Metralla contra ni?os y ancianos
"Hab¨ªa una bomba y se han roto los cristales, pero yo no tengo miedo". Cristina juega con una mu?eca rubia. Es una de los 20 ni?os que se encontraban en la guarder¨ªa Cumbre, en la calle P¨ªo XII, cuando enfrente estall¨® el artefacto contra la paquetera -furgoneta- de la Armada.Cristina no tiene miedo, pero los mayores tratan de sacud¨ªrselo. "Ha sido una explosi¨®n enorme y ha empezado a arder un coche. La casa ha temblado", afirma Inmaculada L¨®pez, una de las cuidadoras del centro en el que a¨²n permanece media docena de ni?os, uno de ellos en el tacat¨¢. "En ese momento el padre tra¨ªa a Nuria y no les ha pasado nada de milagro", contin¨²a.
A Juliana, de 86 a?os, tambi¨¦n le parece un milagro poder dar gracias a Dios junto a su cama, llena de cristales. "No me ha pasado nada, pero fijese usted", dice mirando a las estampas religiosas y las fotos de familia que a acompanan es mesilla. A las 8.10 estaba a¨²n acostada, pero ya despierta -"los mayores dormimos poco"-, son¨® un ruido seco y la colcha se llen¨® de vidrios rotos. Una hora despu¨¦s, se recobra del susto con sus compa?eras de la residencia de ancianos Triana: es la hora del desayuno, que hoy no endulzan ni las madalenas mojadas en caf¨¦ clarito.
En la mesa, Rosa Garc¨ªa, de 85 a?os, y Vicenta Horica, de 70, comentan lo ocurrido con tristeza. Minutos antes han podido contemplar como parte de los ni?os de la guarder¨ªa abandonaban el centro por una escalera colocada contra la valla que separa la infancia de la vejez.
Extintores
"?La polic¨ªa!", grita Cristina cuando ve entrar a cuatro agentes que acuden a revisar este chalet de la calle P¨ªo XII. Es como una pel¨ªcula, pero sin televisor, y ella sale zumbando con la mu?eca hacia la casa, un chal¨¦ de tres pisos con los cristales en el suelo.En el colindante colegio Willoughby -400 alumnos de EGB- la jefa de estudios, Conchita Rodr¨ªguez, trata de tranquilizar a las familias y de comenzar las clases con toda la normalidad posible. "Est¨¢n peor los padres que los ni?os", afirma. Tanto ella como las trabajadoras de la guarder¨ªa piensan que, si la bomba hubiera estallado un par de horas m¨¢s tarde, ambos centros habr¨ªan estado repletos de ni?os. En esta zona residen, entre otros, el banquero Mario Conde y el ex ministro del Interior Rodolfo Mart¨ªn Villa.
En la calle, los trabajadores del hipermercado Jumbo miran at¨®nitos. "Hemos cogido los extintores de la tienda y unas telas para ayudar a los heridos", explica Jes¨²s Ure?a. Quino, el quiosquero que cay¨® derribado por la onda expansiva, recobra el ¨¢nimo con una tila. Gerardo Ortiz se acerca a por el peri¨®dico con un trozo de metralla en la mano.
En el hospital La Paz, la directora m¨¦dica, Josefina Mart¨ªnez-Aldama, comenta "la entereza y la resignaci¨®n" de los heridos. Uno de ellos, el civil Manuel Blasco, dice ante las c¨¢maras de TVE: "Esto no tiene nombre".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.