El distrito de Matanzo sigue acumulando miserias
El distrito Centro es el reino de la suciedad, la droga, la degradaci¨®n social, la delincuencia m¨¢s baja y la ruina arquitect¨®nica. Lo sabe todo Madrid. Por eso el 93,2% de los vecinos preguntados por el Ayuntamiento se mostraban de acuerdo con una iniciativa para mejorar la imagen de la zona. Muchos de sus viejos habitantes se resisten a dejarse expulsar de su barrio por los drogadictos que han tomado calles, portales y jardines, y reclaman las unidades de vigilancia para las zonas m¨¢s conflictivas del distrito que el Partido Popular prometi¨® crear. En total, el programa electoral del PP inclu¨ªa 46 propuestas para Centro. Para realizarlas, la junta dispone de 151 millones de pesetas.
En la plaza de Santa Ana, un yonqui camina en c¨ªrculos, como un animal enjaulado, junto a unos ni?os que se divierten espantando palomas. Un perro mea en la pierna de un borracho, que luego le reclama al due?o del animal "algo para el tinte". Edificios resquebrajados -se sostienen a duras penas. Una prostituta desdentada y casi agonizante discute en el vest¨ªbulo del cine Carretas con el guarda Jurado, que lleva al cinto un anticuado rev¨®lver. A pocos pasos, una tienda exhibe unas pinzas surafricanas para castrar cerdos. ?ste es el distrito que preside ?ngel Matanzo, un cambalache de miserias y grandezas, donde uno puede encontrar tantos anticuarios como tiendas de sexo. Un 93% de los madrile?os reclama una actuaci¨®n en esta ¨¢rea de la ciudad, seg¨²n un sondeo-encuesta realizada por Sigma Dos para el Ayuntamiento [ver EL PA?S del s¨¢bado 11]. Para los madrile?os, el distrito Centro es el m¨¢s conflictivo de Madrid: degradaci¨®n urban¨ªstica, droga, prostituci¨®n, robos... El barrio m¨¢s hermoso y antiguo de la ciudad es uno de los m¨¢s deteriorados.Lo m¨¢s caracter¨ªstico es el contraste entre el monumento y la ruina, el joven inmigrante marroqu¨ª y el anciano castizo, el lumpen y la m¨¢xima exquisitez. En cada esquina puede aparecer el alma en pena de alg¨²n ilustre escritor, el cuerpo peludo y h¨²medo de una rata o las piernas de alambre de los toxic¨®manos buscando una dosis de ambros¨ªa venenosa..
Calles de 'camellos'
Algunas calles y plazas, como la de la Cruz, o Jacinto Benavente, se han convertido en feudos de los camellos, las prostitutas y lo
yonquis. "Antes, la calle de la Cruz era una maravilla", recuerda Jos¨¦, que naci¨® en la calle de la Paz y ha vivido siempre en la zona. "Los toreros y futbolistas se Juntaban en los bares. Ahora la gente que vive ah¨ª quiere irse"
Todos los vecinos tienen an¨¦cdotas que contar sobre la droga. Un conserje de la Junta Municipal del distrito Centro, que vive en ese mismo edificio de la plaza Mayor, narra su ¨²ltima experiencia: "Una chica joven, una drogadicta, estaba durmiendo en un banco de la plaza de Tirso de Molina, y cuando se levant¨® vimos que se hab¨ªa meado encima. Sin ninguna verg¨¹enza, se quit¨® la minifalda y las bragas y se cambi¨® de ropa all¨ª mismo, ?a plena luz del d¨ªa!".
