EE UU
Tradicionalmente se ha exigido a los aspirantes a la presidencia de Estados Unidos que carecieran de pasado. Bastaba con descubrir en la biograf¨ªa de alguno de los candidatos una aventura extramatrimonial, una visita al psiquiatra, un suspenso en religi¨®n o en deportes, o un ensayo onanista, para que fuera triturado por su rival con el aplauso del pueblo americano. Si en esa recta final hacia la Casa Blanca aparec¨ªa un chivato de la ¨¦poca del cole denunciando que ya entonces se met¨ªa el dedo en la nariz o que ten¨ªa cierta inclinaci¨®n a la tristeza, pod¨ªa considerar perdidas las elecciones aunque contara con un programa razonable. En fin, que los candidatos al trono de Occidente ten¨ªan que presentar un curr¨ªculo m¨¢s plano que el electroencefalograma de Corcuera.Parece que esa tendencia ha empezado a cambiar de direcci¨®n con Clinton; de hecho, se le ha descubierto un l¨ªo de faldas, ha confesado haber acudido al psic¨®logo, hizo campa?a contra la guerra del Vietnam fuera de su pa¨ªs, lo que equivale a ser un antipatriota, y, por si todo esto fuera poco, ha reconocido que un d¨ªa se fum¨® un porro, aunque, eso s¨ª, sin tragarse el humo, tampoco hay que pasarse. La verdad es que s¨®lo le faltaba tener en su biblioteca el Manifiesto Comunista -sin haberlo le¨ªdo, se entiende-, no ya para perder las elecciones, sino para que en otra ¨¦poca le hubieran expulsado del pa¨ªs. El pobre Bush no entiende nada; durante todo este tiempo se ha dedicado a meter su dedo acusador en estas rendijas para mostrar al p¨²blico la porquer¨ªa acumulada en el pasado de su contrincante, y el p¨²blico, en lugar de volver el rostro tap¨¢ndose las narices, ha llamado a su encuestador de cabecera para darse de alta en la lista del dem¨®crata. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando en la metr¨®poli? ?De qu¨¦ forma influir¨¢ en nuestro progreso moral y econ¨®mico?
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