Tarz¨¢n en camiseta
Una exposici¨®n recuperar¨¢ los cartelones que anunciaron en Madrid las mejores pel¨ªculas
Antonio Hernando est¨¢ pintando la nariz de Kevin Kostner. Es una nariz enorme, mide m¨¢s de un metro; Antonio se dedica a elaborar esos carteles que, desde hace m¨¢s de 40 a?os, anuncian los estrenos en la Gran V¨ªa de Madrid y confieren personalidad a esa popular calle. Desgraciadamente, cuando las pel¨ªculas dejan de ser taquilleras, los carteles desaparecen de las fachadas y son borrados. Ahora, una iniciativa de la Comunidad de Madrid pretende recuperar algunos de los m¨¢s peculiares, en una exposici¨®n que se celebrar¨¢ en 1993.
Madrid es una de las pocas ciudades europeas que a¨²n conserva esta tradici¨®n, en la que se mezclan el reclamo publicitario y el arte. Y cada vez son menos los talleres y los artesanos -quedan unos cinco- que se dedican a este oficio.''Los nuevos cines no tienen fachada para colgar estos cartelones, que a veces n¨²den m¨¢s de 18 metros de largo, y los minicines utilizan otro tipo de publicidad mucho m¨¢s econ¨®mica", comenta Atilano Hern¨¢ndez, de 68 a?os, uno de los pintores m¨¢s antiguos de la profesi¨®n. "Donde mejor se puede exhibir nuestro trabajo es en esas espl¨¦ndidas fachadas de la Gran V¨ªa, aunque tambi¨¦n trabajamos para otras salas repartidas por todo Madrid, como las de la calle de Fuencarral y algunos cines de barrio".
Un simple lavado
Estas obras se realizan sobre tela blanca, de la m¨¢s barata, llamada retor, a base de pintura en polvo mezclada con cola vegetal. El fotograma de la pel¨ªcula se pasa a la tela mediante la t¨¦cnica de la cuadr¨ªcula. Los personajes se perfilan con carboncillo y posteriormente se rellenan con color. Cuando se estrena una pel¨ªcula, se descuelga el cartel anterior y las im¨¢genes desaparecen con un simple lavado. S¨®lo en contadas ocasiones se conservan."Debido a su tama?o, es muy dif¨ªcil conservarlos porque se necesitar¨ªa un espacio muy grande", dice Antonio Hernando. "A veces te da mucha pena ver c¨®mo algo tuyo, que has hecho con tanto cuidado, tiene que de.saparecer. Yo guardo algunos, aquellos a los que les tengo m¨¢s cari?o, y no descarto la idea de hacer una exposici¨®n en Segovia, donde nac¨ª".
Por eso, desde la Consejer¨ªa de Cultura se pretende recuperar lo que quede de estas obras de arte, especialmente aquellas pintadas en los a?os cuarenta y cincuenta.
"Estamos preparando una exposici¨®n para el a?o l993", se?ala el viceconsejero Agust¨ªn Tena. "El problema es que apenas quedan telas. Estamos en contacto con los talleres para que nos digan con qu¨¦ material podemos contar. Si conseguimos un n¨²mero suficiente ser¨¢ algo espectacular. No s¨®lo por su gran tama?o, sino porque mucha gente joven podr¨¢ disfrutar de algo que no ha conocido".
Esta forma de anunciar los estrenos cinematogr¨¢ficos se inici¨® en la posguerra, cuando el cine era una de las pocas diversiones de los espa?oles. Antonio Hern¨¢ndo, de 62 a?os, recuerda que un artesano h¨²ngaro fue quien instal¨® el primer taller en la capital.
La censura
Esta actividad sufri¨® todos los rigores de la ¨¦poca. As¨ª, por ejemplo, Atilano Hern¨¢ndez estuvo inhabilitado por el entonces Ministerio de Informaci¨®n y Turismo. Y todo por acceder a las insistencias de una vedette, Esmeralda, que quiso aparecer en el cartel que anunciaba su espect¨¢culo con un escote m¨¢s pronunciado del que los guardianes de la moral del momento pod¨ªan tolerar. Entonces, escotes y besos eran el caballo de batalla de los censores."Mis carteles eran muchas veces objeto de los seguidores de Acci¨®n Cat¨®lica, que sol¨ªan arrojar tinteros sobre ellos", recuerda Atilano. Y Antonio no olvida c¨®mo en una ocasi¨®n la censura le oblig¨® a tapar con una camiseta el torso de un musculoso Tarz¨¢n.
Ambos artesanos comparten un amor desmesurado por la pintura. En sus ratos libres siguen pegados a los pinceles y hacen obras de caballete.
Atilano comenz¨® como ilustrador de Ginesito, un tebeo muy popular en la d¨¦cada de los cuarenta. "Quien me meti¨® en esto del cartel fue do?a Concha Piquer. En una ocasi¨®n no le gustaron los dibujos que le hab¨ªan hecho para un espect¨¢culo y me llamaron a m¨ª. A partir de ese momento su empresario me dio todos los teatros que llevaba en Madrid". Hoy, Atilano, a sus 68 a?os, dirige en Carabanchel un taller de carteles en el que trabajan 12 personas.
Antonio, hijo y hermano de artesanos, lleva el gusanillo de la pintura en la sangre. "Mi madre dec¨ªa que hab¨ªa nacido al lado de una habitaci¨®n llena de botes de pintura". "Un d¨ªa, paseando por la Gran V¨ªa, se me ocurri¨® la idea de que yo podr¨ªa trabajar en esto para ganar alg¨²n dinero".
Atilano y Antonio est¨¢n muy orgullosos de sus trabajos y presumen del parecido que llegan a alcanzar en los rostros de los actores. Atilano recuerda con especial cari?¨® el cartel de la pel¨ªcula 55 d¨ªas en Pek¨ªn. Y de haber conocido a los actores de otras cintas, como Gina Lollobrigida, Tyrone Power y Charles Laughton. Este ¨²ltimo le felicit¨® y le confirm¨®, por entonces, que Madrid era la capital del cartel de cine. Para Antonio, sus obras m¨¢s completas fueron Rebeli¨®n a bordo, con Marlon Brando, y Ben-Hur, con Charlton Heston.
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