Las enso?aciones de un paseante solitario

No hace falta recordar, a estas alturas, c¨®mo la trayectoria creativa de Richard Long (Bristol, 1945) se ha desarrollado por unos derroteros tan particulares y espec¨ªficos que ha acabado por devenir, en su misma especificidad, una suerte de lenguaje personal tan caracter¨ªstico que se presenta susceptible de enlazar a¨²n con la idea de aquellas mitolog¨ªas individuales, hoy tan irrepetibles, aparecidas en el coraz¨®n de los a?os setenta. Y como tal mito, presenta, ahora por primera vez, una exposici¨®n personal en Barcelona. Y como tal mito, tambi¨¦n, su obra sigue siendo igual de contundente, aunque no por ello menos predecible o esperable por lo que a resultados y repertorios formales se refiere.Los cinco enormes c¨ªrculos realizados con piedra de El Figuer¨® instalados en el Espal Poble Nou -adem¨¢s del v¨ªdeo Stones and Flies-, ofrecen al espectador algo m¨¢s que la quintaesencia desnuda del trabajo del artista y algo m¨¢s que la mera perpetuaci¨®n de sus sistemas s¨ªgnicos tradicionales desarrollados a partir del uso de las l¨ªneas, los c¨ªrculos, las circunferencias y los senderos realizados con materiales (piedras, maderas, ramas) encontrados en los lugares visitados: ofrecen la posibilidad de descubrir una pr¨¢ctica del arte profundamente enraizada, a pesar de su apariencia simple y desprovista de toda ret¨®rica ambiental, en los campos profundos de las experiencias del artista entendido como sujeto activo y creador, una pr¨¢ctica del arte que no se reduce a un comportamiento meramente productivo, sino que enlaza con las concepciones de la creaci¨®n puestas en circulaci¨®n por un buen n¨²mero de artistas m¨¢s preocupados por las relaciones entre el pensamiento y la experiencia que por la materializaci¨®n efectiva o perdurable de sus planteamientos.

Itinerarios

Cabr¨ªa recordar aqu¨ª la extensa serie de trabajos de Long dedicados a explicitar las longitudes y los itinerarios de sus paseos y caminatas por los lugares del mundo que ¨¦l ha recorrido, y a lo largo de los cuales las fotograf¨ªas realizadas muestran la multitud de obras dejadas en el camino, sur place, ya sean c¨ªrculos de piedras, l¨ªneas de ramas, l¨ªneas marcadas por el paso reiterado o c¨ªrculos de :rastros, estableciendo de este modo un probable s¨ªmil con aquellas enso?aciones que reflejaba el paseante de Rousseau.M¨¢s que de obras en concreto -sujetas a plausibles variaciones coyunturales-, cabr¨ªa hablar esencialmente de una obra, de una trayectoria explicitada en multitud de formas y bajo diversas apariencias, realizadas en solitario o en colaboraci¨®n (con Hamish Fulton, por ejemplo), una sola obra que, a pesar de su visible reiteraci¨®n -casi una continua repetici¨®n-, se contempla como un corpus homog¨¦neo, sujeto siempre a las mismas variables, huyendo de la idea evolucionista del arte y perpetu¨¢ndose en su misma insistencia: el azar de los itinerarios y de sus resultados, el rechazo de la noci¨®n de lo representacional, la presencia ineludible del tiempo, el uso del lenguaje como herramienta descriptiva pero cargada de connotaciones po¨¦ticas, el peso de la memoria y un permanente retorno a una particular idea de relaci¨®n del artista con la naturaleza, cuyos paisajes evidencia no s¨®lo su profundo conocimiento, sino tambi¨¦n su inamovible necesidad.