Georgia y el fracaso de Shevardnadze
Toda Georgia¨ª corre el riesgo de libanizarse tras el estallido de la guerra en Abjazia, involucr¨¢ndose en luchas fratricidas, afirma el articulista. Es una tragedia para la Transcaucasia, agrega, e incluso para el conjunto de la antigua URSS, y pone en evidencia el fracaso de Edvard Shevarnadze en su Georgia natal.
Aunque la precaria tregua entre los georgianos y los osetios del Sur se sostenga todav¨ªa, una nueva guerra acaba de estallar al otro lado del pa¨ªs, en Abjazia, en el litoral del mar. Negro. Toda Georgia corre el riesgo de libanizarse, involucr¨¢ndose en luchas Pratricidas desesperadas y desesperantes. Es una tragedia para toda la Transcaucasia e incluso para el conjunto de la antigua URSS, que paga de mil maneras, y Rusia en primer lugar, la locura belicista de los armenios,de los azerbaiyanos y ahora de los georgianos. Es tambi¨¦n un gran fracaso para Edvard Shevardnadze, uno de los l¨ªderes sovi¨¦ticos m¨¢s conocidos en Occidente, que el pasado mes de marzo regres¨® a su Georgia natal para salvar la joven democracia e intentar restablecer la paz. Los dos jefes de los grupos armados, Kitovani e loseliani, se han unido a ¨¦l tras haber echado a ca?onazos Al presidente, el dictador Zviad Gamsajurdia. "He aceptado su oferta por obligaci¨®n, como un desaf¨ªo al que hab¨ªa que responder", ha afirmado el antiguo ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, que desempe?¨® un importante papel a la hora de poner fin a la guerra fr¨ªa. Gracias a ¨¦l, Georgia, vista con malos ojos por la comunidad internacional, fue inmediatamente admitida en la ONU y en todos los organismos- europeos. Los grandes de la diplomacia mundial, desde James Baker hasta Hans-Dietricht Genscher, acudieron a Tbilisi para saludar a su amigo georgiano y prometer su ayuda econ¨®mica. Estaba previsto que el 25 de septiembre, Shevardnadze hablara de nuevo ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York, en esta ocasi¨®n para exponer su punto de vista sobre la paz en Transcaucasia. Pero entonces no se contaba con la explosi¨®n que desde mediados de agosto ba?a en sangre a su propio pa¨ªs.
Es posible que la diplomacia de Shevardnadze fuera eficaz para solucionar conflictos pol¨ªticos entre Estados. Pero no tiene demasiada utilidad cuando se trata de batallas inter¨¦tnicas, cuando toda oferta de di¨¢logo racional se, rechaza en nombre del derecho de sangre. Desde su regreso, el nuevo presidente del Consejo de Estado ha. chocado con la hostilidad insensible de los mingrelos. Estos georgianos de la parte occidental del pa¨ªs, que son pr¨¢cticamente mayor¨ªa en Abjazia, han seguido mostr¨¢ndose solidarios con Zviad Gamsajurdia s¨®lo porque es uno de los suyos. El presidente destituido es uno de esos ultranacionalistas que caen f¨¢cilmente en el racismo o la xenofobia. Ya en 1990, con ocasi¨®n de su campana electoral, pretend¨ªa que los mingrelos eran aut¨¦nticos georgianos, que viv¨ªan en Abjazia desde mucho antes que los abjaz¨ªos y, en general, que hab¨ªa que aumentar la proporci¨®n de georgianos en su patria, donde los no georgianos constituyen m¨¢s de un tercio de la poblaci¨®n. Zviad Gamsajurdia, demagogo y megal¨®mano, consigui¨® salir elegido halagando los peores instintos de los g¨¦orgianos y asustando constantemente a todas las minor¨ªas nacionales: los osetios, los abjazios, los adzharios, los armenios (que son pr¨¢cticamente mayor¨ªa en Tbilisi). Luego, una vez en el poder, Gamsajurdia acus¨¦ a, todos sus cr¨ªticos de ser enemigos de Georgia y acab¨® perdiendo todo cr¨¦dito.
