El habitual n¨²mero dos de Felipe Gonz¨¢lez en las listas electorales
Hombre de partido, aunque moderado y de consenso, Javier Solana Madariaga ha ejercido de ministro de Educaci¨®n los d¨ªas laborables y de confidente de Felipe Gonz¨¢lez durante bastantes fines de semana. Ha sido el eterno n¨²mero dos, detr¨¢s del presidente, en las listas electorales (excepto en los comicios de 1979, en que ocup¨® el tercer puesto tras Enrique Tierno).
Pacificador del mundo de la ense?anza -que hace cuatro a?os recibi¨® en pleno incendio, tras importantes huelgas de estudiantes y profesores-, ha invertido cuanto ha podido para mostrarse como persona que intenta avanzar hacia los objetivos de forma conciliadora. Desde esa estrategi a, ha sido el promotor del ¨²ltimo intento de acercamiento a la UGT, cuyo enfrentamiento con el PSOE amenaza el futuro electoral de este partido.
Fue uno de los descubrimientos personales de Felipe Gonz¨¢lez en los a?os setenta, y esa amistad ha defendido a Solana de muchos problemas con el sector guerrista, que ha predominado en el PSOE a lo largo de este tiempo. Solana es, ciento por ciento, un hombre del presidente. Pero tambi¨¦n el hombre de partido que m¨¢s ha intentado evitar el aislamiento entre la clase dirigente del socialismo y la sociedad civil. Viejo conocido del Rey, no es un ide¨®logo, pero s¨ª el autor de ideas como la de pedir a los espa?oles "esfuerzos" y no "sacrificios" para lograr la convergencia europea que exige el Tratado de Maastricht.
Madrile?o, de 49 a?os, catedr¨¢tico de F¨ªsica del Estado S¨®lido, casado y con dos hijos que estudian en colegios p¨²blicos -Diego, de 15 a?os, y Vega, de 16-, Javier Solana Madariaga permanece en el Gobierno socialista desde hace diez a?os. Una circunstancia compartida s¨®lo con el vicepresidente, Narc¨ªs Serra, y el ministro de Econom¨ªa, Carlos Solchaga, adem¨¢s del propio presidente.
Este perfil de pol¨ªtico profesional no le ha hecho perder su aspecto de hombre normal. Concepci¨®n Jim¨¦n¨¦z, su compafiera de siempre, sigue siendo su mujer, y no ha cambiado de casa -un piso en el pueblo madrile?o de Majad¨¢honda- a lo largo de una carrera pol¨ªtica ya dilatada. No suscita los odios ni las lealtades enfervorizadas de Alfonso Guerra, no levanta pol¨¦micas comparables a Solchaga, ni tiene la aureola de cerebro gris, aunque torp¨®n de ademanes, de Narc¨ªs Serra. Su fuerte son los puentes de di¨¢logo y las relaciones p¨²blicas, hasta el punto de haberse ocupado personalmente de los problemas de equipajes y transporte de los ministros latinoamericanos de educaci¨®n durante la reciente cumbre celebrada en Guadalupe.
Solana, hoy partidario del "socialismo democr¨¢tico" como ¨²nica etiqueta para las gentes del PSOE, empez¨® de marxista no dogm¨¢tico, all¨¢ en los ¨²ltimos tiempos del franquismo y primeros de la democracia.
Miembro de la ejecutiva del PSOE desde 1976, cuando el PSOE ten¨ªa unos 9.000 militantes (el 3% que en la actualidad), en 1982 permanec¨ªa a¨²n en ella cuando los socialistas llegaron al Gobierno tras la victoria de los diez millones de votos.
Su primer trabajo en el Gabinete consisti¨® en ejercer de ministro de Cultura. Parec¨ªa un puesto irrelevante desde el punto de vista pol¨ªtico, pero los observadores coinciden en que desarroll¨® una tarea de dinamizaci¨®n cultural que compens¨® -en cierto modo- los cabreos provocados por los ajustes econ¨®micos y las reconversiones industriales, protagonizadas por Miguel Boyer y Carlos Solchaga en el primer Gobierno socialista.
Adem¨¢s de establecer la gratuidad de los museos -para los espa?oles-, Solana fue capaz de poner a Madrid de moda en el mundo, como capital cultural; estimul¨¦ la industria del cine, revitaliz¨® el mercado del arte y promovi¨® la defensa de la riqueza art¨ªstica colectiva, a trav¨¦s de la Ley del Patrimonio Hist¨®rico.
Pol¨ªticamente, qued¨® fuera de la ejecutiva del PSOE en el Congreso celebrado.a finales de 1984, a causa de una operaci¨®n del guerrismo para impedir que alguien distinto de Gonz¨¢lez o del propio Guerra vistiera, a la vez, la cl¨¢mide del Gobierno y la del partido. De la crisis gubernamental del a?o siguiente -marcada por las ca¨ªdas de Miguel Boyer y Fernando Mor¨¢n-, Solana sali¨® convertido en portavoz del Ejecutivo, adem¨¢s de conservar la cartera cultural. En ese periodo sac¨® adelante proyectos de ley tan discutidos en el seno del PSOE como el de las televisiones privadas.
En- la crisis de 1988 tuvo que abandonar el complejo de la Moncloa para hacerse cargo de Educaci¨®n, tras las huelgas que arruinaron la gesti¨®n de su colega y amigo, Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall Solana ha logrado salvarse de la quema, amortiguando las tensiones en el mundo educativo por medio de un acuerdo con los sindicatos, y ha obtenido apoyos pol¨ªticos -por parte de Izquierda Unida y los nacionalistas- a su herencia para el futuro, que es la Ley de Ordenaci¨®n General del Sistema Educativo (LOGSE).
Las tensiones internas en el PSOE fueron a m¨¢s en los meses siguientes, hasta el punto de que el guerrismo le cerr¨® las puertas de la ejecutiva en 1990. Su apoyo p¨²blico al secretario general de la Federaci¨®n Socialista Madrile?a, Joaqu¨ªn Leguina, le granje¨®, la inclusi¨®n en un grupo que fue adjetivado con apelativos despectivos -el clan de Chamart¨ªn-, pero le uni¨® m¨¢s al sector de personas que han promovido los ¨²ltimos intentos de apertura ideol¨®gica, organizativa y de la direcci¨®n del partido. De aquellas reuniones sali¨® una estrategia com¨²n, que avanza paso a paso de las riendas de Felipe Gonz¨¢lez.
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