Sevilla vibra con la reaparici¨®n de Maradona
"Diego, con vos hasta la muerte". As¨ª fue, como rezaba la pancarta desplegada en el fondo norte del S¨¢nchez Pizju¨¢n. El sevillismo vibr¨® hasta la muerte, y Diego Maradona dio todo lo que ten¨ªa dentro de s¨ª para conseguir que el partido de su reaparici¨®n fuera digno de su regreso al f¨²tbol. Astuto en el recorte de esfuerzos, pero entregado hasta la extenuaci¨®n cuando el bal¨®n llegaba a sus pies, Maradona dio alas a un Sevilla que corri¨® los metros que al argentino le faltaron. La victoria fue lo de menos. El rival elegido, el Bayern M¨²nich, un conjunto de caballeros que no quiso estropear la fiesta.Salt¨® el ¨²ltimo al calentamiento. La subida por las escalerillas del t¨²nel de vestuarios fue acompa?ada con ese ritmo rumbero que Los del R¨ªo han internacionalizado: "Sevilla tiene un color especial". Diego, nada m¨¢s pisar la hierba, se gira, mira al palco, se santigua, saluda a su familia y lanza un beso al aire a sus nenas. Un bal¨®n despistado llega a sus pies. Lo toca con la zurda que le llev¨® al estrellato. Lo levanta del suelo, uno, dos, tres, cuatro toques con la espuela, toca de cabeza, juega con sus hombros, lo baja suavemente. La grada estalla. Diego Maradona deleita como lo hiciera hace 20 a?os, cuando con s¨®lo 12 entreten¨ªa en los intermedios de los partidos del Argentino Juniors.
La salida oficial del equipo lleva al frente a un nuevo capit¨¢n. Maradona estrena el brazalete que le cedi¨® Jim¨¦nez y el 10 que le internacionaliz¨®. Medio centenar de fot¨®grafos le persiguen por el campo, y Diego regatea con ellos. La moneda de L¨®pez Nieto vuela por los aires. "Sacamos nosotros", se apresura a decir; el capit¨¢n sevillista gana la apuesta. El partido comienza.
Maradona aguant¨® los 90 minutos a un ritmo lento, pero continuado. Jug¨® en una franja del campo de unos 20 metros de ancho por 50 de largo, por donde su carrera fue continua durante los 25 primeros minutos de cada parte, con cortos acelerones cuando el bal¨®n pasaba por sus pies, y por donde recuperaba caminando el resto del tiempo. Su estado de forma no le permiti¨® entrar en el sistema presionante del centro del campo impuesto por Bilardo, quedando como ¨²ltimo hombre adelantado del conjunto sevillista.
Astuto como ninguno, Diego supo suministrar sus minutos de ox¨ªgeno al igual que sus intervenciones, casi contadas matem¨¢ticamente, para que sus apariciones estuvieran equilibradas en cada mitad. Entr¨® en contacto con el bal¨®n en 73 ocasiones, 37 en la primera parte y 36 en la segunda. Recuper¨® tres balones y perdi¨® 14 (8 y 6 en cada periodo). Sus estad¨ªsticas se completan con tres tiros a gol -uno de ellos de cabeza-, dos pases que acabaron con el bal¨®n en las mallas alemanas, seis lanzamientos de falta -uno hizo temblar el larguero-, tres saques de esquina, dos faltas recibidas y dos cometidas contra rivales.
El marcaje al que fue sometido fue siempre zonal. Su amigo, Matthaus le cog¨ªa en las inmediaciones del c¨ªrculo central, mientras que Kreuzer y Schwabl se lo repart¨ªan cuando avanzaba hacia el ¨¢rea. S¨®lo en dos ocasiones fue derribado ninguna de ellas producto de entradas contundentes.
La fiesta parec¨ªa perfecta. Y nada pod¨ªa fallar. Claro que a Olaf Thon no le pareci¨® correcto desaprovechar un libre directo sobre la frontal de Unzu¨¦ para ejercitar su disparo y clavar por la escuadra el 0-1, con el que adelantaba a su equipo.
Para entonces, Maradona hab¨ªa pasado ya el periodo inicial de aclimatamiento. Esos minutos en que las ansias por volver quiz¨¢ le hicieron deambular y recorrer demasiados metros por la zona central del terreno. Y aparecieron -eso s¨ª, con cuentagotas- las genialidades del pibe de Villa Fiorito. Instantes que fueron breves, pero que provocaron el silencio llamado maestrante. Aquel que surge cuando otro de los ¨ªdolos de Sevilla, Curro Romero, despliega su capote.
Primero fue un pase en profundidad a Cont¨¦, que ¨¦ste no supo resolver; m¨¢s tarde, un lanzamiento desde el interior del ¨¢rea que oblig¨® a Aumann a lucirse en una fenomenal parada desviando el bal¨®n a c¨®rner, y antes del descanso, con una falta desde el lateral que acab¨® con el larguero temblando. L¨®pez Nieto quiso poner tambi¨¦n algo de su parte para ayudar al Pelusa, y de camino que se hablara de ¨¦l, y expuls¨® por protestar al goleador germano Labbadia antes de que se llegara al descanso.
El intermedio le sirvi¨® a Diego para recuperar ox¨ªgeno, y al Sevilla para planear la reacci¨®n. La salida de Monchu increment¨® el poder ofensivo del equipo de Bilardo y permiti¨® mayor libertad a Suker y al propio Maradona: 15 minutos bastaron para que el asturiano igualara el marcador, ante el delirio de la grada; seis m¨¢s para que un pase medido de Maradona fuera llevado por Suker a las mallas, y otros cuatro para rematar una faena completa y sentenciar.
S¨®lo falt¨® el gol de Diego. Un gol que a punto estuvo de llegar. Se cumpl¨ªa el minuto 90. El bal¨®n de Simeone lleg¨® al punto de penalti, donde Maradona lo recibi¨® con un extra?o malabarismo. La mano de Dios hab¨ªa vuelto a un terreno de juego, y el bal¨®n acab¨®, tras un toque de puntera del Pelusa, en las mallas rivales. S¨®lo que esta vez el ¨¢rbitro s¨ª vio la influencia divina y las mallas no eran brit¨¢nicas.
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