Susceptibilidades
El ser humano ha de medir sus palabras, pues cualquiera de ellas, aun la m¨¢s inocente, puede herir la susceptibilidad de sus semejantes. Hace a?os escrib¨ª en La Codorniz un cuentecillo sobre los que liban sin mesura y se me ocurri¨® emplear el casticismo 1as cogen de zapatero". Al d¨ªa siguiente irrumpi¨® en la redacci¨®n un zapatero para pedir mi cabeza porque hab¨ªa llamado borrachos a los de su oficio. En realidad no era exactamente mi cabeza lo que ped¨ªa. Y amenaz¨®: "?Le voy a cortar ... !". S¨®lo pensarlo da escalofr¨ªos. Lo del d¨ªa de la boda me quer¨ªa cortar, el muy indino.Hay lectores con una susceptibilidad siempre al acecho, y este es el motivo de que determinados novelistas (Ch¨¦jov y Calvino, entre otros) citen con iniciales algunos de sus personajes. En cambio, yo (y Cervantes, por cierto) doy los nombres completos. Aunque con ciertas precauciones.
Novel¨¦ una delicada historia de amor cuyo protagonista se llamaba Borja de Andrade y Castellfiorit, seg¨²n correspond¨ªa a su esp¨ªritu so?ador y a su alta alcurnia. Sin embargo, me preocup¨® que pudiera haber alguien censado con los mismos apellidos y le puse Pacomio Trig¨¦mino, que es nombre menos conocido. Adem¨¢s, para que no se pareciera a nadie, lo hice violador. Y como los violadores abundan, decid¨ª que s¨®lo violara cabras almizcleras en noches de plenilunio.
Seguramente me pas¨¦ de precavido, pues transformar aquel rom¨¢ntico personaje en un t¨ªo, asqueroso merecedor de un par de guantazos, adem¨¢s de destrozar mi novela no serv¨ªa de nada. A los lectores susceptibles les da lo mismo uno que otro, la biografia de un santo o la de un cabestro, para asegurar que se est¨¢ hablando de ellos y denunciarlo en el juzgado de guardia. El caso es armar la bronca. A veces la susceptibilidad constituye una maravillosa excusa para liberar frustraciones y, de paso, quitarle la cartera al pr¨®jimo.
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