Una alternativa

Muchas personas recuerdan a¨²n el estreno de La cocina, de Wesker: un impacto pol¨ªtico, o en el complejo de arte, palabra y pol¨ªtica en que se basaba la vida. La nostalgia, la sensaci¨®n de p¨¦rdida de valores y hasta de uno mismo no act¨²an en favor de esta nueva representaci¨®n, por mucho que se insiste en que no tiene nada que ver con aquello, que es una versi¨®n lib¨¦rrima, y que estamos en otros tiempos. Finalmente, el teatro es el teatro, y una pieza significativa deja no s¨®lo la huella de luz de su momento, sino que la lleva consigo bajo cualquier disfraz. No es malo el de Alonso de Santos: la lleva a sus terrenos, que son dos: uno, la tragicomedia, o el sainete dulciamargo, con su ternura y su bondad; otro, el de demostraci¨®n de la capacidad de los alumnos de la Escuela de Arte Dram¨¢tico para una representaci¨®n dif¨ªcil. Arnold Wesker era un socialista natural, por su clase, sus trabajos, fue cocinero; como Orwell, que dej¨® de esa experiencia una narraci¨®n igual de amarga, no ha dejado de militar nunca, y su ¨²ltimo intento, imposible, claro, fue la creaci¨®n de un teatro para las clases trabajadoras, con la colaboraci¨®n de los sindicatos. Multiplicados los personajes, si mi recuerdo no falla, tratado cada uno con su individualidad dentro del efecto colectivo, Jos¨¦ Luis Alonso de Santos da ocasi¨®n de mostrar que estos 21 alumnos,encajen entre s¨ª y tengan sus peque?os solos. Le funciona bien. Esta representaci¨®n les da el espaldarazo de lo profesional, y no lo digo como elogio ¨²nicamente: muchos de los viejos vicios del teatro est¨¢n cogidos por los chicos y las chicas. M¨¢s vale que se preparen, por lo menos, para el teatro posible, y no para uno imaginario, como suele ser el defecto de las escuelas.

Se muestra tambi¨¦n que las tremendas escenas de locura o caos, como se repite en el texto, en realidad, deb¨ªan ser de unritmo veloc¨ªsimo pero de relojer¨ªa, pueden hacerlas con sentido de grupo, de conjunto. No s¨¦ si la verdadera obra, su violencia, su acusaci¨®n, su denuncia de los poderes absolutos, la crueldad de la vida de la clase obrera, hubiera permitido a estos nuevos actores y actrices mostrar m¨¢s valores que la tendencia al chiste, el sainete o la comicidad.