Un macroespect¨¢culo de tres horas abre hoy los Juegos
Cuando falten cuatro o cinco minutos para las ocho de la tarde de hoy, acom¨®dese en su sill¨®n predilecto frente al televisor y sonr¨ªa a placer. Si no consigue alcanzar al primer intento ese estado de gracia, reconf¨®rtese pensando que usted no ha pagado las 700.000 pesetas que alg¨²n revendedor ha llegado a cobrar por una entradade tribuna para la ceremonia inaugura? de los Juegos. Ni tampoco las 46.000 pesetas que esa misma entrada costaba en taquilla. Y, sin embargo, presenciar¨¢ el espect¨¢culo y sus detalles mil veces mejor que si estuviese en las gradas del estadio Ol¨ªmpico: la ceremonia ha sido concebida al ciento por ciento para la televisi¨®n. Tanto es as¨ª, que los 65.000 espectadores del estadio ser¨¢n tambi¨¦n comparsas de la coreograf¨ªa.
Las voces de Montserrat Caball¨¦ y el difunto Freddy Mercury irrumpir¨¢n a las ocho de la tarde entonando a d¨²o la canci¨®n Barcelona. Es el punto de partida de un macroespect¨¢culo de unas tres horas de duraci¨®n y ritmo desigual que, entre las 20.45 y las 22.20, rayar¨¢ el tedio con el inacabable desfile de los deportistas. La ceremonia arranca, sin embargo, con ritmo vivo. Grupos de fanfarrias y gigantes invaden el estadio y forman la palabra hola en el centro, al comp¨¢s de la Obertura de Carles Santos.
Tras la bienvenida, aparecen las banderas y los himnos. Tres guardias urbanos engalanados portan las ense?as de Barcelona, Catalu?a y Espa?a. En ese momento preciso, la megafon¨ªa anuncia la entrada de los Reyes de Espa?a en el palco de honor. Inmediatamente suena el himno de Catalu?a y, acto seguido, el de Espa?a. Una escuadrilla acrob¨¢tica del Ej¨¦rcito del Aire remata los himnos: cinco aviones sobrevuelan el estadio dejando tras de s¨ª en el aire cinco estelas con los colores de los cinco aros.
Montserrat Caball¨¦ y Josep Carreras aparecen entonces en el escenario y cantan la sardana Benvinguts. En la pista, 610 sardanistas forman los cinco aros ol¨ªmpicos y luego un inmenso coraz¨®n que palpita al son de El cant de la senyera.
A este solemne reflejo de la identidad catalana y de su cultura, le seguir¨¢n a lo largo de la ceremonia referencias al folclor de otras comunidades de Espa?a, paso previo a la exaltaci¨®n de la civilizaci¨®n mediterr¨¢nea y de Europa.
Es el momento de la actuaci¨®n de los tamborileros del Bajo Arag¨®n, las bailarinas sevillanas y las bandas musicales valencianas. Todos ellos se re¨²nen en el centro del estadio mientras en el escenario Pl¨¢cido Domingo le canta la jota Tierra de pasi¨®n a la bailaora Cristina Hoyos, que cruza el estadio de punta a punta a lomos de un corcel jerezano.
El baile flamenco de Hoyos es, en s¨ª mismo, un argumento m¨¢s para la sonrisa placentera del telespectador: es all¨ª, en casa, donde se aprecia este n¨²mero, no en la grada. Cristina Hoyos abandona el escenario del mismo modo en que hab¨ªa llegado, cabalgando.
El plato fuerte de la ceremonia llega a eso de las 20.25, de la mano de La Fura dels Baus. El imponente montaje Mar Mediterr¨¤nia, da pie a que un H¨¦rcules daliniano cruce el sol refulgente, separe las columnas del Mediterr¨¢neo y convierta el estadio en un mar ora calmo ora enfurecido. Una nave -la cultura- inicia la traves¨ªa de ese mar de Oriente hacia Occidente, sorteando mil peligros y venciendo a monstruos y tormentas. Es el triunfo de la civilizaci¨®n mediterr¨¢nea y la fundaci¨®n de la ciudad: Barcelona.
Otro momento de regocijo para el telespectador: s¨®lo ¨¦l podr¨¢ apreciar con detalle la lucha tit¨¢nica que mantienen los tripulantes de la nave contra los monstruos marinos.
Son las 20.45, y ahora empieza el antiespect¨¢culo y, tambi¨¦n, la antitelevisi¨®n: una hora y media de desfile de deportistas. El equipo espa?ol, con el pr¨ªncipe Felipe como abanderado, cierra la comitiva. El alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, y el presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, pronuncian los discursos oficiales, y el rey Juan Carlos declara inaugurados los Juegos.
La bandera de los cinco aros entra en el estadio y es izada mientras Alfredo Kraus interpreta el himno ol¨ªmpico, tras lo cual 25 bellas modelos internacionales -otro elemento pensado exclusivamente para la televisi¨®n- reciben a otros tantos atletas.
Minutos despu¨¦s de las 22.30, la antorcha entra en el recinto portada por una mujer. ?sta pasa el fuego a un hombre y ¨¦ste a un arquero que dispara una flecha encendida hacia el pebetero: la llama de Olimpia ya alumbra en el estadio de Barcelona.
Es la hora de los juramentos ol¨ªmpicos, que preceden al despliegue de una descomunal bandera ol¨ªmpica que cubre por completo la pista del estadio, mientras suena la canci¨®n de Barcelona 92, Amigos para siempre, de Andrew Lloyd Webber. Y a su alrededor, los castellers levantan 12 torres humanas, tantas como pa¨ªses hay en la CE.
Es la hora de Europa. Y de su ¨®pera. Caball¨¦, Carreras, Berganza, Aragall, Pons y Domingo interpretan una colecci¨®n de fragmentos de arias y una voz blanca recrea el Himno de la alegr¨ªa, que tambi¨¦n lo es de Europa. El p¨²blico forma en las gradas, con linternas, las doce estrellas amarillas sobre fondo azul; el cielo revienta en mil colores y estruendos sobre el estadio. Es el final.
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