Votar en Kuwait
ALBOROZARSE PORQUE la oposici¨®n haya obtenido la mayor¨ªa de los esca?os en las elecciones parlamentarias celebradas en Kuwait el pasado lunes es un sinsentido. Lo ¨²nico que tiene de oposici¨®n es el nombre.Contar para la democratizaci¨®n del emirato con 32 diputados del total de 50, elegidos entre 287 candidatos salidos de 81.000 varones mayores de 21 a?os que pudieran probar sus lazos con las familias tradicionales radicadas en Kuwait desde antes de 1920 (en un pa¨ªs que es independiente s¨®lo desde 1962), es una afrenta al concepto mismo de democracia.
Sobre todo si se recuerda que hab¨ªa otros 580.000 kuwait¨ªes a los que se impidi¨® el acceso a las urnas, incluidas todas las mujeres, que constituyen el 5 1 % de una sociedad que, por parad¨®jico que parezca, es sustancialmente matriarcal en su funcionamiento. Y otros 200.000 o 300.000 ciudadanos extranjeros, muchos de los cuales habr¨ªan tenido derecho a la ciudadan¨ªa del emirato en cualquier pa¨ªs cuyas leyes de nacionalidad fueran m¨ªnimamente sensatas. No existen reglas para la obtenci¨®n de la nacionalidad en Kuwait: ni la residencia, por extensa que sea, ni el nacimiento; s¨®lo la voluntad graciosa del emir.
A ello hay que a?adir el medio mill¨®n de palestinos que no s¨®lo no consiguieron votar, sino que estaban ausentes de Kuwait pese a que durante a?os hab¨ªan contribuido a la prosperidad del emirato, y los centenares de miles de iraqu¨ªes, iran¨ªes y egipcios expulsados porque alguien sospech¨® que hab¨ªan colaborado con Irak y decidi¨® dejarlos sin hogar, trabajo, pa¨ªs o pensiones. Adem¨¢s del pr¨ªncipe heredero -hasta ayer primer ministro-, ocho miembros de la familia reinante, Al Sabaj (de ellos, tres hermanos del emir), eran ministros; tambi¨¦n lo son cuatro de los cinco gobernadores, el presidente del banco central y el de la organizaci¨®n central de explotaci¨®n del petr¨®leo. Ahora el Gobierno ha dimitido y, en el nuevo Ejecutivo de 24 carteras, sea o no igualmente abrumadora la presencia de miembros de la familia reinante, contar¨¢ con 24 aliados del emir. Y como la Constituci¨®n establece que los ministros son autom¨¢ticamente parlamentarios, la minor¨ªa progubernamental se convertir¨¢ ipso facto en mayor¨ªa.
Y ah¨ª habr¨¢ acabado el gran movimiento opositor. De todos modos, debe recordarse que la mayor¨ªa de los esca?os de la oposici¨®n estar¨¢ en poder de los diputados islamistas (fundamentalistas o no), que no se distinguen por su acendrada fe democr¨¢tica. En realidad, la elecci¨®n del pasado lunes no se refer¨ªa a la libertad y a la democracia, sino a la disputa del poder omn¨ªmodo de la familia Al Sabaj. No son s¨®lo razones pol¨ªticas las que configuran esta lucha; son sobre todo cuestiones econ¨®micas, de las que, en lo que a Espa?a hace, no es la menor el control de las operaciones de KIO. Se explica as¨ª que las elecciones decidieran menos la estructura pol¨ªtica futura del emirato que el equilibrio de poder entre las viejas familias kuwait¨ªes. De ah¨ª la regla que impon¨ªa la demostraci¨®n de los lazos con el pa¨ªs desde antes de 1920.
El proceso de democratizaci¨®n de Kuwait se ha convertido as¨ª en' un fiasco, pese a la gigantesca operaci¨®n de salvamento lanzada por el mundo occidental y algunos aliados para acabar con la anexi¨®n impuesta en agosto de 1990 por Sadam Husein. Fue precisa una dura guerra de alto coste en vidas y haciendas y en prestigio para desalojar a los iraqu¨ªes; ¨¦stos a¨²n padecen las consecuencias. La rapidez y seriedad con que se mont¨® la operaci¨®n, la colaboraci¨®n de las grandes potencias por primera vez, el papel de la ONU, incluso hicieron concebir la esperanza de que nac¨ªa un nuevo orden internacional basado en la paz y en la justicia. No ha sido as¨ª, pero ello no desmerece del esfuerzo invertido por el mundo en Kuwait y tan mal pagado ahora.
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