Paisaje despu¨¦s de la batalla
Tras su reuni¨®n del viernes 29 de mayo, el Consejo de Ministros, principalmente a trav¨¦s de su portavoz, lanz¨® varios mensajes claros.El primero, quitar importancia a la huelga del d¨ªa anterior. El segundo, afirmar textualmente que la huelga "no ha servido para nada", a?adiendo que "el Gobierno no modificar¨¢ ni un ¨¢pice su posici¨®n sobre el decreto-ley ni sobre el plan de convergencia". El tercero, recomendar a los sindicatos que reflexionen sobre su estrategia reivindicativa porque la sociedad espa?ola demanda otro tipo de sindicalismo de participaci¨®n y de corresponsabilidad. El cuarto, reiterar la voluntad de di¨¢logo, que no negociaci¨®n, sobre el plan de convergencia. Para el Gobierno, el 28-M es algo de escasa importancia, una p¨¢gina que hay que pasar, un error de unos sindicatos -o, mejor dicho, de unas c¨²pulas sindicales- desfasados. En resumen, como dijo el ministro de Econom¨ªa, lo mejor que se puede hacer es olvidar cuanto antes este tema.
Estas primeras reacciones del Gobierno muestran claramente que, al menos en su fuero externo, se considera vencedor absoluto de la huelga, y ¨¦sa es la percepci¨®n que quiere que la opini¨®n p¨²blica tenga. En ese trabajo cuenta con el apoyo de una gran parte de los medios de comunicaci¨®n y con el respaldo sin fisuras y clave de la televisi¨®n estatal.
?Corresponde este mensaje gubernamental a la realidad de lo ocurrido el 28 de mayo?
El peligro principal de la huelga a estos efectos era el precedente del 14-D y la obligada comparaci¨®n que los portavoces socialistas har¨ªan con esa fecha, aunque los sindicatos previamente hab¨ªan insistido en que se trataba de algo diferente.
Pero una cosa es el mensaje externo y otra el convencimiento interno de los dirigentes socialistas de que la huelga ha tenido un apoyo masivo entre los trabajadores y, en general, en segmentos muy importantes de tradicional voto socialista. Ello a pesar de los mensajes gubernamentales de d¨ªas anteriores, de la beligerancia de la patronal, del car¨¢cter temporal de much¨ªsimos puestos de trabajo, del nivel abusivo de los servicios m¨ªnimos fijados y de la ocupaci¨®n masiva de las calles por las fuerzas de orden p¨²blico el d¨ªa de la huelga. A pesar de todo eso, el respaldo fue importante, y eso lo saben tanto la patronal como el Ejecutivo.
La reacci¨®n de los sindicatos ha sido contraria a la del Gobierno no porque el 28-M no haya colmado sus expectativas, sino porque con toda probabilidad estiman que en un pulso a largo plazo, al menos hoy por hoy, tienen las de perder. Por eso, tratan de salvar lo que consideran m¨¢s importante, y de ah¨ª su mano tendida al Ejecutivo para negociar (que no meramente dialogar) y sin condiciones previas. ?Sentido de responsabilidad, conciencia de su debilidad frente a la mayor fortaleza de las otras partes (Gobierno y patronal) o sospecha de dificultades de traducir la protesta social en opci¨®n pol¨ªtica y en votos contrarios al Gobierno socialista? Seguramente, de todo un poco.
Hoy est¨¢n as¨ª las. posiciones, y aunque en la vida pol¨ªtica escasas veces son inmutables, es m¨¢s que probable que en su esencia permanezcan. El Gobierno desea dar la impresi¨®n de que se considera vencedor de un incidente al que pretende dar escasa importancia, refuerza su entendimiento con la CEOE y, lo que es m¨¢s importante, con los centros de poder econ¨®mico del pa¨ªs, y llama a los sindicatos -o, m¨¢s exactamente, a las c¨²pulas sindicales, a las que ataca, frente a su actitud comprensiva respecto de. algunas federaciones sindicales- a que desarrollen una actuaci¨®n totalmente distinta. Sindicatos, s¨ª, pero no ¨¦stos ni estos dirigentes. Mensaje, sin duda, inaceptable para estos leg¨ªtimos interlocutores sociales.
