Paz en el Dni¨¦ster
EL ACUERDO de paz firmado en Mosc¨² el pasado 21 de julio, despu¨¦s de meses de guerra en las orillas del Dni¨¦ster, abre un riesqu¨ªcio a la esperanza. El conflicto enfrentaba a la Rep¨²blica de Moldavia, habitada en su gran mayor¨ªa por personas de idioma rumano, con la minor¨ªa rusohablante, residente al este del Dni¨¦ster, que hab¨ªa proclamado su propia rep¨²blica con la pretensi¨®n de alcanzar la plena independencia. Los combates, con una intensidad creciente, causaron cientos de muertos y miles de heridos, y obligaron a muchos m¨¢s a abandonar sus hogares para escapar de las matanzas y destrucciones. Horrible en s¨ª misma, esta guerra representaba un riesgo serio de convertirse en un conflicto internacional. La secesi¨®n de los rusos y ucranios del este del Dni¨¦ster era apoyada por el XIV Ej¨¦rcito de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), mientras el Gobierno de Kichinev (capital de Moldavia) recib¨ªa ayuda militar de Rumania.Es significativo que la firma del acuerdo de paz en Mosc¨² se hiciera en presencia del presidente ruso, Bor¨ªs Yeltsin; del presidente de Moldavia, Mircea Snegur, y de ?gor Smirnov, presidente de la llamada rep¨²blica rus¨®fona del Transdni¨¦ster. La paz ha sido celebrada conjuntamente por los jefes de las tropas que han estado combatiendo encarnizadamente hasta ahora. El acuerdo logrado ahora demuestra la inutilidad de unas matanzas que han costado vidas y sufrimientos indecibles. Unos pol¨ªticos sensatos hubiesen podido elaborarlo sin una guerra, provocada por la locura de los nacionalismos extremistas.
Las estipulaciones del acuerdo de paz se basan en tres puntos fundamentales: los rusohablantes permanecen dentro de Moldavia, y esta rep¨²blica conserva su integridad territorial; a la vez, gozar¨¢n dentro de Moldavia de un estatuto especial que les garantizar¨¢ el uso de su lengua y el respeto a su cultura. Adem¨¢s, en el caso de que Moldavia decidiese cambiar su actual ubicaci¨®n internacional (es decir, en la hip¨®tesis de que decidiese incorporarse a Rumania), los rusohablantes podr¨ªan hacer uso de su derecho de autodeterminaci¨®n. La filosofia de esta soluci¨®n -y por ello tiene un valor general- es la no identificaci¨®n entre estructura estatal y rasgos nacionales. Si se intentase tal identificaci¨®n se llegar¨ªa a una pulverizaci¨®n de los Estados hasta hacerlos inviables. A la vez, se dan garant¨ªas de que los diversos idiomas y culturas ser¨¢n respetados y de que habr¨¢ una coexistencia fruct¨ªfera entre ellos dentro de un mismo Estado.
Es evidente que estos principios son insoslayables para que pueda reinar un m¨ªnimo de estabilidad en numerosos Estados europeos, y especialmente en las antiguas rep¨²blicas de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En ese orden se plantea el problema particularmente agudo de los 25 millones de rusos que viven fuera de su rep¨²blica. Han sido, por lo general, unas minor¨ªas privilegiadas que representaban al pueblo dominante y ocupaban puestos dirigentes. El proceso por el que ahora pasen a ser minor¨ªas normales, privadas de los privilegios del pasado, entra?a en s¨ª dificultades. Pero ¨¦stas pueden alcanzar una gravedad imprevisible si se impone un extremismo nacionalista antirruso en algunas de las rep¨²blicas que han recuperado su independencia.
El caso m¨¢s escandaloso es el de Letonia y Estonia, que han aprobado leyes privando a la poblaci¨®n de origen ruso, muy numerosa en ambos pa¨ªses, del derecho de ciudadan¨ªa: no podr¨¢n votar ni tendr¨¢n derechos iguales en materia de propiedad. Al establecer una categor¨ªa de habitantes discriminados se crean las peores condiciones para la estabilidad interna de esas rep¨²blicas. Rusia se ha comprometido a retirar en un plazo breve las tropas que a¨²n se encuentran en los pa¨ªses b¨¢lticos, pero dicha evacuaci¨®n ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil si los rusos son maltratados jur¨ªdicamente. Por otra parte, tales medidas llevar¨¢n inevitablemente a exacerbar el nacionalismo ruso, lo que de ninguna forma conviene a la tranquilidad de Europa.
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