Los mejores bailarines emigran a Occidente
Una antigua bailarina del Bolshoi comentaba as¨ª su esplendor en los tiempos dif¨ªciles del estalinismo: "En mi ¨¦poca no se pon¨ªan vidries en las zapatillas, sino micr¨®fonos en los camerinos". Durante d¨¦cadas, la vida interna del Bolshoi fue de terror, delaciones y al mismo tiempo, de grandes logros art¨ªsticos. En aquel politizado entorno se produjeron, a pesar, varias generaciones de artistas inolvidables, y nada pudo con su ancestral rigor sobre las tablas. La perestroika y la desaparici¨®n del Estado sovi¨¦tico precipitan una ca¨ªda en picado que parece no tener fin y afecta al propio edificio, entre andamios desde hace a?os.
En los pasillos y, salones del Bolshoi se pierden las bombillas y los arcos de viol¨ªn; no hay tul para los tut¨²s ni raso rosado para las zapatillas. En medio de aquel caos, el tel¨®n se levanta todos los d¨ªas y la magia del teatro se impone sobre una ruina que toca ya piernas y piedras. Muchos han optado por emigrar. Este tercer ¨¦xodo hist¨®rico de las figuras del ballet ruso, ya nada tiene de connotaciones pol¨ªticas. Los cisnes no vuelan hacia la libertad sino hacia la supervivencia. Las viejas rencillas de Maya Plisetskaia y VIadimir Vasiliev contra el aparato oficial por no tener libertad art¨ªstica, han quedado en un injusto olvido. Ahora es la ruina dentro del Gran Teatro, y los artistas lo miran desde fuera con tristeza.
El otrora representante de la ortodoxia marxista, Yuri Grigorovich, dictador y director en una sola pieza, pasea su alcoholismo entre los cortijanes purp¨²reos si no raidos, por lo menos deste?idos, agarr¨¢ndose al cairel para no caerse a la vez que funda compa?¨ªas privadas en Occidente. Un a?o atr¨¢s, una pancarta desplegada desde el gallinero le tildaba de asesino con ocasi¨®n del infarto que caus¨® la muerte de una de sus v¨ªctimas pol¨ªticas, el primer bailar¨ªn Maris Liepa. Hace apenas unas semanas mor¨ªan, todos con m¨¢s de 80 a?os, los tres Mijailovich: Asaff Messserer, el venerable maestro de la casa; Vajtlan Chabukiani, el virtuoso de los a?os 40 (que llev¨® a escena varios ballets de tema espa?ol, entre ellos Laurencia, basado en Fuenteovejuna) y Kostant¨ªn Serguelev, el core¨®grafo que siempre.ven¨ªa desde San Petersburgo a echar una mano. Parece un s¨ªmbolo: al hundirse el barco, los viejos capitanes no pueden soportarlo.
Galina Ul¨¢nova, la ¨²ltima leyenda viva con sus 82 animosos a?os, apenas pisa su aula dorada. Y los j¨®venes se han ido: Irek. Mujamedov a Londres; Andris, Liepa a Berl¨ªn o San Petersburgo; Ludmila Sernemaka a Roma y Nina Ananishvili baila un semana en Copenhague y otra en Par¨ªs. Ellos se ofertan por el mundo y Pisetskaia vive en Madrid. Cada vez que Maya habla, su l¨¢tigo y su lamento son para aquella casa a la que ama en la distancia. Los grandes artistas del Bolshoi buscan un hueco digno para su arte y siguen alarmados con las noticias tristes que llegan de Mosc¨².
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