¨ªtico de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Sin embargo, me parece que, como otras veces, Shostakovich se limit¨® a un poco de literatura a?adida, a alguna concesi¨®n en ritmo de marcha y al triunfalismo del final. Por lo dem¨¢s, todo permanece fiel a las tendencias plurales del m¨²sico sovi¨¦tico, aun cuando la expresi¨®n no alcanza en la Quinta sinfon¨ªa los matices pesimistas y desolados que abundar¨¢n m¨¢s adelante. La ausencia de todo exceso conceptual por parte de Muti y la ejecuci¨®n admirable de los sinf¨®nicos americanos nos depararon una excelente versi¨®n, tan aplaudida que Muti hubo de conceder una propina: el Nocturno, amable y pucciniano, de Giuseppe Martucci. A muchos les extra?¨® el uso efectivo por Muti de la partitura, incluso en la breve p¨¢gina dada como regalo. Quiz¨¢ podr¨ªamos recordar la conocida respuesta de Ansermet cuando alguien se extra?¨® de verle dirigir a Beethoven con partitura: "No me estorba, s¨¦ leer m¨²sica".
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