Los velos de Arabia
Arabia Saud¨ª -¨²nico Estado del mundo que lleva el nombre de una familia- es, sin duda, el m¨¢s insondable de los pa¨ªses ¨¢rabes. Evidentemente, todo el mundo sabe que al amparo de su territorio se. encuentran los lugares santos del islam, La Meca y Medina, y que es uno de los mayores productores de oro negro. Religi¨®n y petr¨®leo son los dos triunfos del poder¨ªo de los pr¨ªncipes que gobiernan . el pa¨ªs, pero que no gustan demasiado de que se levanten los velos que envuelven sus asuntos internos.Pa¨ªs de contrastes, donde la voluntad de modernizar debe acomodarse con el conservadurismo m¨¢s retr¨®grado. As¨ª, el pr¨ªncipe Sult¨¢n Ben Salman se convirti¨® en 1985 en el primer astronauta ¨¢rabe y musulm¨¢n de la historia, pero, en noviembre de 1990, unas cincuenta mujeres -profesoras, m¨¦dicas, esposas de notables- se manifestaron por las calles de Riad, al volante del coche del marido, para conseguir que las saud¨ªes tuvieran derecho a conducir. ?Fueron sancionadas severamente!
La guerra del Golfo ha traumatizado a la sociedad, contribuyendo a poner al pa¨ªs ante dif¨ªciles alternativas en todos los planos: social, religioso, cultural, pol¨ªtico, regional. La alianza con Estados Unidos, el encuentro en Washington entre el embajador saud¨ª, pr¨ªncipe Bandar Ben Sult¨¢n, y un grupo de jud¨ªos norteamericanos, la presencia en el pa¨ªs -considerada una provocaci¨®n- de mujeres militares de Estados Unidos, la manifestaci¨®n de las saud¨ªes, forman parte de unos acontecimientos que han trastornado los ¨¢nimos y han prendido fuego a la p¨®lvora.
Los saud¨ªes, a ra¨ªz de la guerra, han descubierto con estupefacci¨®n que buen n¨²mero de los partidos islamistas que financiaban, como el Frente Isl¨¢mico de Salvaci¨®n argelino, hab¨ªan tomado partido a favor de Irak y hab¨ªan objetado la custodia de los lugares santos por parte de los Sa¨²d. J¨®venes radicales religiosos han inspirado una protesta contra el poder que tuvo su punto ¨¢lgido entre noviembre de 1991 y enero de 1992. Unos diez mil casetes circularon entonces por todo el pa¨ªs, criticando, entre otros, al movimiento de las mujeres, el proceso negociador ¨¢rabe-israel¨ª e incluso a la familia real.
Las autoridades reaccionaron enseguida, haciendo detener a los menores, prohibiendo a los adversarios religiosos la libertad de movimientos e instalando en su lugar, como imames de las mezquitas, a elementos seguros. Posteriormente, el rey Fahd hizo honor a una promesa hecha en 1981, en calidad de pr¨ªncipe heredero, y renovada en octubre de 1990, en plena crisis del Golfo: en marzo pasado proclamaba la adopci¨®n de una ley fundamental, presentada como una especie de Constituci¨®n, y la creaci¨®n de un Majlis al Chura, o Asamblea consultiva.
Equivocadamente comparada a un Parlamento, puesto que sus 60 miembros no son elegidos, sino designados por el rey, esta Asamblea puede ser disuelta en cualquier momento antes de que expire su mandato de cuatro a?os. Un tercer decreto real, de car¨¢cter m¨¢s administrativo, concern¨ªa a la organizaci¨®n de las provincias. Sin minimizar el inter¨¦s de estas reformas sin precedentes en el reino saud¨ª, es preciso decir que no alteran fundamentalmente el funcionamiento del pa¨ªs: la primac¨ªa de los Sa¨²d permanece intacta, as¨ª como los poderes del rey Fahd. Por lo que respecta a los religiosos, ¨¦stos quedan en lo sucesivo firmemente controlados por dos jeques particularmente fieles a la dinast¨ªa: Abdul Aziz Ben Baz y Mohamed Saleh Othaimin.
El poder pol¨ªtico y econ¨®mico lo detenta principalmente la familia real, que consta de 5.000 a 7.000 miembros. Est¨¢ dividida en tres corrientes principales, que a veces se oponen mutuamente en el marco del clan, pero que saben tambi¨¦n repartirse las tareas y unirse para hacer frente a las amenazas exteriores.
