El Club de Roma y la Cumbre de R¨ªo
Salvar la vida, es decir, asegurar ante todo la supervivencia y lograr para todos una vida digna y en plenitud, con una visi¨®n global y a largo plazo, es, en s¨ªntesis, la raz¨®n de ser ¨²ltima y principal del Club de Roma; de este pu?ado de hombres y mujeres de buena voluntad, de muy diversas profesiones y culturas, que tratamos de poner los estudios y la experiencia de una vida al servicio de las futuras generaciones, aunque sin descuidar nunca el presente. De ah¨ª que desarrollo y medio ambiente estuvieran en el centro de nuestras preocupaciones desde el inicio de nuestros trabajos. Sin embargo, desde entonces, cuando el Club de Roma acu?¨® la expresi¨®n de "problem¨¢tica mundial", la visi¨®n se ha vuelto cada vez m¨¢s compleja, ante un mundo cargado de desaf¨ªos y esperanzas, por cuyo futuro apostamos pese a todo cuanto nos preocupa de la realidad actual.El planeta, la biosfera toda, est¨¢ enfermo y, por tanto, la vida est¨¢ seriamente amenazada. Sin embargo, donde de verdad radica el mal es en el propio hombre, porque est¨¢ enfermo en su coraz¨®n y en su mente mientras no quiera ver en toda su dimensi¨®n real el da?o acumulado, especialmente a lo largo del siglo en curso, y no reconozca la urgente necesidad de cambiar de actitud y comportamiento, individual y colectivo. Porque, a fin de cuentas, salvar la biosfera es salvar nuestro h¨¢bitat y nuestro ¨²nico e insustituible patrimonio com¨²n.
Hace 20 a?os escandalizamos al mundo con un informe, elaborado en el MIT por encargo del Club de Roma, porque quisimos verificar si el desarrollo econ¨®mico ilimitado pod¨ªa tener futuro o si bien exist¨ªan l¨ªmites al crecimiento. Pero tan pronto se superaron los efectos coyunturales de la crisis del petr¨®leo de 1973, los pa¨ªses m¨¢s industrializados volvieron a comportarse como ciudades alegres y confiadas que, si bien proclamaron el fin del desarrollismo, continuaron con la econom¨ªa del derroche y de la cultura consumista, teniendo como principal objetivo el m¨¢ximo crecimiento anual del producto nacional bruto, como si no existieran l¨ªmites al crecimiento econ¨®mico ni al proceso de acumulaci¨®n de riqueza por unos pocos pa¨ªses industrializados, mientras se agiganta la brecha entre los pa¨ªses pobres y ricos.
Ahora, 20 a?os m¨¢s tarde, en plena encrucijada del mundo y mientras se propugna la tabla de salvaci¨®n del desarrollo sostenible, el mundo parece haber abrazado el modelo del desarrollo industrial y de la econom¨ªa del mercado, convertido en el becerro de oro universal. Sin embargo, y pese a que el mercado es un instrumento econ¨®mico muy eficiente, no tiene sentido de justicia social ni plantea los efectos a largo plazo sobre el desarrollo social, sobre la econom¨ªa global ni sobre el medio ambiente, con el constante derroche, de energ¨ªa y de recursos naturales, puesto que tiene por referencia una producci¨®n regulada tan s¨®lo por la oferta y la demanda. Y, sin embargo, el mundo ha transgredido ya, probablemente de manera irreversible, algunos de los l¨ªmites m¨¢s sagrados de la naturaleza, incluida la extinci¨®n de especies vegetales y animales, la contaminaci¨®n del aire, del agua y de la tierra, junto con una alarmante depredaci¨®n de toda clase de recursos necesarios para poder atender las necesidades de la poblaci¨®n humana.
Aunque no es mi pretensi¨®n detenerme aqu¨ª con detalles en los muchos y graves fen¨®menos medioambientales por ahora conocidos, ninguno de ellos, ni otros nuevos que puedan sorprendernos en un pr¨®ximo futuro, son necesariamente m¨¢s importantes que otros.
