La muerte prefiere callejear
El 90% de las bajas en Sarajevo se produce en el centro de la ciudad y no en el frente
ENVIADO ESPECIALEl cementerio del Le¨®n est¨¢ junto al hospital de Kosevo y desde las escaleras del dep¨®sito de cad¨¢veres del centro m¨¦dico se pueden ver las cruces y las l¨¢pidas al otro lado de la calle. Cuatro milicianos llegan al mostrador de la morgue. El primero, con el rostro desencajado y barba. de tres d¨ªas, pregunta por un tal Pavlovic. Su nombre est¨¢ en una lista escrita a bol¨ªgrafo. Recibi¨® un tiro en el frente la noche pasada. Pero son muy pocos los que mueren combatiendo, la mayor¨ªa caen en el centro de Sarajevo.
Faris Gavrankapetanovic, un m¨¦dico de 33 a?os del hospital de Kosevo, lleva la contabilidad del desastre: "El 90% de los heridos son civiles, o soldados que caminan por el centro de la ciudad o est¨¢n en sus casas. De ese 90%, el 20% son ni?os".Es una guerra especialmente sucia la que se libra en la capital de Bosnia-Herzegovina. Basta con entrar en el dep¨®sito de cad¨¢veres un s¨¢bado por la ma?ana. Un soleado s¨¢bado de agosto. El agua que empapa el suelo es rojiza. En camillas, yacen 11 de los 22 muertos en las 24 horas precedentes. Una mujer, con un su¨¦ter azul y el pelo negro pegado a la nuca y a las sienes, tiene el cr¨¢neo reventado por un mortero. A su lado, un hombre con perilla, en calzoncillos, duerme para siempre con un ojo abierto y los labios helados en una mueca ir¨®nica. Tiene una pierna vuelta sobre s¨ª misma y la cadera al aire. Junto a la pared, un soldado de menos de veinte a?os; parece de cera. Bajo el pectoral derecho, la limpia herida de una bala. Junto a la puerta, en un ata¨²d de madera aglomerada, yace Jaled Alidib, un estudiante sirio que va a ser enviado a Damasco. "Una bomba destruy¨® la f¨¢brica de ata¨²des de Sarajevo y los que ahora se hacen son de muy mala calidad", dice el doctor Misrad Babic, de 29 a?os.
El doctor Babic ense?aba en el Instituto de Medicina Legal de la Universidad de Sarajevo, como el doctor Ilijas Dobrica, y ambos fueron movilizados poco despu¨¦s del comienzo del la guerra. Los dos son musulmanes, "aunque no hay religi¨®n aqu¨ª, s¨®lo cad¨¢veres". En caso de muerte por acci¨®n b¨¦lica no realizan autopsias, s¨®lo hacen un informe de las causas del fallecimiento. "La mayor¨ªa de los muertos son civiles y la causa, morteros. Y las edades van desde los dos meses a los 70 a?os de edad", dice Babic.
2.252 cad¨¢veres
"Al co mienzo de la guerra eran m¨¢s los muertos por disparos de francotiradores, pero la gente ha aprendido a protegerse, y ahora son el 15%. Por este dep¨®sito de cad¨¢veres, que no es el ¨²nico de la ciudad, han pasado desde abril, cuando empez¨® la guerra, 2.252 cad¨¢veres. En el mes de agosto, los muertos fueron 447, frente a 292 en julio, lo que prueba que la agresi¨®n no ha decrecido en absoluto". El doctor Dobrica desmiente que el contacto reiterado con cad¨¢veres haya embotado su sensibilidad. Y muestra el brazo: piel de gallina. "Lo peor es cuando vienen los familiares a identificar a los muertos. Hace unos d¨ªas estuvo una mujer embarazada de ocho meses para reconocer a su marido, un miliciano muerto en el frente. Pero lo que no puedo soportar es el cementerio".
La puerta principal del hospital de Kosevo est¨¢ a cuatro pasos del dep¨®sito de cad¨¢veres. El hospital, como la f¨¢brica de ata¨²des o el cementerio del Le¨®n, tambi¨¦n ha sufrido ataques. Ni los muertos ni los vivos est¨¢n a salvo en Sarajevo. Dos camilleros introducen a un soldado que se queja en silencio. Tiene una herida en una pierna. Un francotirador. En el hospital no hay luz la mayor parte del tiempo y el agua escasea. A veces ni siquiera pueden lavar a los enfermos. Un mortero vol¨® en pedazos el dep¨®sito de agua. Han recibido ayuda de organismos internacionales, sobre todo de M¨¦dicos sin Fronteras, pero a menudo tienen que improvisar para suplir las deficiencias del "mayor hospital de guerra del mundo", seg¨²n el doctor Gavrankapetanovic.
El hospital de Kosevo ten¨ªa una plantilla de 230 personas antes del comienzo de la guerra, pero las deserciones se elevaron a 170, por motivos pol¨ªticos, causas familiares o para huir del peligro, y han tenido que recurrir a voluntarios. Las 99 camas del centro est¨¢n perpetuamente ocupadas. "Durante 147 d¨ªas hemos tratado a 5.711 pacientes". El doctor Gavrankapetanovic tambi¨¦n lleva, como el doctor Babic, su propia contabilidad. Un folio doblado varias veces que extrae de un bolsillo. Relata su dram¨¢tico estudio estad¨ªstico y concluye: "Por cada herido en el frente de batalla hay diez en la ciudad. Sarajevo es en estos momentos el m¨¢s peligroso lugar del mundo para vivir".
Cementerio 92
El cementerio del Le¨®n es uno de los lugares m¨¢s visitados de Sarajevo. El s¨¢bado por la ma?ana se celebran siete entierros al mismo tiempo. Todas las tumbas son de tierra. T¨²mulos con cruces o tablas. Serbios, musulmanes, croatas y jud¨ªos. Una tierra para compartir eternamente. Es un cementerio levantado en tiempos de Tito en honor de los muertos en la II Guerra Mundial, pero casi todos los enterrados tienen algo en com¨²n, un a?o que nadie va a olvidar nunca en Bosnia: 1992. Decenas de tumbas de serbios, muertos en la defensa de Sarajevo. Decenas de tumbas de musulmanes. Antes de enterrar al cad¨¢ver, alineados frente al muerto, un grupo de musulmanes levanta las palmas de las manos y luego se las pasan por la cara, como para secarse las l¨¢grimas.Luego emprenden su tarea los enterradores. En medio del camposanto, un enorme le¨®n de cemento con el lomo reventado por un mortero parece vuelto sobre s¨ª mismo, con la mirada fija entre sus garras apretadas, como dispuesto a saltar sobre la penuria. En un abeto cercano canta una urraca. Desde el horizonte llega un tableteo de ametralladoras. El frente est¨¢ a menos de doscientos metros del cementerio del Le¨®n. Pero esta ma?ana el enemigo ha dejado que los vivos puedan enterrar a sus muertos en paz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.