La Expo zarpa hacia el recuerdo
?ltimo paseo por la muestra, que se despide tras seis meses de atraque en Sevilla
No eran , puentes, sino pasare las. No era una. isla, sino un barco. Ayer la Expo parec¨ªa una nave atracada en el puerto de Sevilla, en la v¨ªspera de zar par tras un amarre prolongado La ciudad fluvial dijo adi¨®s a la Expo como las portuarias se despiden de los barcos grande que les han dado -por uno d¨ªas- una vida distinta: con una ¨²ltima visita y una ¨²ltima fiesta. Despu¨¦s, a tierra. Para ver, desde la calle de Torneo c¨®mo se cierran los puentes, c¨®mo se apagan las luces, c¨®mo cesa la agitaci¨®n de seis meses.Yendo hacia el recinto, por el barrio del Museo y por la Puerta Real, se observaban los primeros s¨ªntomas del d¨ªa siguiente: coches a rebosar de equipajes, gentes cargadas de maletas. En las puertas de la Expo, una multitud paciente hac¨ªa su pen¨²ltima cola: eran los poseedores del pase de noche, que ayer pudieron acceder al recinto desde las cuatro de la tarde.Al mediod¨ªa, la Expo estaba tranquila. Las ya famosas colas ante los pabellones resultaban m¨¢s cortas. Principalmente los visitantes de esta hora eran sevillanos poseedores del pase de temporada. Ya lo han visto todo. Los ni?os ya tienen todos los sellos de los pabellones en sus pasaportes. Ahora, dan su ¨²ltimo paseo por el recinto.
Ante el pabell¨®n de Marruecos la ¨²ltima ni?a protagoniza la ¨²ltima ca¨ªda en una fuente, con consternaci¨®n de la familia, que decide en consejo sumar¨ªsimo proseguir el paseo y dejar que la criatura se seque al debil¨ªsimo sol amenazado por nubarrones. El ¨²ltimo padre de familia graba el ¨²ltimo v¨ªdeo ?Pena? La hay. La semana pasada ha sido agotadora. Meli, madre de familia, no ha llevado a los ni?os al colegio para visitar todos los pabellones que le quedaban por ver. "?Qu¨¦ pena, hijo, es tan linda!", dice mientras corre hacia el de Chile, para que los ni?os -exhaustos- vean el iceberg antes de que se derrita en el Guadalquivir.A las cuatro de la tarde se abren las puertas para los poseedores de los pases de noche. Es como la carrera de carretas de Cimarr¨®n. El ¨¦xito de la Expo ha sido el de contar con una ciudad sabia en el arte de divertirse en paz, de saber vivir la calle, de hacer privado y propio lo p¨²blico. Hasta Pell¨®n se alarm¨® ante tanta sapiencia l¨²dica y dijo aquello de que los sevillanos no pod¨ªan convertir la Expo en su segunda residencia. Pues lo han hecho.Y hoy se despiden de estas noches interminables. Adem¨¢s, como durante un a?o se ha vivido la histeria de la historia y todo han sido acontecimientos irrepetibles, todos quieren decir "yo estuve all¨ª" cuando, dentro de muchos a?os, en un programa de televisi¨®n, se vean viejas im¨¢genes de aquello que fue, all¨¢ por el 92, el siglo pasado, la Exposici¨®n Universal de Sevilla. Es de temer que haya nacido una generaci¨®n de futuros abuelos Cebolleta de la Expo.
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