Pese a todo, uno de los fen¨®menos m¨¢s graves actualmente conocidos, resultado de la interacci¨®n industrial, ciudad y medio ambiente, es el di¨®xido de carbono emitido a la atm¨®sfera junto con otros gases contaminantes, principalmente por combusti¨®n del carb¨®n y de los hidrocarburos. El incremento neto acumulativo anual de C02 emitido es debido a que se ha excedido ya la capacidad de equilibrio ecol¨®gico mundial. El efecto invernadero al que da lugar esta realidad ya se empieza a notar por doquier. Pues bien, ante este peligro se han movilizado afortunadamente la opini¨®n p¨²blica internacional y los Gobiernos para tratar de acordar en la conferencia de R¨ªo la salvaguarda de los bosques del mundo que contribuyen a la absorci¨®n del C02 por fotos¨ªntesis. Sin embargo, son los oc¨¦anos los que ten¨ªan antes una capacidad extraordinaria de absorci¨®n en su interacci¨®n con la atm¨®sfera, gracias al plancton y a las arcillas abismales, hasta que se interpuso esa extens¨ªsima e invisible pel¨ªcula producida por toda clase de vertidos l¨ªquidos. Habr¨¢ que esperar que las investigaciones en curso muestren la gravedad del problema para que se desbloqueen los intereses pol¨ªticos y econ¨®micos en tomo a la Conferencia del Mar y se pueda encontrar una soluci¨®n eficaz.
En este orden de cosas, tambi¨¦n conviene recordar la progresiva escasez de agua potable en todo el mundo y, muy concretamente, en nuestro pa¨ªs, lo cual se debe no s¨®lo al creciente consumo humano, sino tambi¨¦n a la sobreexplotaci¨®n agr¨ªcola y al regad¨ªo con t¨¦cnicas derrochadoras a pleno sol. Sin embargo, hay que se?alar que, hoy por hoy, la humanidad apenas consume un 0,001% de los recursos totales disponibles de agua potable y que, en consecuencia, urge modificar las actuales prioridades de las investigaciones tecnol¨®gicas para lograr aumentar el mayor y m¨¢s eficaz uso del agua disponible a fin de evitar una de las m¨¢s graves fuentes de conflictos armados del futuro, ciertamente en el Medio Oriente, as¨ª como para superar las terribles hambrunas que hoy se ciernen sin piedad sobre muchos pa¨ªses desamparados.
Tambi¨¦n conviene recordar, por ¨²ltimo, en este superficial repaso de algunos de los desaf¨ªos inmediatos, que la cada vez m¨¢s extensa realidad de los agujeros de ozono no es temible a causa del c¨¢ncer de piel y de las cataratas que producen a las personas y a los animales, sino porque la excesiva concentraci¨®n actual de los rayos ultravioleta en regiones cada vez m¨¢s amplias del planeta act¨²a sobre las personas, los animales y las especies vegetales, incluido el plancton marino, al destruir, entre otros, la estructura de las alb¨²minas y de la mol¨¦cula del ADN, adem¨¢s de producir un progresivo deterioro de las defensas inmunol¨®gicas, todo lo cual exacerba la proliferaci¨®n de enfermedades tales como la hepatitis, la malaria o el sida, entre otras, con grave riesgo de generar pandemias.
De todos modos y pese a los problemas acumulados en las ¨²ltimas d¨¦cadas, lo cierto es
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que, poco a poco primero y aceleradamente despu¨¦s, la Tierra se ha ido poblando y el af¨¢n de bienestar ha llegado a alcanzar niveles de consumo nunca antes imaginables, ni siquiera por los m¨¢s ricos, en ese largo, grandioso y tantas veces doloroso caminar humano hacia una civilizaci¨®n de lo universal y en busca de una mayor calidad de vida en todos los ¨®rdenes. La cara y cruz del progreso es una larga lista de conquistas y fracasos, de problemas y logros, de desaf¨ªos y oportunidades, en la que no puede, no debe, desaparecer la esperanza. Sin embargo, relacionando el insaciable consumismo global en el mundo con el crecimiento acelerado de la poblaci¨®n, se observa que, en lo que va de siglo, el impacto de la actividad humana sobre la biosfera se ha multiplicado m¨¢s de 40 veces, con un producto mundial de unos 20 billones de d¨®lares. Pese a ello, son inmensas y crecientes las disparidades de bienestar que dividen al mundo, en el que una parte m¨¢s industrializada accede al 75% del producto mundial con apenas el 15% de la poblaci¨®n total, mientras que los dem¨¢s viven en medio de la ignorancia, la enfermedad, el hambre y la intemperie, incluso en el coraz¨®n de los mayores emporios de riqueza. No es, por tanto, extra?o que se empiecen a vislumbrar ahora crecientes confrontaciones sociales en el interior de muchos pa¨ªses, adem¨¢s de pr¨®ximos grandes movimientos migratorios de exiliados econ¨®micos, si no se ayuda a remediar localmente el subdesarrollo y las tendencias demogr¨¢ficas existentes, adem¨¢s de los fanatismos intransigentes ante toda modernizaci¨®n.
