Una gran reserva de casta
Todas esas historias para no dormir sobre el descastamiento de las ganader¨ªas, que cuentan los taurinos para justificar la invalidez absoluta y el amodorramiento supino de los toros, las desmienten los victorinos. Si los victorinos no constituyen especie aparte, si no han aparecido de repente en la faz de la tierra por generaci¨®n espont¨¢nea, en las ganader¨ªas de bravo hay casta. Y si, por una de aquellas rarezas de la vida (o por diligencia previsora del amo) es la ¨²nica que ha sabido conservar la simiente esencial de la raza, hay all¨ª reserva sobrada para reencastar las restantes ganader¨ªas y ponerlas a todas m¨¢s bonitas que un San Luis.Casta brava y ya casi cabr¨ªa decir casta victorina: toro fiero, perseguidor a tranco largo de quien divise a lontananza, siempre crecido en el ataque, y si su actitud es a la defensiva, alerta ante el enemigo; brusco en el peor de los casos, codicioso en el mejor de ellos. Es decir, un toro que no quieren ver ni en fotograf¨ªa la mayor¨ªa de los toreros. Porque este es el problema: la mayor¨ªa de los toreros de hoy, al toro aut¨¦ntico, al que fue el fundamento de la fiesta desde sus or¨ªgenes hasta la llegada de estos falaces taurinos de tercera; al que requiere valor y t¨¦cnica para dominarlo, lo repudian, y si han de ponerse delante, a saber qu¨¦ demonios har¨¢n para convertirlo en un amodorrado supino y en un inv¨¢lido absoluto.
Mart¨ªn / Gonz¨¢lez, Espl¨¢, Mendes
Toros de Victorino Mart¨ªn, muy desiguales, pobr¨ªsimos de cornamenta, varios sospechosos de pitones; muy encastados. D¨¢maso Gonz¨¢lez: pinchazo y estocada (oreja); pinchazo, estocada tendida y descabello (oreja). Luis Francisco Espl¨¢: estocada corta (silencio); bajonazo descarado (oreja protestada). V¨ªctor Mendes: dos pinchazos, bajonazo -aviso- y descabello (silencio); media atravesada y descabello (oreja). Plaza de Guadalajara, 18 de septiembre. Segunda corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
La casta de los victorinos lidiados en Guadalajara se manifest¨® en muy diversas variantes. Era como si el libro del toro de lidia abriera un cap¨ªtulo y fuera desgranando explicaciones sobre sus comportamientos, cada vez que sonaba el clar¨ªn y saltaba un victorino a la arena. Toro de codiciosa boyant¨ªa, fue el primero; duro de pezu?a el segundo; bravo el tercero; apacible noblet¨®n el cuarto; vivaz, y cambiante el quinto, que obedec¨ªa humillado y fijo al mando del matador pero, de s¨²bito, se abalanzaba violentamente sobre el enga?o; plet¨®rico de casta y genio el sexto.
Los espadas estuvieron muy toreros con esta emocionante corrida. D¨¢maso Gonz¨¢lez templ¨® y lig¨® sus faenas don t¨¦cnica y armon¨ªa. Espl¨¢ machete¨® al segundo y le carg¨® la suerte al quinto, en una faena constru¨ªda con arte de lidiador nato. Mendes estuvo aseado en el tercero -lo cual no bastaba para hacer honor a la nobleza del toro- y arriesg¨® en su trasteo al sexto, que se le ven¨ªa encima, y si recurr¨ªa al pico para salvar la cabezada, se quedaba al descubierto a mitad del pase, y ya estaba el toro bronco revolvi¨¦ndose en persecuci¨®n de sus femorales u otros ¨®rganos de similar aprecio.
Banderillearon Espl¨¢ y Mendes, con poco brillo. En sus primeros toros, cedi¨¦ndose los palos y, seg¨²n la moda, el que no banderilleaba se quedaba de presente en el tercio, no se sabe si levantando acta o haciendo guardia. Ahora bien, los victorinos, en cuanto ve¨ªan al vigilante, se lanzaban a por ¨¦l en veloz persecuci¨®n. Acud¨ªan entonces al quite las cuadrillas, tambi¨¦n el banderillero de turno, y se produc¨ªa en el redondel gran zarabanda de capotazos, carreras, regates, brincos al callej¨®n, ayes y suspiros, y aquello parec¨ªa los sanfermines.
Estos sobresaltos ten¨ªan asimismo emoci¨®n pues con ganado de casta siempre hay riesgo y zozobra. Esa es la ley de la fiesta, que llevaron al coso de Guadalajara los toros de Victorino Mart¨ªn. Fueron, por otra parte, desiguales, escasos de cuerna y, adem¨¢s, feos. Y nadie protest¨® por ello. Pues si, encima, llegan a salir guapos, aquello habr¨ªa sido el nirvana.
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