Iliescu resiste
RUMANIA ES el ¨²nico caso, entre los pa¨ªses del este europeo, en el que el dictador comunista fue ejecutado en un plazo de horas y en el que, casi tres a?os despu¨¦s de esa ejecuci¨®n, el aparato comunista controla el poder y sigue ejerciendo la hegemon¨ªa pol¨ªtica, en la vida nacional. Las elecciones del domingo pasado -presidenciales y parlamentarias- deb¨ªan marcar, en principio, un viraje hist¨®rico hacia la democratizaci¨®n de Rumania. Para ello, los principales partidos de la oposici¨®n se presentaron unidos en la Convenci¨®n Democr¨¢tica y con un candidato prestigioso para la presidencia, el profesor Constantinescu. Por otra parte, el Frente de Salvaci¨®n Nacional (organizaci¨®n que asumi¨® la continuidad del poder al desaparecer Ceausescu) se escindi¨® en marzo pasado, y su sector socialdem¨®crata, encabezado por el antiguo primer ministro Petre Roman, se moviliz¨® en la campa?a por derrotar al actual presidente Iliescu. Pero las esperanzas no se han confirmado. En espera de los resultados oficiales, un sondeo serio de una agencia alemana otorga a Iliescu el 45% de los votos en la elecci¨®n presidencial, y a su partido, el Frente Democr¨¢tico de Salvaci¨®n Nacional (FDSN), el primer puesto en la votaci¨®n para el Parlamento. Ahora ser¨¢ precisa una segunda vuelta para designar al presidente de la Rep¨²blica, ya que ning¨²n candidato ha alcanzado el 50%, pero Iliescu es sin duda el mejor colocado, aunque va a tener un Congreso tan dividido que le ser¨¢ muy dificil lograr una mayor¨ªa favorable a su pol¨ªtica.
?C¨®mo explicar esta resistencia del electorado rumano a votar a favor de una v¨ªa democr¨¢tica? Por un lado, Iliescu cosecha sus principales ¨¦xitos en el campo, donde sigue pesando la obediencia al poder y el temor ante cambios que pongan en peligro formas de vida que, por miserables que sean, permiten subsistir. Por otra, el modelo de una Europa occidental democr¨¢tica y pr¨®spera -factor decisivo del cambio en Varsovia, Berl¨ªn o Praga- ha perdido gran parte de su atractivo. Ante el futuro, el hecho m¨¢s preocupante es la alianza, no declarada pero real, entre el neocomunismo encarnado por Iliescu y las opciones nacionalistas, con rasgos de fascismo y antisemitismo, de los partidos Uni¨®n Nacional Rumana o Gran Rumania. El l¨ªder del primero de ¨¦stos, Funar, realiza una propaganda provocativa contra los h¨²ngaros, a los que califica de "asi¨¢ticos b¨¢rbaros que a¨²n no se han civilizado". En un pa¨ªs en el que los h¨²ngaros representan una minor¨ªa de casi dos millones de personas, la combinaci¨®n del autoritarismo de Iliescu con las posiciones nacionalistas de Funar presagia un futuro preocupante en la Europa oriental.
La pol¨ªtica agresiva de Serbia se basa en la alianza de Milosevic y del nacionalismo parafascista de Seselj. El equipo que gobierna la nueva Eslovaquia se ha formado por ex comunistas y nacionalistas intransigentes. Adem¨¢s, el nacionalismo eslovaco, como el rumano, tiene un sesgo, netamente antih¨²ngaro. Mientras tanto, en Budapest surgen, dentro del partido del jefe de Gobierno, Antall, corrientes nacionalistas con ribetes de antisemitismo. Son signos de una evoluci¨®n europea inquietante, a la que los rumanos han agregado unas notas nada alentadoras.
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