Indur¨¢in confirma su gran momento y gana la pr¨®logo contrarreloj en San Sebasti¨¢n
Los pron¨®sticos alcanzan la realidad. Indur¨¢in inici¨® la jornada de amarillo por exigencias de protocolo. Nueve minutos y 22 segundos despu¨¦s era el primer l¨ªder oficial de la carrera. Contra el cron¨®metro no parece existir otro corredor capaz de superarle. Domina las distancias cortas, las medias y las largas. Su fuerza desborda cualquier otro prop¨®sito: si el Banesto deseaba tomar el maillot amarillo algo m¨¢s tarde, olvid¨® recomendarle a Indur¨¢in que no echara el resto. El suizo Z¨¹lle hizo so?ar a los componentes del ONCE. El l¨ªder es Indur¨¢in. Y el Tour empieza como acab¨®.
La historia del Tour registra casos excepcionales,, rarezas tales como l¨ªderes que lo fueron desde la primera hasta la ¨²ltima etapa, exhibici¨®n que suele corresponder a los muy grandes, a los campeon¨ªsimos, estrato en el que al parecer quiere subirse el corredor navarro.Un breve repaso al historial se?ala que un hecho semejante se produjo en tres ocasiones antes de la segunda guerra mundial (1903, 1928 y 1935) pero s¨®lo en una ocasi¨®n en lo que podr¨ªamos denominar versi¨®n moderna del ciclismo. Fue en 1961 cuando Anquetil tom¨® el maillot amarillo en el segundo sector de la primera etapa para no desprenderse de ¨¦l el resto de la carrera.
La actuaci¨®n de Indur¨¢in en la pr¨®logo, presidida por la fuerza explosiva de un largo sprint de ocho kil¨®metros, desv¨ªa ahora el debate hacia una nueva perspectiva: ?Intentar¨¢ mantener el amarillo desde el principio hasta el final?. Su condici¨®n de l¨ªder f¨¢ctico obligaba de hecho a su equipo a controlar los aspectos fundamentales de la carrera desde San Sebasti¨¢n hasta Par¨ªs.
Y defender el liderato puede no suponer, en resumidas cuentas, un esfuerzo mucho mayor en tanto no proliferen acciones que persigan satisfacer peque?as ambiciones. Normalmente, cuando uno de los favoritos accede al trono cesa la situaci¨®n de tierra de nadie y la carrera se limita por entero a las grandes cuestiones. Un liderazgo s¨®lido acostumbra a ser disuasorio y elimina muchas tentaciones.
Dominio completo
La victoria de Indur¨¢in supone para Ech¨¢varri un quebradero de cabeza. Cierto es que no tratar¨¢ de sostener el maillot amarillo a cualquier precio pero cierto es tambi¨¦n que todo gran corredor experimenta la necesidad de disfrutarlo hasta que sus fuerzas digan basta. Es tan desagradable como desaprovechar una velada con la persona deseada.
Y perder el amarillo siempre es sin¨®nimo de derrota, aunque ese hecho pueda ser coyuntural. Es posible que el Banesto persiga una nueva modalidad, como es la retirada t¨¢ctica, y decida abandonar conscientemente el liderato en otras manos. No ser¨ªa una derrota sino una maniobra, pero algo parecido se le propuso a Indur¨¢in durante el pasado Giro y no hubo una respuesta receptiva: Indur¨¢in se ve¨ªa con fuerzas para resistir cualquier ataque. Quien puede convencerle de que en estos momentos no es el m¨¢s fuerte como para que admita de buen grado una estrategia tan precavida.
La pr¨®logo, por tanto, no erigi¨® un l¨ªder de paja, situaci¨®n generalmente bien aceptada por todo el pelot¨®n. El Tour empieza en serio y no hay terreno para el alto al fuego. Intentaron el acceso al liderato con todas sus consecuencias el holand¨¦s Breukink, el especialista Marie y tambi¨¦n el joven suizo Z¨¹lle, la opci¨®n que maneja el ONCE para hacerse notar en este Tour.
Todos ellos utilizaron la cilindrada m¨¢s alta de la bicicleta, el 52 por 12, y apretaron el acelerador al m¨¢ximo. Superaron los 50 kil¨®metros por hora de promedio, pero Indur¨¢in fue algo m¨¢s veloz, algo m¨¢s potente, algo m¨¢s aerodin¨¢mico. Su dominio de la contrarreloj empieza a ser tan completo que es complicado encontrarle un rival capaz de superarle en algunas de las suertes de esta especialidad. Indur¨¢in ha ganado en la distancia corta, en el largo recorrido, en terreno irregular y en carreteras francas. No tiene un solo punto d¨¦bil respecto a todos sus competidores. Indur¨¢in amenaza con el monopolio de la contrarreloj.
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