Se alquilan familias por horas
Una compa?¨ªa japonesa proporciona parientes ficticios para remediar la soledad
"?Pap¨¢! ?Mam¨¢! ?No sab¨¦is cu¨¢nto os ech¨¢bamos de menos!". La joven Yoko se abraza a la pareja de ancianos con arrebatado entusiasmo y manifiesta tales muestras de contento que a una persona sin entra?as se le abrir¨ªan las carnes de emoci¨®n. "?Abuelito! ?Abuelita!", salta Eri. "?Padres!", se suma Masaaki. "?Hijos m¨ªos!", responden los ancianos. Todos felices gracias a los buenos oficios de una compa?¨ªa japonesa que alquila por horas hijos, nietos o esposas y proporciona armon¨ªa familiar a quienes la vida les ha sumido en la soledad o el hast¨ªo.
"No podemos atender toda la demanda", dice Satzuki Ooiwa, directora de la compa?¨ªa Sede de la Eficacia Japonesa, cuyas primeras funciones fueron la preparaci¨®n de empleados con buenas maneras y mano izquierda. "El dinero es secundario. Lo principal es aportar un poco de cari?o y comunicaci¨®n a las personas que lo necesitan". La hora de ternura ha sido fijada en 40.000 pesetas, pero la tarifa depende del parentesco solicitado y de los costes de puesta en escena. "Parece caro, pero es que se requiere tiempo para la preparaci¨®n". En una habitaci¨®n contigua a la salita de estar de la compa?¨ªa, ubicada en el barrio tokiota de Shinjuku, un grupo de empleados ensaya posibles situaciones, perfecciona arrumacos y atenciones y actualiza el inventario de achuchones y cumplidos. 'La mirada tiene que ser franca", recomiendan los instructores. "Y las carcajadas, naturales". Los alumnos estallan en risotadas que cortan en seco; bailan entre ellos y en un encerado resuelven silogismos sentimentales. Oiwa subraya que el aprendizaje lleva dos a?os "porque se trata de un tema delicado. Si los clientes no est¨¢n satisfechos no pagan. Hemos recibido 200 solicitudes de empleo, en su mayor parte motivadas por el salario, pero ¨²nicamente hemos aceptado a 12 personas".
Quienes requieren los servicios, generalmente matrimonios pr¨®ximos a los 70 a?os, colaboran en la recreaci¨®n del ambiente familitar y se expresan como si disfrutaran de una reuni¨®n con sus verdaderos hijos o nietos. "No me importa pagar 150.000 yenes (unas 130.000 pesetas) por tres horas. Un viaje al extranjero me cuesta mucho m¨¢s. Mis hijos no disponen de tiempo para m¨ª, porque viven lejos y tienen mucho trabajo. Mucha gente dir¨¢ que esto es un lujo, pero creo que me lo merezco. Me lo he pasado muy bien", declara en un v¨ªdeo uno de los abuelos. 'Tos cinco primeros minutos son los m¨¢s dif¨ªciles. En ese tiempo hay que romper el hielo", subraya Yoko Hirama, de profesi¨®n "sus labores" y benefactora de la tercera edad a tiempo parcial. 'Lo hacemos con el coraz¨®n. No me considero un actor", asegura.
Un representante de la Sede de la Eficacia Japonesa se entrevista antes con los clientes que solicitan un beb¨¦ al queacariciar, la hija que nunca tuvieron o simplemente un poco de calor humano. "Todos saben que es una ficci¨®n, pero esta misma ficci¨®n genera una comunicaci¨®n rica", agrega Ooiwa. Aprendido el gui¨®n, los actores se desplazan al domicilio indicado, en este caso una pareja de ancianos. "?Pap¨¢, qu¨¦ quimono tan bonito te han comprado!", saluda Yoko, de 28 a?os. "Eri, dale un beso al abuelito". "?Cu¨¢nto has crecido, bonita!", dice el anciano. "?Qu¨¦ tal el trabajo, Masaaki? A ver si nos visit¨¢is m¨¢s a menudo", agrega la abuela. "?Qu¨¦ tarta tan rica!", destacan todos. Despu¨¦s, se toman de la mano, cantan y r¨ªen. En la despedida, la anciana llora abrazada a los actores: "Me da mucha pena que os vay¨¢is. Otra vez nos quedamos solos".
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