Tambores de guerra
DOS PROCESOS aparentemente no relacionados entre s¨ª han estado en el primer plano de la actualidad norteamericana en el ¨²ltimo mes: por un lado, las tensiones entre Irak y la ONU a causa de las resistencias de Sadam a autorizar las inspecciones de sus instalaciones militares y gubernamentales, a las que est¨¢ obligado por el armisticio que puso fin a la guerra del Golfo; por otro, la campa?a presidencial, con un progreso not¨¢ble del dem¨®crata Clinton y unos sondeos que dejan a Bush a casi 18 puntos de su rival. La cuesti¨®n es si, como escribe The New York Times, Bush va a desencadenar, con el pretexto de la negativa de Sadam a las inspecciones, un ataque contra Irak destinado en realidad a recuperar las cotas de popularidad de que disfrut¨® en los d¨ªas de la guerra del Golfo.En el tema de las inspecciones, el momento de m¨¢xima tensi¨®n se produjo en julio, cuando el Gobierno iraqu¨ª se neg¨® a autorizar el acceso al Ministerio de Agricultura, en cuya sede se supon¨ªa que se guardaban documentos sobre las armas de destrucci¨®n masiva que Irak conserva. Finalmente, y tras las severas amenazas de EE UU y otros miembros del Consejo de Seguridad, Sadam Husein cedi¨®. El edificio en cuesti¨®n fue inspeccionado sin resultados. Otro equipo de la ONU ha estado inspeccionando diversas instalaciones en Irak, y su jefe declar¨® ayer que su misi¨®n ha concluido y que las relaciones con las autoridades iraqu¨ªes no han sido especialmente tensas. No se ven razones concretas que puedan dar a Bush una justificaci¨®n para desatar una operaci¨®n b¨¦lica.
Existe otra causa grav¨ªsima que podr¨ªa desencadenar una intervenci¨®n militar contra Sadam: los m¨¦todos b¨¢rbaros que ¨¦ste aplica en la persecuci¨®n contra los shi¨ªes en el sur de Irak, violando los derechos humanos. En el norte, los kurdos gozan de una zona protegida gracias a una decisi¨®n de la ONU -tomada despu¨¦s de la guerra del Golfo- que proh¨ªbe a los iraqu¨ªes usar las armas para destruir a ese pueblo, v¨ªctima en el pasado de horribles persecuciones. Pero nada semejante existe en relaci¨®n con los shi¨ªes. Ello es consecuencia de la pol¨ªtica nefasta aplicada por los occidentales -especialmente EE UU- al finalizar la guerra del Golfo. Se negaron a apoyar a las fuerzas iraqu¨ªes, sobre todo kurdos y shi¨ªes, que estaban dispuestas a derribar a Sadam. Por temor a un peso excesivo de Ir¨¢n en esa parte del mundo optaron por dejar a Sadam en el poder, en espeta de que otro militar fuese capaz de desplazarle. Ese militar no apareci¨® y ahora se pagan los efectos de la pasividad de entonces. En todo caso, no parece que EE UU pueda justificar ahora una intervenci¨®n militar afavor de los shi¨ªes,cuando ¨¦sta no se produjo mientras sufr¨ªan una represi¨®n a¨²n m¨¢s salvaje que la actual.
Lo cierto es que en Washington suenan tambores de guerra. La Administraci¨®n no oculta que existan planes de intervenci¨®n contra Irak. Algunos jefes militares de alta graduaci¨®n han viajado a Arabia Saud¨ª, donde hay unidades a¨¦reas susceptibles de ser empleadas en eventuales bombardeos contra objetivos iraqu¨ªes. Pero la realidad, es que, por provocadora y odiosa que sea la actitud de Sadam Husein, no aparecen motivos concretos que puedan justificar en estos momentos una medida tan grave como ser¨ªa lanzar de nuevo operaciones militares contra Bagdad. The New York Times no ha escrito a humo de pajas. Pero la publicaci¨®n misma del proyecto de acci¨®n militar, barajado sin duda por el equipo de Bush, dificulta que pueda ser llevado a cabo. El candidato dem¨®crata Clinton ha dicho, comentando el tema, que jam¨¢s un presidente de EE UU ha decidido una intervenci¨®n militar para sacar de ello provecho pol¨ªtico. Son palabras que suenan a advertencia.
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