"Lo importante es el interior", afirma la actriz italiana Claudia Cardinale
La antigua amante de Clouseau se casa con el rival del inspector en 'El hijo de la Pantera Rosa'
Sin quitarse una s¨®la arruga de la cara, la actriz italiana Claudia Cardinale ha llegado a esa edad de privilegio en la que puede interpretar al mismo tiempo el personaje de la madre de un drogadicto, en su ¨²ltima pel¨ªcula; y casarse, el jueves pasado, en Montecarlo, con el c¨¦lebre comisario Dreyfus: ese polic¨ªa lerdo siempre ridiculizado por la Pantera Rosa, en cuya octava entrega, El hijo de la Pantera Rosa, la actriz ha aceptado participar para re¨ªrse un poco. A los 53 a?os y con 34 en el cine, sin encontrar todav¨ªa ese "algo" que siempre busca en una pel¨ªcula ideal, la mujer que Alberto Moravia consider¨® la diosa del amor de esta segunda mitad del siglo, concibe ya su retirada del cine sin haber averiguado todav¨ªa c¨®mo la ve el p¨²blico: "Qui¨¦n sabe, a lo mejor soy solamente una imagen".
A quien haya visto a Claudia Cardinale en cualquiera de su centenar de pel¨ªculas y la viera el jueves pasado haciendo de novia en el plat¨® de la octava Pantera Rosa, le costar¨ªa creer lo que sucede en el vest¨ªbulo de su hotel de M¨®naco y luego en un bar lleno. de hombres de negocios americanos (con sus esposas): nadie la reconoce.
Mide cerca de 1.70, viste una falda larga cuya apertura vigilar¨¢ todo el tiempo, en su dedo anular lleva un anillo de plata en el que entre dos hojas asoma una vieja m¨¢scara de teatro y, sobre todo, lleva unas gafas ovaladas suavemente oscuras que consiguen apaciguar un poco las dos semillas negras que lleva debajo.
Porque est¨¢ en la mirada, el secreto de Claudia Cardinale: "Lo importante en cine es el interior", dice con su voz grave y baja; "lo exterior no importa". Una mirada entre la pasi¨®n y la risa. Como ella, que ha ido alternando tragedia y comedia en un centenar de pel¨ªculas, sin haber averiguado todav¨ªa c¨®mo la ve el p¨²blico. Es su ¨²nica pregunta, y su curiosidad suena a cierta: "?C¨®mo me ven?" Y queda encantada con la respuesta -"No lo s¨¦ muy bien"-, pues esa es exactamente, piensa, la misi¨®n de una actriz: tener muchos rostros.
34 a?os actuando
De sus muchos a?os actuando -"porque ya son 34 los que llevo en esto, ?sabe?", dice con un amago de cansancio que luego no se ver¨¢ en el rodaje-, recuerda como el momento m¨¢s dificil aquel en el que Angelica, en El Gatopardo que realiz¨® Luchino Visconti, reci¨¦n llegada al palacio, tiene que soltar "una risa un poco vulgar, en el banquete, entre esos grandes actores": Alain Delon y Burt Lancaster.
Este ¨²ltimo ha sido el actor que m¨¢s ha admirado Claudia cardinale, precisamente por el papel de Gatopardo, un pr¨ªncipe siciliano llamado Salina, trasunto literario del pr¨ªncipe de Lampedusa, antepasado del autor de la novela, que asiste a la llegada de los nuevos tiempos, la mediocre modernidad, con una clase insuperable. "Cuando Burt Lancaster se incorpor¨® al trabajo era un aut¨¦ntico cowboy", comenta Claudia Cardinale. "Y cuando el rodaje de la pel¨ªcula comenz¨® era ya un verdadero pr¨ªncipe siciliano". ?C¨®mo lo hizo? "Fij¨¢ndose en quienes le rodeaban: Luchino Visconti hab¨ªa reunido como extras a todos los nobles sicilianos".
Es de las poqu¨ªsimas actrices que cuentan, no los buenos cineastas que las han dirigido, sino los que no lo han hecho. Le hubiera gustado rodar con Antonioni o Bertolucci. De los muchos que lo han hecho, elige sin dudar a Visconti y Fellini, que con Rocco y sus hermanos (1960) y Ocho y medio (1963) convirtieron en actriz a una italiana de T¨²nez, con vocaci¨®n de maestra, a quien por ganar un concurso de belleza hab¨ªan enviado al Festival de Venecia. Ya hab¨ªa rodado algo, pero hasta el momento ten¨ªa la impresi¨®n de que el cine era s¨®lo un negocio muy ruidoso realizado a toda velocidad por desequilibrados. El d¨ªa de su primer rodaje en Rocco... ten¨ªa que ser el centro de una pelea. En ella estaban cuando escuch¨® la voz de Visconti en el meg¨¢fono: "Non mi ammazate la Cardinale" ("No me mat¨¦is a la Cardinale"), y supo que se hab¨ªa fijado en ella. Al rev¨¦s de Fellini, con quien todo es improvisaci¨®n y genio, Visconti cuidaba cada mil¨ªmetro y filmaba con varias c¨¢maras, de modo que s¨®lo quedaba el problema del montaje.
El gatopardo fue una excepci¨®n en la general dificultad de adaptar al cine personajes literarios -"No hay nada tan privado como un libro"-, lo que ella ha conseguido s¨®lo, opina, con Brancati, Svevo o Los indiferentes, de Moravia, novela con la que se identifica m¨¢s que con La romana, cuya protagonista es una italiana sensual: "Yo soy m¨¢s interior", dice.
De todas formas, aquel tiempo del cine europeo no tiene nada que ver con ¨¦ste. Porque ya no hay productores: millonarios que rivalizaban en pasi¨®n con sus productos. Y, que se sepa, los bancos que hoy fabrican las pel¨ªculas carecen de pasi¨®n.
Complicidades
"No vivimos tanto", dice Claudia Cardinale para justificar una cada vez m¨¢s avara dedicaci¨®n al cine, y una m¨¢s intensa a su familia: una hija y un nieto adolescentes, un hijo ya mayor, y un segundo marido, Pasquale Squiteri, cuyo encuentro coincidi¨® con un alejamiento del star system y la participaci¨®n en las campa?as italianas del aborto y el divorcio. Su primer marido, el productor Franco Cristaldi, muri¨® en una cl¨ªnica de Montecarlo el mi¨¦rcoles por la noche. Ella lo supo mucho m¨¢s tarde.La raz¨®n de que aceptara la nueva versi¨®n de la Pantera Rosa fue que ten¨ªa ganas de re¨ªr, despu¨¦s de interpretar a tina madre con un hijo drogadicto y documentarse, en la vida real. Del movimiento feminista se distanci¨® cuando se dio cuenta de que la estaban utilizando. Aunque es consciente de que lo mismo puede ocurrir con su toma de partido contra la droga y apoyando la investigaci¨®n del sida, considera que son problemas demasiado trascendentes para que ello le importe. ?Qu¨¦ liar¨ªa usted en una fiesta donde se tomaran drogas? "Esa es una buena pregunta", dice. Y se queda pensando. "Yo me marchar¨ªa. Otra actitud ser¨ªa complicidad".
Babelia
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