Jack Lemmon y Harrison Ford convierten malos filmes en espect¨¢culos apasionantes
Glengarry Glen Rose es una buena comedia dram¨¢tica de David Mamet, que ha llevado a la pantalla, de manera t¨®pica, convencional y plana, un director simplemente correcto llamado James Foley. Patriot Games es una novela de acci¨®n, un thriller pol¨ªtico result¨®n, y muy vendible, escrito por el popular Tom Clancy y ahora llevado a la pantalla por Philliph Noyce: resultado peor que mediocre. Pero la primera tiene dentro a Al Pacino, a Ed Harris y, sobre todo, a Jack Lemmon. Y la segunda, a Harrison Ford.
La primera est¨¢ en concurso y la segunda, en proyecci¨®n especial fuera de competici¨®n. Cine archisabido y lleno de trucos. Pero el genio de sus int¨¦rpretes le impide a uno escaparse de la sala e irse a limpiar los ojos bajo las lloviznas que han venido con ellos al Lido veneciano. Ver a estos gigantes de la creaci¨®n cinematogr¨¢fica, aunque sea en pel¨ªculas menores, es un gran espect¨¢culo.Glengarry Glen Rose es el nombre de una peque?a oficina, de vendedores neoyorquinos, de agentes inmobiliarios de poca monta, cuya rentabilidad se hace cada d¨ªa m¨¢s escasa, a medida que se hace m¨¢s y m¨¢s profundo el abismo de la dram¨¢tica recesi¨®n econ¨®mica que hoy zarandea a Estados Unidos. Hay en el drama de David Mamet que lleva este t¨ªtulo, ecos de la legendaria visi¨®n de la gran crisis del 29 que Arthur Miller urdi¨® en su Muerte de un viajante. Existe una inquietante relaci¨®n entre aquella cat¨¢strofe y algo que se masca en la vida cotidiana de los estadounidenses de hoy. Un modelo de vida y de sociedad es corro¨ªdo por una carcoma, por un desgaste humano inexorable, que derrumba infinidad de vidas y caracteres an¨®nimos.
El cine norteamericano de ¨²ltima hora, con su capacidad de bote pronto, que le hace superior al de cualquier otro pa¨ªs en velocidad de respuesta a las inc¨®gnitas y las sacudidas de la vida social, parece obsesionado por este grave asunto. En todos los festivales encontramos abundantes pel¨ªculas de raro e intenso pesimismo y violencia cr¨ªtica: algo no funciona en las tripas del gigante. americano y el cine refleja compulsiva y apresuradamente.
Este apresuramiento se percibe en Glengarry Glen Rose, que es una pel¨ªcula interesante pero deficiente, pues no supera la estructura teatral de donde procede. En cuanto cine, carece de estilo e identidad. Pero (y ¨¦sta es otra peculiaridad inimitable del cine de Hollywood) dentro de ella est¨¢ el rostro de Jack Lemmon, que construye con maestr¨ªa portentosa a un personaje en el umbral de su definitiva derrota y lo hace tan en carne viva, y de manera tan estremecedora, como Fredric March lo hizo en la deficiente versi¨®n que Laszlo Benedek hizo hace d¨¦cadas de Muerte de un viajante.
Talento de celuloide
Es Jack Lemmon m¨¢s que un objeto cinematogr¨¢fico: es cine en s¨ª mismo e impone su talento al celuloide que lo captura, aunque est¨¦ organizado por manos e imaginaciones de segunda fila, como las de James Foley. Y su di¨¢logo con Al Pacino y Ed Harris adquiere as¨ª energ¨ªa creadora de primer orden, con escenas de las que ponen la carne de gallina a quien sepa y quiera entender la hondura de la autor¨ªa que un actor de genio puede imprimir en una pel¨ªcula que no le pertenece y que es indigna de ¨¦l.Jack Lemmon est¨¢ aqu¨ª, en Venecia, y su figura de viejo risue?o y apacible contrasta con el desgarro con que le vimos actuar anoche en la pantalla de Palazzo del Cinema. Dicen que ha llegado aqu¨ª para entregar uno de los grandes premios. Pero es, posible que este viejo e insobornable radical tenga que subir el s¨¢bado dos veces al podio de los triunfadores: a dar ese premio para el que ha sido tra¨ªdo aqu¨ª y a recoger el suyo propio.
Otro tanto ocurre, y de manera m¨¢s pronunciada en la un poco p¨¦sima Patriot Games, porque Harrison Ford ha de mostrar su incalculable talento interpretativo sobre. la apoyatura de una composici¨®n literaria de rango muy inferior a la de Mamet, que sostiene a Glengarry Glen Ros. Patriot Games es, hablando en cristiano, una pel¨ªcula basura, una petulante estupidez, pero Ford la ennoblece. Aparece el rostro de este int¨¦rprete y se devora la basura incluso con hambre.
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