La corriente dominante es la del rey Fahd y sus seis hermanos nacidos de la misma madre, Hassa el Sudeiri, mujer fuerte que mantiene la solidaridad del clan familiar. Incluye a los pr¨ªncipes Nayef, ministro del Interior; Sult¨¢n, ministro de Defensa; Salman y Ahmad, gobernador y subgobernador, respectivamente, de Riad; Abdul Rahman, viceministro de Defensa. Por haberse casado con una mujer no perteneciente a la familia, Turki ha quedado fuera de juego y vive exiliado en El Cairo. Asimismo, hay que tener en cuenta a sus hijos, en particular a los del soberano: Faisal, ministro de la Juventud, y Sa¨²d, n¨²mero dos de los servicios de Informaci¨®n. Por a?adidura, gran parte de la prensa ¨¢rabe en el extranjero est¨¢ en manos de miembros de esta corriente, concretamente de Khaled Ben Sult¨¢n.
La corriente del pr¨ªncipe heredero, Abdallah, jefe de la Guardia Nacional, agrupa instintivamente a los antisudeiris. Dado que entre ellos existe menos uni¨®n, Abdallah se ve forzado a transigir con el rey a fin de conservar sus funciones y garantizar sus posibilidades como sucesor, pues su t¨ªtulo de heredero, adquirido en re?ida lucha, le puede ser retirado.
La tercera corriente est¨¢ compuesta por los hijos del rey Faisal, asesinado en 1975. Fue ¨¦l quien consolid¨® la obra de Abdul Aziz el Grande, fundador del reino en 1932, y quien moderniz¨® el pa¨ªs, introduciendo, entre otras cosas, la ense?anza. Sus hijos forman una solidaridad aparte y se dedican a conservar su influencia, para as¨ª poder arbitrar entre las dos primeras corrientes. Varios de ellos detentan importantes responsabilidades, como Sa¨²d el Faisal, ministro de Asuntos Exteriores, y Turki, n¨²mero uno de los servicios de informaci¨®n.
Comparada con la familia real, la oposici¨®n aparece embrionaria y falta de organizaci¨®n. Sofocada por el poder, vive pr¨¢cticamente en la clandestinidad o en el exilio. Est¨¢ compuesta por movimientos y corrientes muy diversos que van, por usar la terminolog¨ªa occidental, de la extrema derecha a la extrema izquierda.
En primer lugar existe la corriente integrista del Najd, provincia natal de los Sa¨²d, que agrupa a los duros del rito wahabita, dominante en el pa¨ªs y de por s¨ª particularmente rigorista. En el lado opuesto se sit¨²an los aproximadamente 500.000 shi¨ªes del reino. Se les desprecia en tanto que cism¨¢ticos, se les teme porque est¨¢n concentrados en la zona petrol¨ªfera, donde podr¨ªan provocar disturbios, y se les vigila bajo la sospecha gubernamental de ser la quintacolumna de Ir¨¢n, basti¨®n del shi¨ªsmo.
En el centro se situar¨ªan los intelectuales liberales, industriales y hombres de negocios que en general se han formado en las universidades norteamericanas. Constituyen una burgues¨ªa y ans¨ªan la puesta en marcha de un proceso democratizador que les permitir¨ªa el acceso efectivo al poder. La instauraci¨®n del Majlis al Chura ha sido un paso en esa direcci¨®n por parte de la monarqu¨ªa, pero los intelectuales lo consideran insuficiente. Conviene mencionar, por ¨²ltimo, a los movimientos de izquierda, entre otros el Partido de Acci¨®n Socialista y el Partido Comunista Saud¨ª, naturalmente prohibidos en el pa¨ªs.
Hasta hoy, el r¨¦gimen hab¨ªa conseguido dominar la relaci¨®n de fuerzas en el interior, contener el empuje de los nacionalistas ¨¢rabes republicanos y modernistas, de Nasser a Sadam Husein, y mantener a raya las intentonas de golpe militar. ?Podr¨¢, sin embargo, el r¨¦gimen saud¨ª mantener por mucho tiempo al pa¨ªs al abrigo de los movimientos que sacuden a las rep¨²blicas musulmanas de Asia central y de las aspiraciones democr¨¢ticas que empiezan a manifestarse en la regi¨®n? En cualquier caso, le es ya m¨¢s dif¨ªcil mantener los velos que ocultaban las rivalidades internas.
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