El lenguaje de los corresponsales de guerra se adue?a de las informaciones sobre la Mostra
El director norteamericano Alexandre Rockwell presenta 'In the soup'
Debe de ser contagio: los frentes de Bosnia est¨¢n demasiado cerca del Lido veneciano y los ecos de sus ca?onazos resuenan con impudicia en los entrelineados culturales de los peri¨®dicos italianos. Ya no se habla de la Mostra, sino de la batalla de la Mostra, de la guerra de Pontecorvo, de la escaramuza de la RAI, del ataque frontal de Walter Pedull¨¢ Gefazo de la televisi¨®n estatal italiana), del atrincheramiento t¨¢ctico de Paolo Portoghesi Oefazo de la Bienalle), del contrataque de La Repubblica a la agresi¨®n (?armada?) del Corriere della Sera.
Mientras tanto, las fiestas mundanas y el buen cine huyen despavoridos de esta sorda e ininteligible guerra de pasillos y galeradas, m?entras los periodistas somos bombardeados con comunicados y contracomunicados de campa?a. Los rostros perplejos de Jim Jarmusch, Joe Pesci y Denis Hooper nos ayudan un poco a salir del fango de estas trincheras de sal¨®n. Joe Pesci se asoma en El ojo p¨²blico, una de esas pel¨ªculas fuera de programa que las multinacionales de la distribuci¨®n cuelan en las proyecciones para que se hable de ellas y as¨ª ahorrarse millonadas en publicidad gratuita y cre¨ªble. Habr¨¢ ocasi¨®n para decir algo acerca de ella cuando se estrene en Espa?a. Aqu¨ª, entre las batallitas italianas, s¨®lo es por ahora una pel¨ªcula intrusa, un descanso oportunista.Denis Hooper se asoma por detr¨¢s de las barras de los bares del Excelsior, so?ando con alguna copa dura que llevarse al h¨ªgado, si es que le queda h¨ªgado. Le han nombrado miembro del Jurado Internacional, junto con su colega y compatriota Michael Ritchie, para cubrir el hueco que dej¨® la espantada inaugural de Peter Bogdanovich. Una huida, la suya, nada gloriosa seg¨²n cuentan: Bogdanovich est¨¢ sin un duro, como siempre, en el bolsillo y le ofrecieron un trabajito. Se agarr¨® al pobre d¨®lar, y esto es aqu¨ª interpretado como la p¨¦rdida, por Gillo Pontecorvo, de la batalla del jurado, ¨¦l que gan¨® hace d¨¦cadas y aqu¨ª mismo La batalla de Argel.
Bombardeo del Lido
Jim Jarmusch, por su parte, se apunta al bombardeo del Lido desde la poltrona de las im¨¢genes del filme independiente neoyorquino In the soup, que dirige con gracia y soltura, uno de sus disc¨ªpulos, el tambi¨¦n cutre y minimalista Alexandre Rockwell. Da la cara y basta: no es Jarmusch precisamente un buen actor, ni falta que le hace. El que, en cambio, es un actor excelente es Seymor Cassell, que lleva a cabo una antol¨®gica histrionada en este m¨ªnimo y curioso filme negro, de extracci¨®n autobiogr¨¢fica por parte de su director y guionista.Dice Rockwell: "La pel¨ªcula refleja un extra?o periodo de mi vida, en que perd¨ª por completo el control de lo que me estaba ocurriendo. Fue en Nueva York, cuando mano a mano con Dostoievski preparaba mi primer largometraje, titulado Lenz. Para contar con alg¨²n dinero con el que mover el gui¨®n en las productoras, vend¨ª mi saxof¨®n y entr¨¦ casualmente en contacto con un g¨¢nster de peque?a monta, un tal Frank, que se prest¨® a buscarme dinero para el rodaje. Y as¨ª fue como mi primer productor fue en realidad un extorsionista profesional que, parad¨®jicamente, me adiestr¨® mucho sobre el cine y sobre c¨®mo hacerlo: me ense?¨® a poner los pies en la tierra. Fue una experiencia loca y divertida. Creo que sal¨ª de ella convertido en cineasta de verdad de la mano de un delincuente".
La peque?a guerrilla de acera neoyorquina que cuenta Rockwell es m¨²sica celestial si se la compara con la colecci¨®n de horrores de guardarrop¨ªa que el rumano Dan Pita intenta (por supuesto, sin conseguirlo) representar en su abracadabrante Hotel de lujo, un retorcido y siniestro ¨¢mbito esc¨¦nico en cuyos interiores (a la manera de Arnold Wesker en La cocina, pero a mil millas por debajo en lo que se refiere a imaginaci¨®n) quiere meternos dentro de la miseria hist¨®rica en que se ha sumergido Rumania despu¨¦s de la ca¨ªda de Ceausescu. Guerra disuasoria. El p¨²blico se fug¨® en masa del campo de concentraci¨®n de la sala ametrallada por la engolada incompetencia expresionista de Mita y al final quedaron algunos espectadores dormidos o qui¨¦n sabe si muertos.
A esto, Gillo Pontecorvo lo llama "cine de autor", para preparar su ya famoso "encuentro de los autores" con que nos amenaza el pr¨®ximo s¨¢bado. Nueva batalla perdida por este curtido guerrero, cuyo bautismo de fuego veneciano le ha cogido con el pie cambiado y en orden de tropiezo.
Batacazo cultural
Se masca el batacazo cultural que nos prepara, aunque hay dos s¨ªntomas alentadores no confirmados: Jean-Luc Godard y Peter Greenaway se han disculpado y parece que acudir¨¢n a la egregia cita de cumbres del cine moderno hombres de la talla de Wim Wenders y otros simuladores de oficio. Menos mal que en la mesa redonda estar¨¢ Peter Handkke: a lo mejor tenemos suerte y nos recita un poema, que es lo suyo, mientras Pontecorvo, erre que erre y con madera de perdedor vocac¨ªonal, intenta resucitar la arqueolog¨ªa cahierista del cine de autor y hacerla compatible con el negocio del cine espect¨¢culo. Michael Dougl¨¢s, en su palacete mallorqu¨ªn, debe de estar tronch¨¢ndose de risa con su mal instinto b¨¢sico. Nueva operaci¨®n b¨¦lica: la batalla del sexo de los ¨¢ngeles. Ayer proyectaron en la retrospectiva Lucky lady, una pel¨ªcula muda que Frank Borzage realiz¨® en 1939. Eso s¨ª es cine de autor genuino, puro, que sigue dando verdadera guerra.
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