Cosecha deportiva
EL DEPORTE de alta competici¨®n no es el fruto raro de las habilidades excepcionales de unos pocos seres elegidos por la fortuna o por la gen¨¦tica. Atletas de la envergadura de Ferm¨ªn Cacho o de Antonio Pe?alver no surgen de la nada como meteoritos perdidos. Durante muchos a?os, la ausencia de pol¨ªtica deportiva, de instalaciones y, simplemente, de cultura iba acostumbrando a los ciudadanos espa?oles a conformarse con los m¨¢s lamentables papeles en las competiciones internacionales, s¨®lo moteadas por estrellas fugaces que surcaban durante un instante el firmamento y permit¨ªan acentuar todav¨ªa m¨¢s la g¨¦lida soledad del paisaje. Simplemente, Espa?a no exist¨ªa deportivamente en la escena internacional porque no exist¨ªa en ninguna otra escena.La transici¨®n desde el desierto deportivo hasta la cosecha recogida en los Juegos de Barcelona, con 13 vencedores ol¨ªmpicos y un total de 22 medallas -ocho de ellas conseguidas por mujeres-, se explica precisamente por el cambio que ha. sufrido la sociedad espa?ola en los ¨²ltimos 20 a?os. Espa?a ya es en deporte lo que es en todos los terrenos: una potencia media muy destacada, que cuenta en la vida de las naciones y que tiene un papel y una voz en el mundo. No deja de ser curioso que la transici¨®n deportiva haya llegado mucho m¨¢s tarde que las otras transiciones, y a una d¨¦cada y media de la transici¨®n pol¨ªtica.
Lo cierto es que los ciudadanos espa?oles pueden estar satisfechos de los ¨¦xitos obtenidos en Barcelona. No por arrogancia nacionalista, sino por algo tan simple como es la comprobaci¨®n de que los j¨®venes de este pa¨ªs, cuando cuentan con medios y con el apoyo y la confianza de la sociedad y de las instituciones, tienen tambi¨¦n oportunidad de llegar a lo m¨¢s alto.
No hay, adem¨¢s, matizaciones en el ¨¦xito espa?ol en estos Juegos. Cuatro medallas se han obtenido en la disciplina reina de los Juegos, el atletismo, en directa competici¨®n con aut¨¦nticos mitos del deporte. Los sarcasmos mal¨¦volos que rodearon los primeros ¨¦xitos, cuando incumb¨ªan a disciplinas muy especializadas, como el kil¨®metro lanzado en ciclismo, caso de Jos¨¦ Manuel Moreno, o a campeones formados en el extranjero, como Mart¨ªn L¨®pez Zubero, se convirtieron en rictus de metedura de pata a la llegada de los triunfos posteriores, que sit¨²an a los deportistas espa?oles en un lugar privilegiado de disciplinas tan distintas como la vela, el yudo o la gimnasia r¨ªtmica, entre muchas otras. Basta con observar los numerosos j¨®venes que han llegado a las finales y que en muchos casos han obtenido diploma ol¨ªmpico.
Todo esto ha requerido dinero, mucho dinero. Es cierto. Sin medios no hay ni buenos materiales ni buenos entrenadores ni posibilidad de dedicaci¨®n. Pero el dinero ha sido fruto de una inteligente pol¨ªtica deportiva, en la que ha contado tambi¨¦n la exigencia de resultados por parte de las empresas patrocinadoras y el control t¨¦cnico de las federaciones por parte del Consejo Superior de Deportes (CSD). Las federaciones no han tenido m¨¢s remedio que modernizarse y poner a los deportistas en manos de los especialistas t¨¦cnicos. Eso, que parece obvio, se hab¨ªa puesto en marcha en el deporte espa?ol tan s¨®lo en contad¨ªsimas ocasiones.
El ¨¦xito, adem¨¢s, es el del consenso de las instituciones. Cada uno ha cumplido con su papel. El Comit¨¦ Ol¨ªmpico Espa?ol (COE), con Ferrer Salat, buscando dinero en las empresas privadas; el CSD, con G¨®mez Navarro, exigiendo objetivos a los deportistas, pero tambi¨¦n apoy¨¢ndoles en los malos momentos, y las autonom¨ªas, potenciando el deporte en zonas que hab¨ªan estado olvidadas.
Hay que seguir con esta pol¨ªtica -que se ha demostrado eficaz-, como propugna el Rey en estas p¨¢ginas. Los resultados de Barcelona 92 deben convertirse ahora en posiciones conquistadas que permitan avanzar todav¨ªa m¨¢s. Buscar ahora protagonismos s¨®lo puede conducir a pugnas en el futuro que impidan repetir el ¨¦xito y que devuelvan al deporte espa?ol a la situaci¨®n de furg¨®n de cola en la que se encontraba.
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