Empieza la resorizaci¨®n
La afici¨®n valenciana se hab¨ªa desorizado y El Soro intent¨® resorizarla por todos los medios. Lo bueno es que no emple¨® ning¨²n m¨¦todo bastardo sino el propio de los toreros que sienten su torer¨ªa, y consisti¨® en torear. C¨®mo, ya es distinta cuesti¨®n.La afici¨®n valenciana llevaba ensorizada once a?os, que son una barbaridad, y en tanto tiempo es natural que cunda el cansancio y se produzcan deserciones. Pero cuando anteayer Enrique Ponce arm¨® en el coso aquel alboroto, la desorizaci¨®n ya fue total y los aficionados se hicieron poncistas.
No pod¨ªa El Soro aceptar este s¨²bito emponzamiento -es l¨®gico-, concert¨® recuperar de inmediato su hegemon¨ªa torera, y lo intent¨® entrando a quites en todos los toros. No es muy seguro que el poncismo antes sorista se lo agredeciera. Estos p¨²blicos que se ensoran, o se emponzan, o incluso se espartacan -de todo hay- s¨®lo aprecian lo que puede encender su triunfalismo, y ¨¦sos son los pases de muleta. No por nada, sino porque los pases de muleta est¨¢n m¨¢s pr¨®ximos a la concesi¨®n de orejas. Los quites, en cambio, quedan lejanos, y los olvidan pronto. Distinto es el caso de los aficionados sin militancia -los que le tienen afici¨®n y ley a la fiesta, no a los toreros-, los cuales, en cuanto ven algo bueno, se pasan la vida rumi¨¢ndolo. Y entre los variados quites de El Soro, hubo muy buenos lances.
Montalvo / Mu?oz, Espartaco, El Soro
Toros de Montalvo, bien presentados, fuertes y con casta, excepto 2? -Impresentable y desmochado- y 5?, ambos flojos y aborregados. Emilio Mu?oz: estocada trasera a toro arrancado y descabello (silencio); dos pinchazos, otro hondo atravesado ladeado -aviso- y dos descabellos (silencio). Espartaco: pinchazo y estocada (oreja); media (oreja). El Soro: estocada corta ladeada (aplausos); pinchazo hondo atravesad¨ªsimo escandalosamente bajo, bajonazo -aviso con retraso- y dos descabellos (aplausos y saludos). Plaza de Valencia, 24 de julio. S¨¦ptima corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Sus compa?eros de terna no es que los dieran mejores o peores: es que no dieron ni uno. Los compa?eros de El Soro, en el tercio de varas estaban de mirones y ni locos se les habr¨ªa ocurrido hacer un quite. Concretamente el compa?ero Espartaco hab¨ªa establecido su mirador a la derecha del caballo, que es lugar prohibido. No s¨®lo ¨¦l: sus banderilleros tambi¨¦n. Colocado en suerte el toro, la cuadrilla entera se situaba a la derecha, sencillamente porque les daba la gana, y aquello era un bofet¨®n a la norma y a la l¨®gica de la lidia. La afici¨®n purista estaba escandalizada y comentaba que por menos perdimos Cuba y Filipinas. Luego los toros de Espartaco eran unos borreguitos inocentes, y triunf¨® sin esforzarse. Nada especial hubo de hacer ni para dominar a los sumisos borreguitos ni para complacer al espartacado p¨²blico. Peg¨® pases sin cruzarse ni cargar la suerte, mat¨® pronto. Eso es todo.
Amostaz¨® a la afici¨®n que los ¨²nicos toritos aborregados e inv¨¢lidos correspondieran a Espartaco. La afici¨®n ya est¨¢ muy mayorcita para creer en las casualidades. Los restantes ten¨ªan trap¨ªo, fuerza y casta, y esos s¨ª que era necesario dominarlos. Emilio Mu?oz tore¨® a los suyos con vulgaridad, y despegado El Soro. No eran maneras de resorizar a nadie, mas resultaba evidente que El Soro no se fiaba de sus toros. Y ten¨ªa raz¨®n, pues el sexto le enganch¨® por la faja y le zarande¨® con la sa?a que los toros de casta ponen siempre en las cogidas. Fueron instantes angustiosos. Y cuando El Soro se incorpor¨®, y sigui¨® toreando maltrecho, a la afici¨®n valenciana le entraron remordimientos, algunos exclamaron "?Qu¨¦ hemos hecho, Deu meu!" mientras se daban de pu?adas en las barbas, y todo el mundo se empez¨® a resorizar a marchas forzadas. Si llega a matar El Soro a la primera, Valencia se habr¨ªa hecho sorista otra vez. Pero como mat¨® a la ¨²ltima, la cuesti¨®n hegem¨®nica del poncismo y el sorismo qued¨® aplazada. Hasta las Fallas.
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