La excavadora ataca la ¨²ltima finca para ensanchar la N-VI
Numancia fue Troya. La ¨²ltima finca que se resist¨ªa a la expropiaci¨®n para el ensanche de la carretera de La Coru?a -tramo Aravaca-Puerta de Hierro sufri¨® ayer los embates de las excavadoras, pese a la airada oposici¨®n de sus residentes, la familia Blanco de C¨®rdova. Los afectados, subidos al muro, lograron detener la labor de las m¨¢quinas durante cuatro horas. El derribo se reanud¨® con una fuerte protecci¨®n de la Guardia Civil.
"Vamos a proceder a tirar el muro", informa el representante del Ministerio de Obras P¨²blicas, Francisco Prieto."A ver d¨®nde est¨¢ la orden. Esto es ilegal", responde airado el morador, Eugenio Blanco de C¨®rdova, el ¨²nico de los cuatro copropietanos que no ha aceptado la expropiaci¨®n. Esgrime un ejemplar de la Ley Org¨¢nica del Poder Judicial y otro de la norma sobre expropiaci¨®n forzosa. Y asegura que no ha recibido ning¨²n papel que autorice el derribo.
La verja separa a las partes en conflicto: los afectados se han atrincherado dentro de la finca, con un coche en cada esquina. La orden -un auto de ejecuci¨®n de la sentencia sobre un Interdicto hecho por el Juzgado de Primera Instancia n¨²mero 26 con fecha del pasado 6 de abril- est¨¢ en la -cartera de Prieto, que se la muestra al sargento de la Guardia Civil y no al indignado vecino. "Se la han comunicado del juzgado", afirma.
?Al ataque!
Son las once de la ma?ana en el kil¨®metro 9,9 de la carretera de La Coru?a. Las excavadoras llevan un rato situadas ante los dos laterales de la valla de Villa Gloria. "?Al ataque!", bromea uno de los obreros, Luis Heredero.Un cuarto de hora despu¨¦s, la cuchara mec¨¢nica la emprende contra el muro. Parte de la familia se sube al coche aparcado junto a la pared. Traen las pancartas de protesta. La veintena de defensores -los padres, cinco hijos y algunos amigos que colaboran en la resistencia- tienen que repartirse: las m¨¢quinas atacan por ambos flancos.
Paco, a los mandos de la excavadora que debuta, cumple la orden de seguir derribando valla. Con exquisito cuidado, eso s¨ª. Tras media hora de nervios, los moradores se sientan sobre el desgajado muro y se interrumpe el derribo. Para entonces, un par de piedras hab¨ªan volado hacia la m¨¢quina y alguno de los hijos se hab¨ªa abalanzado contra la pala mec¨¢nica. "Nunca me hab¨ªa pasado una cosa como ¨¦sta", murmura el operario.
Dentro de la finca, Eugenio Blanco de C¨®rdova, ingeniero de 56 a?os, piensa en presentar ante el juzgado de guardia una denuncia contra el MOPT por allanamiento de morada. "Me dejan la casa a cuatro metros de la autopista [y sin jard¨ªn]. Pido que me la hagan de nuevo o que me den dinero suficiente y licencia para construirla yo detr¨¢s". No le satisface lo que ha ofrecido la Administraci¨®n (22 o 23 millones por 630 metros cuadrados y 5,4 millones por el da?o que sufre la casa, seg¨²n sus datos).
Por su parte, el representante ministerial asegura que el derribo del muro y la expropiaci¨®n de una franja de fachada son perfectamente legales. Tambi¨¦n se?ala que los otros tres copropietarios han firmado el acuerdo.
A las doce de la ma?ana, el derribo queda paralizado. Los ingenieros de la obra deambulan por el arc¨¦n de la autopista. El par¨®n dura hasta las cuatro y diez de la tarde. Para entonces, la Guardia Civil recibe nuevos efectivos que disuaden a la fama "Nos sacan por la fuerza", murmura la madre mientras cae el muro delantero.
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