No lo dude m¨¢s: vaya a la Expo

S¨¦ de gran n¨²mero de personas que no se atreven a ir a la Expo por un infundado temor al calor de Sevilla, al cansancio y a los precios.Acabo de regreser de all¨ª y me creo en el deber de animarles a que desechen esas prevenciones y no se queden sin ver aquella maravilla, que jam¨¢s olvidar¨¢n.

?Calor? No se les ocurra quedarse media hora al sol sin nada a la cabeza, en pleno solazo. D¨¦se cuenta de que, aparte de la sombra proyectada por los grandiosos edificios, hay tupidas enramadas, anchas y muy largas, que entoldan las principales avenidas y dejan caer una lluvia tenue y fresca. Por a?adidura, buena parte del tiempo se pasa en el interior de los pabellones.

?Cansancio? No tanto, toda vez que los espect¨¢culos que, en vivo o en gigantescas proyecciones, se celebran en tales edificios le retendr¨¢n sentado un buen rato de cuando en cuando.

?Precios abusivos? Los publicados por los hoteles de lujo y no de lujo han asustado al p¨²blico espa?ol y extranjero. Mas, si usted, como yo, dispone de poco dinero, no se amilane, prepare su pic-nic y encam¨ªnese al llamado Palenque, donde, sentado en la mesa de un bar o en una grada del anfiteatro, tendr¨¢ en torno suyo un panorama fant¨¢stico que vale cien mil veces m¨¢s que el de ese merendero de las afueras al que ha ido alg¨²n domingo.

Los renglones precedentes no son propaganda cobrada. Son una espont¨¢nea efusi¨®n bienintencionada de un madrile?o que siente pena de quienes, por prejuicios no reales, pueden castigarse a s¨ª mismos a no ver la Expo 92.-