Por todo ello y cuando se inicia la Cumbre de la Tierra en R¨ªo de Janeiro, el desarrollo empieza a entenderse al fin como algo intr¨ªnsecamente unido al medio ambiente, del mismo modo que la econom¨ªa, necesariamente globalizada, solamente tendr¨¢ vigencia si va estrechamente ligada a la ecolog¨ªa, a la tecnolog¨ªa y al desarrollo social. De otro modo, corremos grave riesgo de a?adir a la permanente confrontaci¨®n fratricida de los hombres una confrontaci¨®n suicida de los hombres frente a la naturaleza, en una guerra desigual no declarada que, sin embargo, est¨¢ urgida de una especie de tratado de paz, para el cual quiz¨¢ se logre poner las bases en R¨ªo de Janeiro en estos d¨ªas.
El Club de Roma ha venido llamando a la conciencia de las mujeres y de los hombres sobre estos y otros temas, convencidos del potencial sin precedentes de saber que la humanidad posee y esperanzados en la capacidad de los hombres, de recurrir, en tiempos dif¨ªciles, a sus mejores resortes y valores del esp¨ªritu. Consecuentemente, nuestros escritos nunca han desahuciado al mundo, pero s¨ª, en cambio, urgido un tratamiento en¨¦rgico para su curaci¨®n, empezando por llevar a la conciencia de todos la gravedad de los problemas que nos atenazan y contribuyendo a la reflexi¨®n sobre las soluciones concretas globales, que se pueden y deben acometer.
En este intento, y mientras empieza a extenderse la aspiraci¨®n de un. desarrollo sostenible -es decir, que cada sociedad, cada pa¨ªs, cada regi¨®n y el mundo entero puedan disfrutar de la mayor calidad de vida sin poner en peligro la biosfera ni la supervivencia de futuras generaciones-, uno de los factores importantes es, desde luego, lograr un n¨²mero de poblaci¨®n estable en vez del actual crecimiento exponencial, con m¨¢s de 100 millones de habitantes adicionales cada a?o y, sobre todo, una distribuci¨®n equilibrada de la poblaci¨®n por territorios que hagan sostenible una adecuada calidad de vida respecto de los habitantes que los ocupan. De ah¨ª que sea esencial establecer una relaci¨®n de cada grupo humano con el sistema natural que lo sostiene. Sin embargo, la evoluci¨®n demogr¨¢fica debiera ser producto sobre todo de la libertad de conciencia individual y de la educaci¨®n de los progenitores, evitando as¨ª manipular la vida tanto desde pol¨ªticas maltusianas como desde pol¨ªticas procreadoras al servicio de intereses econ¨®micos.
Por otra parte, el desarrollo sostenible s¨®lo se lograr¨¢ a condici¨®n de un cambio radical en la gesti¨®n, producci¨®n y utilizaci¨®n eficaz de los recursos disponibles y, sobre todo, como resultado de modificar los h¨¢bitos, consumistas desordenados, reconociendo que los par¨¢metros del tipo o estilo de vida actualmente m¨¢s extendidos son insostenibles en un pr¨®ximo futuro y no corresponden a los de la calidad de vida que merece ser propugnada.
Todo ello requiere urgentemente nuevas actitudes y h¨¢bitos, individuales y colectivos, empezando por una nueva alfabetizaci¨®n o educaci¨®n medioambiental de todos los ciudadanos para el siglo XXI que permita acometer solidariamente las innumerables nuevas acciones precisas.