Hace a?os tem¨ªan a los drogadictos; luego pasaron a compadecerlos; ahora ya ni siquiera les dan pena. Por lo menos eso es lo que piensa Paloma, de 33 a?os, que vive en M¨®stoles pero se ha criado en la calle de las Huertas. Sus padres, ya ancianos, residen todav¨ªa all¨ª, pero algunos de sus hijos quieren que vendan el. piso de 200 metros cuadrados. Hace tiempo que algunos vagabundos y yonquis entran en el edificio para pasar la noche. Los padres tienen miedo y no duermen. "Pero no son ellos los que tendr¨ªan que irse. Llevan aqu¨ª muchos a?os, y si les quitas el barrio, les quitas la vida", dice mientras pasea a su collie en la plaza de Santa Ana. La perra lleva un bozal: "Es que se come todo, hasta las jeringuillas, y no es plan que la perra coja el sida", dice con una sonrisa.
Quitaron el mercadillo de artesanos que hab¨ªa en Santa Ana porque hab¨ªa muchos robos, seg¨²n dice Paloma. Luego, quitaron los bancos para que los yonquis no se instalasen en ellos, pero ni as¨ª consiguieron echarlos de la plaza: se acuestan en el c¨¦sped, aunque est¨¦ lleno de cagadas de perros y todo tipo de basuras humanas.
En muchas esquinas, el hedor de los meadas espera al viandante para golpear su olfato. "No creo que haya otro barrio en Madrid tan sucio como ¨¦ste", dice Teresa, una palentina que vive en la calle de la Cabeza, desde hace m¨¢s de veinte a?os. La plaza de Vara del Rey queda asfaltada los martes y s¨¢bados con cartones, pl¨¢sticos y papeles cuando los vendedores ambulantes levantan el mercadillo. Lo mismo ocurre los domingos en las calles del Rastro hasta que pasan los barrenderos.
Ratas como gatos
En la calle de Abades, una rata observa sin verg¨¹enza a los transe¨²ntes desde los bajos de un coche aparcado encima del m¨ªnimo trozo de acera. Por su tama?o parece un gato, y no de los peor alimentados. Hay pocos sitios donde dejar el coche, y si uno tiene la suerte de encontrar un espacio -poco importa si es vado permanente o zona prohibida- es muy posible que se encuentre despu¨¦s con que le han robado o abollado el coche, si no se lo ha llevado la gr¨²a.
Por eso muchos conductores optan por aparcar en doble fila, encima de la acera o en zona de peatones, para poder controlar su veh¨ªculo desde el bar o restaurante adonde van.
Los vecinos de toda la vida casi han olvidado el Madrid de las sillas de mimbre a la puerta de las casas, aunque todav¨ªa se conserva algo de ese ambiente de pueblo grande: "Ayer mismo dos vecinas montaron un esc¨¢ndalo tremendo de ventana a ventana, supongo que por algo de los ni?os", cuenta divertida la due?a de un bar de la calle Arganzuela.
A Matanzo le conocen por ser vecino. A unos les parece "un d¨¦spota". Otros, como Teresa, "le votar¨ªa cien veces". Para el presidente de la Asociaci¨®n de Vecinos y Comerciantes de la plaza Mayor, Jes¨²s Jim¨¦nez, no s¨®lo hace bien su trabajo, sino, que adem¨¢s sintoniza perfectamente con lo que el barrio quiere: "Matanzo es consciente de que el centro necesita una cosa: ponerse manos a la obra".
Desde luego, las obras no se echan en falta en el distrito. Los andamios y escombros dificultan el paseo de los peatones en las aceras. Algunas calles han sido levantadas varias veces para sustituir tuber¨ªas viejas o instalar conducciones de gas ciudad.
A pocos metros del Ministerio de Asuntos Exteriores, un solar amurallado en la calle de la Cabeza albergaba hasta hace 15 d¨ªas un par de chabolas donde viv¨ªan dos hombres y una pareja. En la calle de la Bolsa un edificio de apartamentos de lujo y un restaurante de post¨ªn dan el contrapunto a la ruina de dos edificios que esperan a que Patrimonio del Estado decida su futuro. Son, en definitiva, sorbos del mismo c¨®ctel agridulce.
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