Un nuevo S¨¢hara
Herencia de la aventura colonial, el S¨¢hara no ha cesado de ejercer desde finales del siglo XIX una cierta fascinaci¨®n para los espa?oles, franceses e italianos. Pero paralela a la rom¨¢ntica seducci¨®n que el desierto nos inspira est¨¢ la realidad. Una realidad que se sit¨²a s¨®lo a tres o cuatro horas de avi¨®n del sur de Europa, pero que generalmente es ignorada, si dejamos a un lado a un pu?ado de privilegiados, porque los medios de comunicaci¨®n no hablan apenas de ella.Es cierto que las fases violentas de algunos conflictos la han hecho foco moment¨¢neo de atenci¨®n: el que opone peri¨®dicamente a Chad y Libia desde que este pa¨ªs ocup¨® la banda de Acuzu en 1973; el que, desde 1975, ha enfrentado al Frente Polisario y Marruecos o el que, m¨¢s recientemente, ha levantado a los tuaregs de Mal¨ª y N¨ªger contra los dirigentes negros en el poder.
A pesar de los conflictos, la realidad, literalmente asombrosa, se resume en una frase: de Mauritania a Libia, el S¨¢hara magreb¨ª se ha transformado m¨¢s en 30 a?os que en tres milenios. El petr¨®leo, las independencias y las guerras son el origen de esta espectacular evoluci¨®n. Merece que se le consagren algunas l¨ªneas...
La primera cosa que se puede constatar es que la civilizaci¨®n beduina est¨¢ en v¨ªas de desaparici¨®n, porque los n¨®madas se sedentarizan cada vez m¨¢s.
El Estado-naci¨®n centralizado ha desconfiado siempre de los n¨®madas y ha intentado obstinadamente asentarlos. De Tr¨ªpoli a Nuakchot, pasando por T¨²nez, Argel y Rabat, los Gobiernos de los pa¨ªses que acababan de acceder a la independencia no escaparon a esa regla, preocupados como estaban por controlar las fronteras heredadas de la colonizaci¨®n para marcar claramente su soberan¨ªa.
El descubrimiento del petr¨®leo, en los a?os cincuenta en Libia y en Argelia y m¨¢s tard¨ªamente en T¨²nez, gener¨® industrias que atrajeron a los hombres de las tribus, especialmente a los tuaregs bereberes. La guerra del S¨¢hara occidental y la construcci¨®n por los marroqu¨ªes de muros defensivos a lo largo de las fronteras del territorio en litigio han dado un golpe fatal a los grandes n¨®madas de las tribus inauras arabizadas, incluidos los c¨¦lebres reguibat. De buena o mala gana, los saharauis que se unieron al Frente Polisario se asentaron en la regi¨®n de Tinduf, mientras que los dem¨¢s se sedentarizaron en El Aai¨²n, Daffia, Smara. La guerra y la sequ¨ªa han producido un resultado an¨¢logo en Mauritania: fundada por Oxild Daddah en 1958, Nuakchot concentra hoy cerca de un cuarto de la poblaci¨®n del pa¨ªs. En Argelia y en Libia, el peque?o nomadismo no sobrevive m¨¢s que gracias a las nuevas ciudades recientemente creadas.
El genial Ibn Jald¨²n (1332-1406), antecesor de la sociolog¨ªa, hac¨ªa notar ya con gran pertinencia: "La ruda vida del desierto ha precedido a la molicie de la vida sedentaria. Tambi¨¦n la urbanizaci¨®n es el objetivo al que tiende el beduino. Desde el momento en que posee lo suficiente como para prepararse para lo superfluo, lleva una vida agradable y se somete al yugo de la ciudad. Es el caso de todas las tribus beduinas. Los sedentarios, por el contrario, no tienen ning¨²n deseo de vivir en el desierto, salvo en caso de urgente necesidad o de disminuci¨®n de su nivel de vida ciudadana".
De hecho, al comienzo de las independencias, a los magreb¨ªes del Norte les repugnaba ir al Sur. Despu¨¦s, el movimiento se invirti¨® mientras, paralelamente, se aceleraba la urbanizaci¨®n. La poblaci¨®n del S¨¢hara argelino pas¨® de 50.000 habitantes en 1965 a 1,3 millones en 1977 y a m¨¢s de dos millones en 1990; la del S¨¢hara tunecino, que era de 90.000 almas en 1956, se ha m¨¢s que duplicado, y la del S¨¢hara marroqu¨ª pas¨® de 550.000 habitantes en 1971 a 750.000 en 1982 para situarse en cerca de un mill¨®n en 1992. El S¨¢hara magreb¨ª est¨¢, pues, tres veces m¨¢s poblado hoy que hace 30 a?os.