. No obstante, el veneno que hab¨ªa instalado en las conciencias no pod¨ªa desaparecer de la noche a la ma?ana, ni tampoco la desconfianza de las minor¨ªas hacia Tbilisi. Shevardnadze, consciente de esta dificultad, se hab¨ªa apartado sin duda del nacionalismo a ultranza de su Predecesor pero, al querer hacer olvidar su pasado de l¨ªder comunista, se mostraba sobre todo como un patriota dem¨®crata moderado. Es evidente que necesitaba un mandato popular, lo que le llev¨® a convocar elecciones presidenciales para el 11 de octubre.El hacha de guerraPero no ha podido celebrar ni un solo mitin en Mingrelia, donde se han negado, a mantener un di¨¢logo con ¨¦l. De all¨ª es de donde sal¨ªan los grupos de zviadistas que atacaban los trenes, volaban los puentes, y sembraban el terror hasta en Tbilisi. A mediados de julio, capturaron como reh¨¦n al vicepresidente del Gobierno. No obstante, el antiguo jefe de la diplomacia de Gorbachov segu¨ªa rechazando el enfrentamiento armado, prefiriendo buscar una soluci¨®n pol¨ªtica. El 4 de agosto, con ocasi¨®n de la gran fiesta de la reconciliaci¨®n en la capital, cedi¨® la palabra al zviadista Walter Chourgaia, encarcelado por haber tomado por asalto unas semanas antes el edificio de la televisi¨®n nacional. Despu¨¦s de ese gesto de buena voluntad, envi¨® a Occidente a su ministro del Interior como jefe de un fuerte grupo de negociadores. Pero ¨¦stos cayeron a su vez en una trampa y desaparecieron sin dejar huella. Ya era demasiado. El pac¨ªfico Shevardnadze desenterr¨® el hacha de guerra y en la, noche del 15 de agosto, la guardia nacional georgiana invadi¨® Sujumi, capital de la peque?a rep¨²blica aut¨®noma de Abjazia (550.000 habitantes). La batalla ocasion¨® 27 muertos y muchos heridos, inclu¨ªdos algunos veraneantes que siguen acudiendo a esta ciudad balneario. Seg¨²n la versi¨®n georgiana, all¨ª es donde los zviadistas tienen retenidos a sus rehenes. Pero los abjazios afirman que Shevardnadze les atac¨® porque, a mediados de julio, su Parlamento hab¨ªa proclamado la independencia de su rep¨²blica. Hace dos a?os, Sujumi ya fue escenario de una prueba de fuerza entre las dos comunidades. Esta vez, la guardia nacional georgiana ha golpeado con dureza, bombardeando la sede del Parlamento, expulsando a los representantes abjazios, instalando una Administraci¨®n elegida por ella y provocando, inevitablemente, una resistencia armada que no deja de fortalecerse, de modo que el n¨²mero de v¨ªctimas en los dos campos aumenta d¨ªa a d¨ªa. Los abjazios poseen una identidad nacional muy fuerte. Tienen su propio idioma y pretenden ser unos de los habitantes m¨¢s antiguos del C¨¢ucaso, blanco desde hace mucho tiempo de la hostilidad de sus vecinos de Tbilisi. En, Sujumi me han insistido, sin convencerme, en que el georgiano Stalin les persigmo mas que a las otras nacionalidades durante las purgas de los a?os treinta, debido a su odio ancestral hacia los abjazios. Pero los tiempos han cambiado, y el actual presidente abjazio, Madislav Ardzinba, depende mucho de la ayuda de Mosc¨² para defender su peque?o pa¨ªs. Shevardnadze, a quien no le faltan amigos en el Kremlin, necesita igualmente su ayuda. Les pide que le entreguen a Zviad Gamsajurdia quien, refugiado en Groznyi, Chechenia, es el origen de todos los problemas. Chechenia pertenece te¨®ricamente a la Federaci¨®n Rusa, pero su presidente, el general Diojar Dudaev, no responde a ninguna exigencia del Kremlin. Amenaza incluso con hacer que explote todo el C¨¢ucaso, si intentan obligarle. Se apoya ya en un Congreso de los pueblos caucasianos, que recluta voluntarios para que luchen en el bando de los abjazios, en nombre de la solidaridad con las v¨ªctimas de la agresi¨®n del imperialismo georgiano. A Yeltsin este conflicto le pone en un terrible compromiso. No puede apoyar las reivindicaciones independentistas de los abjazios para no crear el precedente de la revisi¨®n de fronteras, pero tampoco puede avalar el m¨¦todo de fuerza utilizado por Shevardnadze. Ha invitado a unos y a otros a reunirse hoy en Mosc¨² pero las posibilidades de esta miniconferencia de paz parecen escasas. La bandera georgiana ondea en los edificios oficiales de Sujumi, bajo ocupaci¨®n militar. Nadie se esperaba esto de Shevardnadze, que hab¨ªa conseguido forjarse una imagen de hombre de paz. Da la impresi¨®n de que ¨¦l tambi¨¦n hubiera sucumbido a los demonios de Tbilisi, que exigen a todo candidato a presidente un nacionalismo intransigente. Es una l¨¢stima, porque ya ni siquiera es seguro que las elecciones del 11 de octubre puedan celebrarse, y en Tbilisi se habla cada vez m¨¢s de una junta militar de Tenguize Kitovani, el presunto vencedor de los abjazios. La bella Georgia corre el peligro de hundirse en una larga guerra.
es periodista franc¨¦s especializado en cuestiones del Este.
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