Amor no correspondido
Los alemanes siguen pregunt¨¢ndose por qu¨¦ no les quieren los franceses
Los alemanes no acaban de comprender por qu¨¦ todav¨ªa, y especialmente durante la campa?a del refer¨¦ndum sobre Maastricht en Francia, sus vecinos siguen present¨¢ndolos como el agresivo gigante al que, o bien hay que mantener fuera de casa o hay que tenerlo dentro, pero encadenado. Porque, adem¨¢s, a los alemanes les gustan los franceses. Les envidian su charme, adoran su gastronom¨ªa y desear¨ªan emular su joie de vivre.
Norbert Reuner es un estudiante de la cuenca del Ruhr que acaba ahora su tesis sobre Marcel Proust y no piensa que en Alemania haya ninguna animosidad contra los franceses. "Puede haber una cr¨ªtica subyacente de que son gente poco seria, desordenada, pero esto es precisamente lo que se admira de ellos, su savoir vivre". Para Reuner, que ha visitado muchas veces a sus vecinos, los prejuicios que a¨²n. tienen los franceses se mantienen en un cierto grupo de la poblaci¨®n, pero no son generalizados. "Yo he vivido en Francia y no he sentido este resentimiento", dice, "y creo que all¨ª hay tambi¨¦n una escondida admiraci¨®n por los alemanes, por su disciplina, su capacidad de trabajo y esas cosas; aunque, en el fondo, a los franceses no les gustar¨ªa ser as¨ª". Cree Reuner que el resentimiento procede m¨¢s de la I Guerra Mundial que de la Segunda, "porque tuvo lugar b¨¢sicamente en territorio franc¨¦s y en los peque?os pueblos el recuerdo del horror permanece vivo. El problema es que existe una incomprensi¨®n entre los dos pueblos y una gran desinformaci¨®n mutua".G¨¹nter Roth, un m¨¦dico berlin¨¦s que no tiene reparo en considerarse prusiano, abunda en lo mismo: "Tienen un savoir vivre del que nosotros carecemos". Roth no tiene m¨¢s que palabras de elogio: "Par¨ªs es la ciudad luz y es important¨ªsimo la aportaci¨®n de Francia a la cultura universal. Los franceses tienen la elegancia que a nosotros los prusianos nos falta. Todos los grandes arquitectos de Berl¨ªn estudiaron en Par¨ªs". Y para concluir a?ade: "A los franceses, en la guerra franco-prusiana, les ganamos imitando su arte de la guerra".
Existen en Alemania innumerables ejemplos, que aparecen en cada esquina, del insobornable amor por lo franc¨¦s. La puerta de Brandeburgo, en el coraz¨®n de Berl¨ªn, se asienta en la plaza de Par¨ªs. En el palacio de Sarissouci, en Potsdam, en la corte de Federico II el Grande de Prusia, el protector de Voltaire, se hablaba s¨®lo franc¨¦s. Tal vez por ello el gran rey ilustrado acogi¨® en su reino a los hugonotes, los protestantes franceses perseguidos en su pa¨ªs, para colonizar Brandeburgo. En el list¨ªn telef¨®nico de Berl¨ªn, nombres como De Maiziere se mezclan con los D¨¹pont, que se alemanizaron con s¨®lo a?adir una di¨¦resis para que sonara igual que en franc¨¦s.
Napole¨®n, sin problemas
Si esto suced¨ªa en la antigua y orgullosa Prusia, lejos de Francia, en el sur y en occidente germanos la influencia francesa era a¨²n m¨¢s evidente. Napole¨®n no encontr¨® ning¨²n problema para crear la Confederaci¨®n del Rin, e incluso envi¨® a su arquitecto para que dise?ara la capital, D¨¹sseldorf, que desde entonces es la ciudad m¨¢s elegante de Alemania.
Todo empez¨® en la alemana Aachen, la francesa Aix-la-Chapelle, la holandesa Aken, que no son otra que la Aquisgr¨¢n espa?ola, ahora en territorio germano, y donde fue coronado emperador el m¨¢s arquet¨ªpico mito franc¨¦s, el gran Carlomagno. All¨ª muri¨® su hijo Luis el Piadoso, quien dividi¨® entre sus tres hijos el imperio. En el a?o 842, en Estrasburgo, ahora francesa, pero donde se habla una lengua germ¨¢nica, Ludwig, el alem¨¢n, jur¨® en franc¨¦s y Carlos el Calvo, en alem¨¢n, su alianza contra su hermano Lotario para dividirse su parte del imperio. As¨ª nacieron Francia y Alemania. Pero hasta finales del siglo pasado fueron muy escasos los roces entre franceses y alemanes. S¨®lo cuando la Prusia de Otto von Bismarck se propuso unificar la Alemania que se ha b¨ªa ido dividiendo en varios mi les de Estados, se rompi¨® una larga tradici¨®n. El canciller de hierro desencaden¨® la guerra franco-prusiana para que sirviera como elemento catalizador del nuevo Estado. Gan¨® un a guerra brutal; Francia perdi¨® Alsacia y Lorena, pero el k¨¢iser Guillermo I no quiso ser coronado emperador en Berl¨ªn, sino en Versalles. Ah¨ª se estro pe¨® todo. La I Guerra Mundial, el horror de las trincheras y los gases t¨®xicos. El Tratado de Versalles y sus funestas consecuencias. Hitler. El infierno y la destrucci¨®n total. La ocupaci¨®n. La guerra fr¨ªa. La divisi¨®n de Alemania. Charles de Gaulle y Konrad Adenauer. El Tratado de Amistad Francoalem¨¢n. El Mercado Com¨²n. El milagro econ¨®mico alem¨¢n. Durante 40 a?os, la Rep¨²blica Federal de Alemania fue el mejor aliado de Francia, su trinchera de primera l¨ªnea en la guerra fr¨ªa. Los alemanes cre¨ªan haber redimido su pasado.
Se equivocaban. Lleg¨® Mijail Gorbachov y acab¨® echando abajo el muro de Berl¨ªn. Alemania se reunific¨®, y Occidente se qued¨® sin enemigos. Los temores resurgieron con fuerza. "No hay m¨¢s que mirar el mapa, ver d¨®nde estamos, que somos 80 millones de habitantes y la mayor econom¨ªa de Europa", dice un joven profesor universitario berlin¨¦s. "No es de extra?ar que demos miedo".
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