De Maastricht a Paris...
LA IMPORTANCIA del refer¨¦ndum del pr¨®ximo domingo en Francia no deriva s¨®lo del cuestionamiento del Tratado de Maastricht -que de todas -formas habr¨¢ de ser sometido a alguna forma de revisi¨®n o ajuste para repescar a Dinamarca-, sino del hecho de que en las actuales circunstancias un no franc¨¦s implicar¨ªa, si no la cancelaci¨®n definitiva del proceso de unidad iniciado hace 35 a?os, s¨ª una interrupci¨®n de ese proceso de consecuencias imprevisibles.Esa imprevisibilidad es ya suficiente motivo de inquietud y produce una primera perplejidad: en un proceso tan importante, todo estaba previsto, excepto la posibilidad de que uno o m¨¢s de los socios comunitarios dijera no por las razones que fuere. Esa imprevisi¨®n ha resultado el punto d¨¦bil de la complicada trama tejida en Maastricht; pero su existencia ha permitido, al mismo tiempo, que emergieran algunas otras cuestiones tal vez no suficientemente maduradas en el tratado. De entrada, estas dos: la de si el ritmo marcado al proceso de unidad econ¨®mica y monetaria deber¨¢ mantenerse a despecho de las turbulencias derivadas de una prolongaci¨®n mayor de lo previsto de la desfavorable coyuntura internacional, y la de si el impreciso modelo de entidad pol¨ªtica supranacional propuesto como alternativa al Estado nacional ofrece a los ciudadanos garant¨ªas suficientes de participaci¨®n, viabilidad y eficacia.
Estas cuestiones est¨¢n planteadas de hecho, independientemente de cu¨¢l sea el resultado de la consulta del pr¨®ximo domingo. Tal vez ¨¦se sea el principal m¨¦rito de la iniciativa adoptada por Mitterrand (presionado por Chirac). Ha obligado a repensar algunas cosas. Pero puede adelantarse que la reconsideraci¨®n es mucho m¨¢s probable desde la victoria del s¨ª que desde la par¨¢lisis que seguir¨ªa al triunfo del no.
Un resultado adverso de la consulta har¨ªa un da?o casi irreparable al actual proceso de unidad. No ser¨ªa realista considerar que el Acta ¨²nica (plenamente vigente desde enero de 1993) no se ver¨ªa afectada. La imbricaci¨®n de las disposiciones de Maastricht con el Acta ¨²nica, con cadenas de decisiones ya tomadas, es tal que la no ratificaci¨®n engendrar¨ªa una confusi¨®n dif¨ªcilmente superable. De entrada, esa confusi¨®n se manifestar¨ªa en un periodo de inestabilidad de los cambios monetarios y de los tipos de inter¨¦s, que a su vez pondr¨ªa en cuesti¨®n las estrategias de convergencia destinadas a garantizar la unidad econ¨®mica y monetaria. Ese par¨®n en el aspecto econ¨®mico no podr¨ªa dejar de trasladarse al terreno pol¨ªtico: no se tratar¨ªa s¨®lo de la imposibilidad de avanzar hacia una pol¨ªtica exterior y de seguridad com¨²n, sino del riesgo de pasos atr¨¢s en los avances que Maastricht sancion¨® en relaci¨®n con cuestiones como la regla de la mayor¨ªa, el concepto de ciudadan¨ªa europea, las bases para un futuro de control por el Parlamento de Estrasburgo, las pol¨ªticas de colaboraci¨®n judicial y policial. El proceso es de tal naturaleza que si no avanza, retrocede.
La pasi¨®n con que la ciudadan¨ªa francesa se ha tomado el refer¨¦ndum, y sobre todo el confuso panorama de quienes apoyan el s¨ª o el no y de c¨®mo var¨ªan las expectativas de los resultados, tiene a toda Europa sobre ascuas. A lo largo de los ¨²ltimos cuatro meses se han producido altibajos importantes: hoy, lo ¨²nico que cabe considerar establecido es que ninguna de las dos opciones podr¨¢ ganar por mayor¨ªa abrumadora; incluso es posible que la diferencia sea tan ajustada como en Dinamarca, de apenas unas d¨¦cimas.
A favor del no se ha formado una abigarrada coalici¨®n que incluye desde la ultraderecha de Le Pen (cuyo discurso combina la defensa de la independencia nacional con el rechazo xen¨®fobo del mestizaje cultural) hasta el nacional-comunismo de Marchais, pasando por el europe¨ªsmo insatisfecho del socialista Ch¨¦v¨¨nement, que insiste en la p¨¦rdida de identidad nacional y en el d¨¦ficit democr¨¢tico de las instituciones comunitarias que el tratado convalida. Tambi¨¦n incluye a un sector significativo del neogaullista PRP, encabezado por el antiguo ministro del Interior Charles Pasqua, y al que seguir¨ªa, seg¨²n los sondeos, el 30% de los votantes potenciales de ese partido. Entre los seguidores del centrista Giscard, la disidencia que apoya el no apenas alcanza el 10%.
En el campo del s¨ª, todos los dem¨¢s: 9 de cada 10 socialistas, 9 de cada 10 giscardianos, 7 de cada 10 simpatizantes del RPR, la totalidad de los miembros de Generaci¨®n Ecolog¨ªa y la mitad de los verdes. Un ¨¢rea con evidentes contradicciones pol¨ªticas, pero no tantas como las de sus rivales, lo que da credibilidad al argumento de la imposibilidad de que una victoria del no pueda ser gestionada de manera coherente.
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