Cuba dentro de un piano
En 1935, indignado ante el avance imperialista yanqui e influido por el recuerdo de los ritmos habaneros que mi madre interpretaba al piano cuando yo era chico y por el aire cubano que soplaba por C¨¢diz, escrib¨ª un poema, perteneciente a mi libro 13 bandas y 48 estrellas, en el que introduje fragmentos de canciones habaneras en una especie de inesperado collage. Dec¨ªa as¨ª: "Cuando mi madre llevaba un sorbete de fresa por sombrero / y el humo de los barcos a¨²n era humo de habanero. / Mulata vueltabajera... / C¨¢diz se adormec¨ªa entre fandangos y habaneras / y un lorito al piano quer¨ªa hacer de tenor. / ... dime d¨®nde est¨¢ la flor que el hombre tanto venera. Mi t¨ªo Antonio volv¨ªa con aire de insurrecto. / La Caba?a y El Pr¨ªncipe sonaban por los patios de El Puerto. / (Ya no brilla la Perla Azul de las Antillas, / ya se apag¨®, se nos ha muerto). / Me encontr¨¦ con la bella Trinidad / Cuba se hab¨ªa perdido y ahora era de verdad. / Era verdad, / no era mentira, / un ca?onero huido lleg¨® cant¨¢ndolo en guajira. / La Habana ya se perdi¨®. / Tuvo la culpa el dinero... / Call¨®, / call¨® el ca?onero. / Pero despu¨¦s, pero ?ah! despu¨¦s / fue cuando al s¨ª / lo hicieron yes".Qu¨¦ lejanos ya aquellos d¨ªas repletos de im¨¢genes cubanas, sobre todo la de nuestra tata, aquella popular y guapa mulata habanera, de la que no alcanzo a recordar si su nombre era Mar¨ªa, y que cuid¨® los primeros a?os de mi infancia portuense. Cuba siempre tuvo para m¨ª un significado muy especial, y su inter¨¦s aument¨® desde el primer viaje que realic¨¦ all¨ª con Mar¨ªa Teresa en el a?o 1935, y m¨¢s tarde, en 1960, cuando ya hab¨ªa triunfado la Revoluci¨®n castrista. Es la segunda vez, con apenas un a?o de diferencia, que visito con Mar¨ªa Asunci¨®n La Habana ha sido ¨¦ste, pues mi cuarto viaje. Ahora ya ha desaparecido Nicol¨¢s Guill¨¦n, el gran poeta negro, amigo entra?able, con el que en esta misma ciudad di varios recitales con un inmenso ¨¦xito y en medio de un sofocante calor.
Todav¨ªa recuerdo que durante el primer viaje, Mar¨ªa Teresa y yo visitamos juntos la c¨¢rcel de mujeres, las mismas que 56 a?os despu¨¦s vinieron a abrazarme, llorando, en plena calle, cuando me dirig¨ªa a un recital. En la prisi¨®n de El Pr¨ªncipe, abrazamos tambi¨¦n al poeta Regino Pedroso y al escritor Juan Marinello. Todos ellos presos pol¨ªticos bajo la dictadura de Batista.
Durante mi tercer viaje a Cuba, la acogida del pueblo fue muy emotiva, ese pueblo que con su gracia y acento tanto me recuerda al gaditano. Volv¨ª a sentirme como entre los aires de mi propia casa, me impusieron las condecoraciones m¨¢s destacadas del pa¨ªs, desde la Orden Jos¨¦ Mart¨ª hasta la de hu¨¦sped ilustre de la ciudad de La Habana, de la que recib¨ª las llaves. En la Universidad, en la que Mar¨ªa Asunci¨®n hab¨ªa dado dos conferencias d¨ªas antes, durante un acto fraternal y nada acad¨¦mico en el que se encontraba Fidel Castro, me nombraron doctor honoris causa. Di recitales en las plazas abarrotadas de gente, en la Uni¨®n Nacional de Escritores, en el Palacio del Segundo Cabo... Visit¨¦ la Casa de las Am¨¦ricas, el Centro Alejo Carpentier, la finca La Vig¨ªa, en donde vivi¨® Hemingway, entusiasta amigo de Cuba, y que despert¨® en m¨ª tanta honda nostalgia de los d¨ªas que pasamos juntos durante nuestra guerra civil.
A comienzos de este mismo a?o, regresamos de nuevo a la bell¨ªsima isla. del Caribe, pero esta vez en una visita privada. En el aeropuerto nos esperaba mi hija y mis dos preciosas nietas, Altea y Marina. De nuevo, el afecto sincero de Fidel y Ra¨²l Castro y el de su mujer, la dulce Vilma Esp¨ªn, y de todos cuantos nos rodearon. Coincidimos all¨ª con el inimitable Antonio Gades, que tambi¨¦n ama mucho a Cuba, en la que pasa frecuentes temporadas y con el que compartimos divertidas charlas. Y c¨®mo no, a nuestra incre¨ªble amiga argentina Adriana Arce, casi cubana de adopci¨®n, cuya sonriente vitalidad nos contagiaba a todos en cualquier momento.
Hoy que casi el mundo entero vuelve la espalda al r¨¦gimen cubano y que se ha levantado en tomo a la hermosa Perla Azul de las Antillas en un bloqueo tan injusto como desolador, quiero alzar mi voz nuevamente para defender lo que en estos momentos parece casi indefendible y vergonzoso: que el pueblo cubano, parad¨®jicamente el m¨¢s independiente que hoy existe, pueda seguir adelante con esa arriesgada y hom¨¦rica haza?a que el comandante Fidel Castro comenz¨® hace 32 y dos a?os. S¨¦ que esto que digo levantar¨¢ muchas opiniones en contra, que hay quien comentar¨¢ que estoy anclado en una visi¨®n id¨ªlica del r¨¦gimen castrista... que la verdad es otra...
Pero yo, y creo que no estoy solo, sigo creyendo en la realidad que Fidel construy¨® para su pueblo y que ning¨²n otro pa¨ªs latinoamericano ha tenido. Por eso, quiero ahora transcribir unos versos dedicados al comandante, que ya publiqu¨¦ en este mismo peri¨®dico, con otro motivo, no hace mucho. Quiero repetirlos, porque deseo que el poema, aunque breve, figure en las p¨¢ginas de memorias de mi Arboleda perdida como un sentido y fervoroso homenaje: "Desde mi mar gaditano / llegu¨¦ a tu mar habanero / a decir cu¨¢nto lo quiero / y cu¨¢nto quiero con ¨¦l / al gran pueblo que Fidel / ama, alumbra y representa / dispuesto a morir por ¨¦l".
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