El refer¨¦ndum
Despu¨¦s de aquel famoso no a la OTAN, nuestro surtido de inconformidades, tras el no a la energ¨ªa nuclear, no al divorcio o no al aborto se ha enriquecido ahora con el no a Maastricht lanzado por Julio Anguita como arma arrojadiza que puede transformarse en bumer¨¢n. Cuando el intelectual comprometido habla de Ias negaciones que conturban nuestros tiempos", no sabe uno si incluye ¨¦stas en sus diagn¨®sticos pero s¨ª que necesitar¨ªamos remedio a estos pesimismos, sean, intr¨ªnsecos o pol¨ªticamente coyunturales, como el o¨ªr de vez en cuando alguna jubilosa afirmaci¨®n tal que s¨ª a la democracia o s¨ª a la libertad, aunque sepamos que el bienestar, la conformidad y la paz tienen menos garra informativa que la desgracia, la negaci¨®n y la guerra. En el rechazo a la Europa de Maastricht por parte del sector de IU m¨¢s nost¨¢lgico del fenecido PCUS nos parece percibir una especie de deformaci¨®n profesional. Anguita recoge el eco subliminar de la inquina que siempre la URSS mostr¨® hacia los pactos europeos que no fueran el de Varsovia, ya versaran sobre econom¨ªa, pol¨ªtica o estrategia.
Esta negaci¨®n nos lleva de la mano al siempre problem¨¢tico tema del refer¨¦ndum. Para los que soportamos entera y desde la primera fila la tragicomedia del franquismo, este tipo de consultas nos pareci¨® siempre lastrada por el pecado original de la estupidez de los dictadores que las utilizaron transformando un instrumento democr¨¢tico en un pat¨¦tico intento de hacer realidad sus sue?os megal¨®manos. Aun hoy, redimido el refer¨¦ndum por las aguas bautismales de la democracia, nos sigue pareciendo un plebiscito f¨¢cilmente adulterable, tanto en su contenido como en la forma de llevarlo a cabo.
Una veintena de referendos efectuados en Europa tras el fin de la II Guerra Mundial, m¨¢s otros de menor cuant¨ªa, nos han ense?ado que tal tipo de consulta popular requiere, en primer lugar, que el asunto a debatir sea realmente importante, f¨¢cil de exponer y de captar, susceptible de una afirmaci¨®n o una negaci¨®n rotunda y, por supuesto, que partidarios y oponentes tengan las mismas posibilidades y medios de defender su opci¨®n. Y no puede falsearse un refer¨¦ndum con alternativas catastr¨®ficas por el estilo de ese yo o el caos en las que fue maestro el general Franco y, en otro contexto y con argumentos m¨¢s elaborados, el tambi¨¦n fallecido De Gaulle.
Prohijada incluso dicha consulta por una democracia, surge tambi¨¦n el m¨¢s sutil peligro de ciertas manipulaciones, como. la de transformar la pregunta de modo que lleve a confusi¨®n. En 1974, por ejemplo, cuando la derecha italiana forz¨® un refer¨¦ndum con la esperanza de que los ciudadanos rechazaran el muy recortado divorcio que la ley Fortuna hab¨ªa permitido poco antes, la pregunta no se centr¨® claramente en la opci¨®n de divorcio s¨ª o divorcio no, sino que escogi¨® esta enrevesada propuesta: "?Es usted favorable a la abrogaci¨®n de la ley Fortuna, que introdujo el divorcio en Italia?". Ese t¨¦rmino de abrogaci¨®n, tan lejos de las entendederas del pueblo llano, ?no pod¨ªa propiciar que muchos votaran a favor de la tal abrogaci¨®n creyendo que votaban s¨ª al divorcio? Pero un caso todav¨ªa m¨¢s chusco fue la consulta dispuesta por UCI) el 28 de febrero de 1980 referente a la autonom¨ªa del pueblo andaluz. La pregunta de marras fue: "?Da usted su acuerdo a la ratificaci¨®n de la iniciativa prevista en el art¨ªculo 151 de la Constituci¨®n, a efectos de la tramitaci¨®n por el procedimiento establecido en dicho art¨ªculo?". Cuentan las cr¨®nicas que tan enrevesada pregunta tuvo la virtud de unificar las respuestas de todos los estupefactos andaluces, pues, antes de decir s¨ª o no, dijeron ?oj¨²!
En estos tiempos en los que la negaci¨®n tambi¨¦n alcanza a los pol¨ªticos y a las instituciones, puede haber gentes -entre ellas, posiblemente, el propio Anguita- que vean en el refer¨¦ndum una especie de democracia directa y popular m¨¢s leg¨ªtima que los acuerdos de los gobernantes. Sin embargo, el caso de Suiza, pa¨ªs entusiasta de este tipo de consultas, no abona grandemente la tesis de esta su puesta clarividencia pol¨ªtica del buen pueblo. En los muchos referendos celebrados a partir de 1976, los consultados han dado unas veces respuestas convencionales o t¨®picas; otras, pura mente reaccionarias. Veamos unos cuantos.
En 1976, se sometieron a consulta las siguientes propuestas: participaci¨®n de los obreros en las empresas (rechazada); modificaci¨®n del Estatuto de la Radio y de la Televisi¨®n (rechazada); estatalizaci¨®n del seguro de responsabilidad civil para automovilistas (rechazada); ley sobre protecci¨®n de los animales (aprobada); introducci¨®n de la semana de 40 horas (rechazada).
En 1978. Despenalizaci¨®n del aborto, propuesta ecologista de 12 domingos sin tr¨¢fico, creaci¨®n de una pol¨ªtica antiterrorista (todas rechazas).
En 1979 y 1980. Propuesta ecologista de control de centrales nucleares, separaci¨®n entre Iglesia y Estado, levantamiento del secreto bancario (todas rechazadas).
Despu¨¦s de esto no parece que la opini¨®n ciudadana pueda sustituir eficazmente a la acci¨®n legislativa del Estado. Y si nos ce?imos ahora al caso de Maastricht y la corriente europe¨ªsta de la izquierda espa?ola, tema para el cual Anguita reclama un refer¨¦ndum, nos encontraremos con los riesgos y defectos de este tipo de consultas elevados al m¨¢ximo. Aparte de la dificultad de ilustrar debidamente a los votantes sobre problema tan complejo, es de temer que para muchos el rechazo a la Europa del futuro s¨®lo sea una postura de oposici¨®n pol¨ªtica cuando no muestra de reacciones elementales, como un difuso nacionalismo, temor a los inmigrantes, anticapitalismo a ultranza o, como ha sucedido en Dinamarca, temor a una disminuci¨®n de las pensiones al ser traducidas a ecus, moneda todav¨ªa supuestamente esot¨¦rica y extra?a.
Ricard¨® Lezcano es inspector financiero y tributario.
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