Toreo exquisito

El novillero Javier Conde -un chaval malague?o que se presentaba en su plaza- ejecuta un toreo.exquisito. De eso no cabe la menor duda. Toda su labor fue un dechado de inteligencia, buen gusto, sentimiento, torer¨ªa, valor, finura, gracia... Enloqueci¨® a sus paisanos, lo cual es normal, pero sorprendi¨® muy gratamente a los aficionados. Se lo llevaron a hombros con todo merecimiento. Hac¨ªa tiempo que los malague?os no se divert¨ªan tanto con un torero. Qu¨¦ pena, hombre, que sus mentores lo enfrentaran a un lote de cabras mochas impresentables. Sin discusi¨®n alguna, su toreo hubiera brillado a una altura inconmensurable con novillos de verdad.A su lado estuvo ?scar Higares, en un mano a mano imprevisto por la cogida que sufri¨® el domingo El C¨®rdobes. Si los novillos eran chicos para Javier Conde, pulgas parec¨ªan cuando se acercaba a ellos el mocet¨®n madrile?o.Lecci¨®n de toreo

Pese a todo, el malague?o ha dado una hermosa lecci¨®n de toreo puro, cl¨¢sico, personal e intransferible. Toreo del que ya no se ve, toreo caro, de sal¨®n, de ensue?o. Y, adem¨¢s, Conde es valiente, animoso e inconformista ante las circunstancias adversas. Maneja el capote con una soltura y variedad que resultan poco habituales en el escalaf¨®n. Deja volar su inspiraci¨®n con la muleta y adorna con gracia el toreo fundamental, especialmente con la izquierda.

Ense?¨® a embestir a su primero, y lo convenci¨® para protagonizar entre ambos una bonita p¨¢gina torera; porfi¨® valiente con el flojo cuarto, y enloqueci¨® al respetable en el ¨²ltimo, un novillito noble y muy flojo, con el que dibuj¨® las series m¨¢s bellas con ambas manos. No mata bien, pero aprender¨¢ si mantiene el valor. En su debe unos exagerados movimientos de ballet; una autosuficiencia preocupante; una postura ficticia permanente. Se lo cree tanto el chaval que no se agacha ni para recoger los ramos de flores. Y eso, que acaba de empezar. El toreo, mejor si es natural.

?scar Higares estaba de m¨¢s en esta novillada. Es de perogrullo que su toreo no brillar¨¢ nunca ante los novillitos propios de una presentaci¨®n sin caballos. Tuvo el peor lote, pero se mostr¨® vulgar y su pelea resultaba desigual entre el poder¨ªo de un atleta y la inocencia de un animalito. Eso s¨ª, no es un matador, sino un ob¨²s a la hora de matar. No mat¨® a los pobrecitos novillos; los destroz¨®.