El anacronismo del h¨¦roe
El cuerpo hinchado y roto del ex boxeador Urt¨¢in se parece a esos cad¨¢veres de ahogados que arrojan a una playa sucia las turbulencias del mar. A Urt¨¢in lo ha devuelto fugazmente el suicidio a una notoriedad p¨®stuma de primera p¨¢gina, pero dentro de unos pocos d¨ªas las aguas del olvido, m¨¢s crueles o ecu¨¢nimes que las del mar, volver¨¢n a trag¨¢rselo para siempre, no sin que los peri¨®dicos hayan chorreado las pertinentes dosis de lirismo sobre los juguetes rotos del boxeo y la pedagog¨ªa del triunfo y la ca¨ªda. Pero la desgracia de un hombre que al filo de los 50 a?os lo ha perdido todo y no posee nada m¨¢s que la lealtad del alcohol y los delirios pat¨¦ticos de su juventud no es en modo alguno infrecuente, y basta caminar con los ojos abiertos por cualquier ciudad para saberlo: lo que tiene de singular la muerte de Urt¨¢in es que su triste celebridad recobrada de unos d¨ªas nos devuelve al tiempo en que nos alimentaban de mitos como ¨¦l, a una memoria de televisores en blanco y negro de ni?os prodigio y h¨¦roes deportivos recibidos en audiencia por el general Franco.Borges dec¨ªa que lo peor de las dictaduras es que fomentan la estupidez: sin duda fuimos, casi todos nosotros, rematadamente imb¨¦ciles, y en los cines de verano, sentados junto a nuestros padres, nos estrangulaba la congoja al ver llorar a Joselito, el peque?o ruise?or, y nuestras hermanas sonaban con ser rubias y con parecerse a Marisol, y bram¨¢bamos de, orgullo patri¨®tico con las victorias del Real Madrid en la Copa de Europa, con el triunfo de Massiel en Eurovisi¨®n (en v¨ªsperas, por cierto, del luego tan a?orado Mayo del 68), con las payasadas de El Cordob¨¦s, con las chuler¨ªas verbales de Jos¨¦ Legr¨¢ y los combates fulminantes de Urt¨¢in. El nazismo alem¨¢n propag¨® abrumadoras mitolog¨ªas wagnerianas, im¨¢genes de colosos rubios que igual lanzaban jabalinas que gaseaban jud¨ªos. Mussolini impuso una est¨¦tica entre deportiva y art d¨¦co que no era del todo ajena a los disparates ret¨®ricos. de las primeras vanguardias. El franquismo, que era un fascismo amodorrado de mesa camilla y sacrist¨ªa, administr¨® a sus s¨²bditos un Olimpo mucho m¨¢s menesteroso, un cat¨¢logo de ni?os prodigio cabezones que conservaban en las rodillas toda la escualidez, del hambre, de boxeadores fantasmones, toreros p¨ªcaros, cantantes que se revelaban al mundo en el Festival de Benidorm y cantaoras momificadas que rend¨ªan homenaje en bata de cola al caudillo y a do?a Carmen Polo de Franco, en las recepciones de La Granja.
Pero todos aquellos h¨¦roes de nuestra estupidez duraron menos que la dictadura. Yo creo que acab¨® con ellos la televisi¨®n en color. Mirados retrospectivamente, sus d¨ªas de gloria no son menos pat¨¦ticos que los de su larga decadencia. Lo que nos desconcierta cuando logran emerger del olvido no es la ruina de sus facciones o de sus biograf¨ªas, sino el simple hecho de que a¨²n est¨¦n vivos, como criaturas antedilu
antediluvianas que hubieran sobrevivido por milagro o error al cataclismo que aboli¨® su especie. Joselito, el peque?o ruise?or, result¨® ser el verano pasado un convicto de tr¨¢fico de drogas que regentaba un s¨®rdido pub en las afueras de un pueblo de Albacete; El Cordob¨¦s, que hab¨ªa triunfado en las plazas de toros donde fulguraban las melenas rubias de las turistas extranjeras, volvi¨® a aparecer en los peri¨®dicos por culpa de una reyerta de borrachos; Jos¨¦ Legr¨¢, al que todo el mundo le re¨ªa las bravatas en los mostradores de los bares con televisi¨®n, es un pobre hombre que balbucea confusamente separando apenas los labios, mir¨¢ndose fijamente ,como con asombro, las manos gesticuladoras e in¨²tiles.
Sin duda ha de ser dif¨ªcil vivir cuando se pertenece a un tiempo extinguido, pero m¨¢s a¨²n cuando se han encarnado mentiras o sue?os en los que ya nadie cre¨¦, s¨®lo uno mismo. El presente y la realidad adquieren entonces las apariencias de una pesada alucinaci¨®n. Dicen que Urt¨¢in se emborrachaba en los bares cont¨¢ndoles su gloria a los desconocidos: viv¨ªa en la edad olvidada de las quinielas de 14, de las postales con rascacielos en las playas, de los concursos Miss Guapa con Gafas y de las, Leyes Fundamentales del Reino. Tal vez s¨®lo mir¨¦ de verdad el mundo extra?o que ten¨ªa alrededor durante las dos o tres ¨²ltimas horas de su vida, mientras volv¨ªa tranquilamente a la casa de donde lo iban a desahuciar e imaginaba el paisaje de bloques y ventanas geom¨¦tricas que ver¨ªa desde su balc¨®n.
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