Eres m¨¢s antiguo que un yuppy
Florecen las camisas, las faldas y las corbatas; se ensanchan las ropas y adoptan colores naturales, alegres o provocadores; crecen las patillas, se alargan los pelos y se multiplican los abalorios; suenan m¨²sicas ¨¢rabes y africanas; pasan de moda los tiburones de las finanzas y vuelven a ser le¨ªdos los poetas; los pol¨ªticos profesionales son despreciados y su lugar en el coraz¨®n de las gentes es ocupado por gurus, psicoanalistas, sacerdotes, demagogos y otros curanderos del alma. La d¨¦cada, nuestra d¨¦cada, da un corte de mangas a los ochenta y, puesta -a practicar la filosof¨ªa del eterno retorno, descubre que los sesenta y primeros setenta fueron mejores, o fueron m¨¢s estimulantes.Hace unos d¨ªas, hablando de la reaparici¨®n del malestar de la civilizaci¨®n tras aquellos anos de beato optimismo en las promesas del crecimiento econ¨®mico y la democracia formal que fueron los ochenta, Edgar Morin dec¨ªa: "Estamos en crisis. Necesitamos algo distinto, y ese algo es la solidaridad. El remedio es el amor. Por supuesto, no podemos creer ingenuamente en el principio 'amaos los unos a los otros', porque eso ya fue dicho hace 2.000 a?os y los resultados han sido escasos. Pero la idea era muy buena
"Eres m¨¢s antiguo que un yuppy", dicen los chavales venidos de todo el mundo occidental que llevan flores a la tumba parisiense de Jim Morrison. Tan pr¨®ximos y ya tan lejanos, los yuppies dejaron en herencia a esos chavales la pobreza del Tercer Mundo, el agujero en la capa de ozono, la soledad delante del televisor, la guerra de Yugoslavia y los disturbios de Los ?ngeles.
Babelia
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