Si el an¨¢lisis anterior es correcto, cabe por lo menos un par de reflexiones. ?Por qu¨¦ esa postura tan r¨ªgida? ?Cu¨¢les pueden ser las consecuencias pol¨ªticas de la misma?
Respecto de la primera cuesti¨®n, hay que afirmar que no es ninguna novedad. La d¨¦cada socialista se ha caracterizado cada vez m¨¢s por el dogmatismo y la prepotencia econ¨®mica y su hermana menor y minusv¨¢lida, la pol¨ªtica social. Hemos o¨ªdo la falaz afirmaci¨®n de que se hace la ¨²nica pol¨ªtica econ¨®mica posible, y hoy estamos oyendo hasta la saciedad que no hay que perder el tren de Maastricht (siempre los curiosos s¨ªmiles ferroviarios) y que en 1997 hay que estar en la primera divisi¨®n, caiga quien caiga, y que el ¨²nico camino es el programa de convergencia, objetivo al que al Ejecutivo "le gustar¨ªa llegar con el mayor n¨²mero de acompa?antes (la ministra portavoz dixit el pasado 29 de mayo). Ese mayor o menor n¨²mero depende sobre todo de la aut¨¦ntica actitud negociadora del Gobierno, y que no trate de convertir Maastricht en una excusa para un ajuste duro y para m¨¢s ataques al Estado regulador y protector, porque eso nada tiene que ver con Maastricht.
Para analizar las posibles consecuencias pol¨ªticas de la rigidez gubernamental, lo primero es recordar un hecho cierto: la clientela pol¨ªtica del PSOE es hoy menor y diferente de la de 1982. Ambos elementos son importantes. Es menor aunque la presencia de un l¨ªder relevante en un pa¨ªs que vota sobre todo l¨ªderes y no programas, as¨ª como la ausencia de alternativas suficientes, han hecho que despu¨¦s de 10 a?os el respaldo siga siendo notable. Es diferente porque, para decirlo en t¨¦rminos poco rigurosos, pero claros y perfectamente comprensibles, el electorado que vota al PSOE es hoy m¨¢s rural, de mayor edad y m¨¢s conservador que el de hace unos pocos a?os.
El enfrentamiento con los sindicatos -mientras dure- supondr¨¢ nuevos pasos en esa misma direcci¨®n, lo que plantea problemas al espacio pol¨ªtico a la derecha del PSOE (porque este partido puede avanzar m¨¢s en ese terreno), al espacio a la izquierda, porque confunde y desmoraliza a la izquierda sociol¨®gica (salvo que ¨¦sta sea capaz de articularse como opci¨®n pol¨ªtica cre¨ªble que recoja los intereses y el malestar de esas capas y segmentos de la poblaci¨®n) y al hoy ya principal partido del pa¨ªs y en fase ascendente, esto es, la abstenci¨®n.
La huelga del 28-M, aun a pesar de haber mostrado la gran capacidad de convocatoria sindical, abre ¨ªnterrogantes importantes. De un lado, muchas de las medidas previstas en el programa de convergencia van a ser fuente de conflictividad social aguda. De otro, existe el peligro cierto de cansancio si se prodigan las movilizaciones. Estas, a la larga, no pueden llenar el vac¨ªo producido por la falta de una respuesta pol¨ªtica de izquierda. ?sta es la gran contradicci¨®n a resolver.
El art¨ªculo est¨¢ suscrito por Fernando Galindo Jos¨¦ Antonio Gimbernat, Mar¨ªa G¨®mez Mendoza, Faustino Lastra, Diego L¨®pez Garrido, Juan Francisco Mart¨ªn Seco, Juan Jos¨¦ Rodr¨ªguez Ugarte, Ja¨ªme Sartorius, Juan Manuel Velasco y Luis Velasco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.