Zacharias, un valor absoluto y singular
El pianista alem¨¢n Christian Zacharias, laureado en los concursos de Ginebra Van Cliburn y Ravel de Par¨ªs, es un valor absoluto y singular de la interpretaci¨®n contempor¨¢nea. Cuanto hace est¨¢ presidido por un tan refinado criterio musical que llegamos a olvidar la poderosa t¨¦cnica mec¨¢nica que posee y atendemos a las calidades sonoras, a la nitidez e igualdad de los ataques, a una gama de matices capaz de enriquecer con fantas¨ªa el timbre, en principio mon¨®cromo, del plano. Zacharias es un artista imaginativo con lo que sus versiones parecen estrenar cuantos pentagramas aborda.Su nuevo triunfo en la Quincena Musical, en la que se present¨® el a?o pasado como solista mozartiano, es de los que hacen ¨¦poca. Ante una audiencia que abarrot¨® el teatro Victoria Eugenia, Zacharias destap¨® su caja de los milagros y empez¨® por desgranar, con precisi¨®n y belleza de orfebre florentino, cinco sonatas de Scarlatti, seg¨²n la edici¨®n de Kirpatrik. Quiz¨¢ no haya en estos momentos un mejor transmisor del fabuloso legado escarlatiano en el que tantas veces nos encontramos con rasgos y quiebros de inequ¨ªvoca ra¨ªz hispana. A trav¨¦s de Zacharias se evidencia el secreto del genial napolitano que tanto entusiasmaba a Manuel de Falla: la irregularidad dentro de una aparente regularidad. De ah¨ª la ausencia de formalismo, la perdurable frescura de invenci¨®n de quien fuera m¨²sico en la Corte de Madrid al acceder al trono do?a B¨¢rbara de Braganza.
Tras el sue?o vivo de Scarlatti, el sue?o distanciado de Ravel en su Sonatina de 1905, a la que contrapuso Zacharias la visi¨®n ravellana de lo espa?ol en La alborada del gracioso, en una soluci¨®n no por po¨¦tica menos realista. Entre ambas obras tuvimos la gran sorpresa: el Fandango de Antonio Soler. No exagero. Por mucho que la conozcamos, esta rara y espl¨¦ndida p¨¢gina son¨® como si nunca la hubi¨¦ramos escuchado. Zacharias, profundo estudioso del car¨¢cter del Fandango, dispone su interpretaci¨®n desde un esp¨ªritu tan flexible en el canto y las ornamentaciones como tenuemente implacable en el ritmo. Y, como en el siglo XVIII se hac¨ªa, no se resiste a improvisar sobre la marcha durante cada ejecuci¨®n, lo que hace con incre¨ªble belleza.
S¨®lo por el Fandango habr¨ªa valido la pena el viaje a la Quincena Musical Donostiarra, pero Zacharias ejerci¨® de nuevo su raagisterio con m¨²sicas de otras tierras, otros tiempos, otras luces y otras intimidades como son las Novelettes de Robert Schumann. Las ovaciones no ten¨ªan fin y si por el p¨²blico fuera, el pianista habr¨ªa podido dar no dos propinas, como hizo, sino 200.
Euskadi danza
En la 50 Quincena Musical, de 1989, conocimos el talento coreogr¨¢fico de Juan Antonio Urbeltz; a trav¨¦s de su ballet Muriska y ahora, el gran artista navarro ha presentado un programa titulado Alakiketan, t¨¦rmino onomatop¨¦yico del tambor met¨¢lico. Urbeltz, director art¨ªstico, creador coreogr¨¢fico y figurinista de este superrefinado espect¨¢culo de m¨²sica y danzas vascas, hace por las tradiciones del pa¨ªs tanto como el investigador academicista m¨¢s riguroso. Da nueva vida a la tradici¨®n para mostrarnos la herencia de Euskadi, en todos sus rincones geogr¨¢ficos, desde las primitivas manifestaciones a las m¨¢s modernas, desde lo ritual y m¨¢gico hasta lo carnavalesco, desde el salto a los pasos deslizados, desde la pastoral al zortziko. Y nos dice que no estamos ante algo museal sino ante la misma vida. Quienes piden fidelidad absoluta al pasado folclor¨ªstico no suelen caer en la cuenta de que si sus antecesores hubieran pensado de igual modo, las tradiciones estar¨ªan fosilizadas desde hace mucho tiempo.Urbeltz, ahondando en las ra¨ªces y las formas, en las costumbres y la historia, practica la m¨¢s bella fidelidad a la tradici¨®n: la de renovarla. La Quincena Musical har¨¢ muy bien en perseverar en este cap¨ªtulo del arte vasco, hist¨®rico y moderno, puro, grande y lleno de esplendor, que merecer¨ªa ser llevado por todos los rincones del mundo.
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