Ardanza y Montero

ESTUVO DESACERTADO el lehendakari al atribuir al azaroso efecto de los atentados de ETA el criterio sobre la suspensi¨®n o no de las conversaciones entre el PNV y HB. De todas formas, su trayectoria desautoriza interpretaciones de sus palabras que vayan m¨¢s all¨¢ de su consideraci¨®n como un error. Bastante m¨¢s grave fue el desatino de algunos de sus cr¨ªticos de ahora, que, tras la detenci¨®n de Artapalo, argumentaron que si se produc¨ªan nuevos atentados "se demostrar¨ªa que la v¨ªa policial no sirve para acabar con la violencia y, por tanto, que hay que negociar pol¨ªticamente con ETA". Eso s¨ª que fue una invitaci¨®n a la actuaci¨®n de los comandos.

Ser¨ªa injusto atribuir algo similar a Ardanza, pero el hecho de que la v¨ªspera Arzalluz hiciera depender la continuidad de los contactos de las reacciones de la opini¨®n p¨²blica ante los atentados, y no de los atenta dos mismos, parece indicar que el PNV carece de una idea clara sobre el papel de las conversaciones en la estrategia de la pacificaci¨®n. Los asuntos sobre los que quiere hablar HB nada tienen que ver con el fin de la violencia, sino con su convalidaci¨®n como un instrumento pol¨ªticamente ¨²til, y cuesta entender qu¨¦ pinta un partido democr¨¢tico en semejante intento. Si existe alg¨²n motivo, el PNV no ha sido capaz hasta ahora de explicarlo. Y si lo que se mov¨ªa en HB era lo que refleja el escrito de Montero, no parece que la t¨¢ctica seguida haya servido para favorecer sus posiciones dentro de HB, sino m¨¢s bien las de los que ahora le arrojan a las tinieblas exteriores.