A los funcionarios, nombrados de oficio por un Gobierno central deseoso de reforzar su dominio, se ha unido con el paso de los a?os gente privada atra¨ªda por el gran Sur: ingenieros, hombres de empresa, arquitectos, m¨¦dicos. Hasta los n¨®madas son mutantes que hacen unas veces de obreros de f¨¢bricas y otras de jardineros del desierto o gu¨ªas tur¨ªsticos.
Petr¨®leo, gas, fosfatos (en Marruecos y T¨²nez), cobre (en Mauritania), uranio (en N¨ªger), han permitido crear bases de vida. Otros minerales (fluorina, manganeso, oro, platino, wolframio ... ) no se explotan todav¨ªa industrial o sistem¨¢ticamente. Eso queda para el siglo XXI.
Contrariamente a lo que uno podr¨ªa imaginar en principio, es en el terreno agr¨ªcola en donde las mutaciones son m¨¢s espectaculares. Exceptuando en la producci¨®n de d¨¢tiles, el S¨¢hara estaba descuidado; ahora se le considera una reserva territorial que podr¨ªa contribuir a reducir un d¨¦ficit alimentario que se viene agravando desde hace 30 a?os, especialmente en Argelia. Libia, por su parte, se ha convertido en autosuficiente en fruta y hortalizas.
Todos los enamorados del desierto y los oasis conocen la teor¨ªa de las tres capas de cultivo, expuesta por primera vez por Plinio: la palmera, con cabeza en el cielo y los pies en el agua, representa la capa superior; los ¨¢rboles frutales prosperan en la intermedia, mientras que en.la inferior, a ra¨ªz del suelo, el hombre del oasis cultiva zanahorias, pepinos y otras hortalizas.
Pues bien, esta teor¨ªa est¨¢ superada. Los modernos agr¨®nomos de los oasis han notado que un palmeral donde los ¨¢rboles est¨¢n demasiado juntos favorece una humedad en la capa inferior que constituye un temible medio para los par¨¢sitos. En los nuevos palmerales, las palmeras est¨¢n espaciadas (no m¨¢s de 100 por hect¨¢rea), y en cuanto es posible se aclaran los viejos; en cuanto a las hortalizas, se cultivan en los bordes, bajo invernaderos o, m¨¢s exactamente, bajo pl¨¢sticos para aprovechar mejor el sol y mejorar el rendimiento.
La exportaci¨®n de d¨¢tiles, favorecida por la extensi¨®n de la red de carreteras en el S¨¢hara magreb¨ª, ha incitado a los n¨®madas-campesinos a sustituir las especies comunes por la defic¨ªosa e incomparable deglett nour (dedo de luz). As¨ª, s¨®lo en T¨²nez, la producci¨®n de esta ¨²ltima ha pasado en 30 a?os (1958-1988) de 5.500 a 25.000 toneladas.
El gran problema sigue siendo, evidentemente, el del agua. Por el momento ha sido resuelto, entre otras maneras, mediante la motobomba, que permite llegar, sin agotarse, hasta el manto fre¨¢tico. Pero ?durante cu¨¢nto tiempo se podr¨¢ bombear, como hacen los libios, un agua f¨®sil que no se renueva para alimentar con ella su gran r¨ªo artificial inaugurado en 1991? ?Veinte a?os?
Los libios me han asegurado que cuentan con los progresos que para entonces se habr¨¢n hecho en el manejo de la energ¨ªa solar para desalinizar el agua del mar a bajo precio; entonces invertir¨ªan el curso del r¨ªo artificial (de anchas canalizaciones), que ir¨ªa desde el Mediterr¨¢neo hacia el desierto... ?Ciencia-ficci¨®n o espejismo? El futuro lo dir¨¢, pero ser¨¢ demasiado tarde para prevenir una cat¨¢strofe ecol¨®gica.
Como se ve, el progreso de la ciencia y la tecnolog¨ªa han contribuido enormemente a transformar la vida del S¨¢hara y la mentalidad de los n¨®madas. Pero la modernizaci¨®n, que es la mejor o la peor de las cosas, dependiendo del uso que de ella se haga, puede firmarla sentencia de muerte del desierto si no se vuelve a pensar su explotaci¨®n con los ojos puestos a largo plazo.
es director del Centro de Estudios Contempor¨¢neos de Oriente de la Universidad de la Sorbona, en Par¨ªs.
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