En el plano individual, la acci¨®n m¨¢s urgente, desde la libertad y en el ejercicio de los derechos y deberes democr¨¢ticos, es la participaci¨®n activa en. los procesos de planificaci¨®n, realizaci¨®n y evaluaci¨®n de programas de iniciativa gubernamental y privada, con disponibilidad personal para actuaciones ciudadanas solidarias en todos los sectores de la sociedad. Desde esta perspectiva, sin embargo, la mayor carencia actual es de liderazgo -informado, honesto y efectivo- en todos los ¨¢mbitos, con objetivos globales, viables y a largo plazo dentro de un marco transnacional.
Reconocer que el sistema socioecon¨®mico actual requiere una profunda transformaci¨®n, desde la afirmaci¨®n del hombre y de su devenir, permitir¨¢ reconciliar cuanto antes los conceptos econ¨®micos y ecol¨®gicos hasta lograr reconocer que la degradaci¨®n del medio ambiente del respectivo Estado, aparte de conllevar amplios costes sociales, representa una p¨¦rdida del capital social com¨²n, lo cual tiene que ser tenido cuanto antes en cuenta al fijar y cobrar los precios de los bienes y servicios.
En el plano local y nacional es indispensable la creaci¨®n de consejos especializados y de mecanismos de control de emisiones contaminantes y de gesti¨®n de la energ¨ªa, entre otros aspectos, adem¨¢s de normas legales e instrumentos eficaces para la aplicaci¨®n de impuestos progresivos sobre las fuentes contaminantes y dem¨¢s efectos negativos, junto con penalizaciones. apropiadas frente a los delitos ecol¨®gicos, para que se cumpla plenamente el principio seg¨²n el cual quien contamina debe pagar todo el da?o que causa. Pero, sobre todo, es urgente promover nuevas tecnolog¨ªas de reciclaje y de producci¨®n no contaminantes que alivien la actual presi¨®n sobre el medio ambiente.
En el plano internacional se impone una legislaci¨®n actualizada y aun anticipatoria que gu¨ªe las relaciones entre naciones y comunidades transnacionales, as¨ª como entre sus respectivas industrias y agricultura, adem¨¢s de un tribunal que, como el de La Haya, dirima los grandes contenciosos en materia medioambiental. En el seno de las Naciones Unidas, esperamos que pronto se haga realidad, entre otras, la propuesta que hace poco entregu¨¦ al secretario general de las Naciones Unidas, Butros Gali, para que se constituya un Consejo de Seguridad Medioambiental, sin derecho a veto, con una composici¨®n ampliada y con ¨®rganos t¨¦cnicos de obligada consulta, de acuerdo con la iniciativa del Cap¨ªtulo Espa?ol del Club de Roma.
De todo esto puede y debe surgir la inspiraci¨®n de una ecosocioeconom¨ªa y de una calidad de vida que, desde un adecuado nivel de atenci¨®n material generalizado, vele por la equidad, acepte los l¨ªmites f¨ªsicos existentes, reconozca los l¨ªmites humanos, y fomente un consumo de productos reciclables, huyendo de todo consumismo obsesivo y orientando la demanda cada vez m¨¢s hacia los bienes de la cultura, del ocio y de los servicios.
Por nuestra parte, tenemos que generar cuanto antes, despu¨¦s de la conferencia de R¨ªo de Janeiro, un gran di¨¢logo de la cultura, a muchas bandas, y lograr una "conspiraci¨®n civil positiva", como dice con acierto Pedro Dur¨¢n, el actual presidente del Cap¨ªtulo Espa?ol, o "alentar una conspiraci¨®n del amor", como dec¨ªa Teilhard de Chardin. De este modo quiz¨¢ logremos, entre todos, pasar una p¨¢gina decisiva de la historia humana e iniciar luego el relato de una verdadera revoluci¨®n global del desarrollo arm¨®nico de los hombres en paz consigo mismos y con una naturaleza recuperada en plenitud, que elimine para siempre la actual pesadilla de la vida amenazada.
Sin embargo, son los j¨®venes quienes est¨¢n m¨¢s directamente emplazados en el umbral del siglo XXI para permitir el amanecer de una nueva sociedad en la que tomen firmemente el futuro en sus manos y reclamen con ah¨ªnco sus derechos; pero tambi¨¦n asuman sin titubeos sus responsabilidades de cara a las futuras generaciones y a la biosfera que nos sustenta.
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