Semestre brit¨¢nico, apuros espa?oles
JOHN MAJOR explic¨® el lunes en la C¨¢mara de los Comunes la posici¨®n de su pa¨ªs frente al futuro de la CE: como la presencia irrenunciable del Reino Unido en Europa obedece a un fr¨ªo c¨¢lculo de las ventajas e inconvenientes, el primer ministro quiere reforzar el compromiso europeo con la misma frialdad. El mi¨¦rcoles, el presidente Felipe Gonz¨¢lez explic¨® la cumbre de Lisboa en el Parlamento espa?ol.De la exposici¨®n de Major a los Comunes queda claro que, por una parte, se niega a recurrir al refer¨¦ndum de ratificaci¨®n del Tratado de Maastricht que le pide Margaret Thatcher (tambi¨¦n se niega a consultar la incorporaci¨®n del Reino Unido a la uni¨®n econ¨®mica y monetaria cuando llegue el momento de la tercera fase). Por otra, se compromete a que Maastricht sea ratificado en el Parlamento para evitar que su pa¨ªs quede marginado y sean los dem¨¢s "los que tomen las decisiones que han de afectar al sistema de vida de cada persona de este pa¨ªs".
Hoy se celebra en los Comunes un debate sobre lo que ha de ser la presidencia comunitaria de Londres durante este semestre. A lo largo ' de ella, diez socios comunitarios (Dinamarca e Irlanda ya se han pro nunciado) deber¨¢n proceder a la ratificaci¨®n del Tratado de Uni¨®n Europea, y, al final del proceso, los brit¨¢nicos quieren que la cumbre de Edimburgo en cuentre alg¨²n modo de apaciguar a Dinamarca y hacerla volver al redil. La soluci¨®n que propondr¨¢ Major ser¨¢ seguramente una solemne declaraci¨®n del Consejo que tranquilice las dudas danesas.
La posici¨®n danesa cuenta con un triple elemento de simpat¨ªa en Londres: las reticencias frente al papel impulsor de la Comisi¨®n que preside en Bruselas Jacques Delors -a la que algunos atribuyen responsabilidad de un d¨¦ficit democr¨¢tico de la CE que es fundamentalmente culpa de los Estados- son muy parecidas; ambos Gobiernos interpretan de forma similar un concepto de subsidiariedad entendido como devoluci¨®n de competencias a los Estados, o renacionalizaci¨®n de pol¨ªticas; y los dos entienden que es preferible ampliar la CE (con los escandinavos y Austria) antes que profundizar e integrar -con nuevos fondos- la que ya existe. Londres iniciar¨¢ a lo largo del semestre los contactos con los aspirantes m¨¢s ricos, pero algunos pa¨ªses, como Espa?a, se opondr¨¢n a una ampliaci¨®n prematura e incondicionada.
En los tres elementos puede verse el empuj¨®n que el Reino Unido quiere dar simult¨¢neamente a la construcci¨®n de Europa y a la limitaci¨®n de su ambici¨®n de uni¨®n acelerada. Esta conversi¨®n europe¨ªsta -a un europe¨ªsmo algo descafeinado- es el rasgo que se percibe con mayor claridad desde que John Major es primer ministro. Su nueva aproximaci¨®n a los temas comunitarios har¨¢ olvidar probablemente los tiempos en que Londres era siempre el ¨²ltimo en subirse al va g¨®n comunitario y el primero en aplicarle el freno de mano. El Reino Unido tiene una visi¨®n de Europa y quiere que predomine frente a otras.
El tercer rasgo de la presidencia brit¨¢nica ser¨¢, sin duda, el ahorro. En la cumbre de Lisboa, Major consigui¨® frenar la expansi¨®n presupuestaria de la CE manteni¨¦ndola en el 1,2% del PNB por lo menos hasta 1995. Los que m¨¢s padecer¨¢n de esta cicater¨ªa ser¨¢n los miembros comparativamente m¨¢s pobres, Espa?a, Portugal, Grecia e Irlanda, que pueden ver severamente recortadas sus aspiraciones en materia de cohesi¨®n. No encontrar¨¢n en Londres una mano amiga.
Estas dificultades fueron expl¨ªcitas en la intervenci¨®n de ayer en el Parlamento por el presidente del Gobierno espa?ol sobre lo acontecido en la cumbre de Lisboa. Gonz¨¢lez, "actuando con mucha firmeza" (se convirti¨® en el polo de referencia alternativo a las tesis brit¨¢nicas), tuvo que conformarse con que no fuera retirado el paquete Delors II y con que se mantuviera el compromiso de poner en marcha el fondo de cohesi¨®n a partir de 1993.
Pero Espa?a es un pa¨ªs que, como dijo Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, pasa por graves apuros econ¨®micos que dificultan su capacidad de cumplir con las reglas de convergencia indispensables para acceder a la UEM. Cierto que la pol¨ªtica econ¨®mica espa?ola debe corregir sus graves deficiencias sin escudarse en dificultades comunitarias. Sin embargo, en 1992, es dificil deslindar los problemas internos de las exigencias comunitarias. Por eso la oposici¨®n deber¨ªa apoyar con ¨¦nfasis la lucha del Gobierno por la cohesi¨®n. El esfuerzo de Gonz¨¢lez por conseguir incrementos presupuestarios en la CE y contra el recorte de los fondos de cohesi¨®n no se circunscribe a una cuesti¨®n interna: es una tarea decisiva para el futuro de un pa¨ªs irreversiblemente ligado a la Europa de Maastricht.
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