El invierno de Yeltsin
TODO DIRIGENTE pol¨ªtico tiende a considerar, a menudo, que los ataques que recibe son asaltos al pa¨ªs, a la sociedad y a los proyectos de su Gobierno. Bor¨ªs Yeltsin no es una excepci¨®n a esta regla. El ¨²ltimo s¨ªntoma ha sido la decisi¨®n de disolver el Frente de Salvaci¨®n Nacional (FSN), asociaci¨®n de partidos opositores al actual Gobierno ruso y en el que, desde el respeto al ordenamiento democr¨¢tico, se aglutinan los comunistas ortodoxos y los nacionalistas radicales. Yeltsin alega que la oposici¨®n parlamentaria boicoteaba permanentemente sus reformas econ¨®micas y que no le dejaba gobernar en paz. Peligroso concepto de la democracia en el que la labor de la oposici¨®n deber¨ªa ser la de invitados de piedra. Y en ese sentido hay que destacar la radicalizaci¨®n que parece impulsar el presidente hasta el punto de dejar muy poco espacio para pactos con fuerzas opositoras moderadas, como la Uni¨®n C¨ªvica del vicepresidente Rutsk¨®i.Pero detr¨¢s de las justificaciones te¨®ricas se esconden tambi¨¦n datos concretos: la situaci¨®n econ¨®mica de Rusia es terror¨ªfica. El invierno est¨¢ ya encima, el malestar ciudadano es evidente, portavoces autorizados del Gobierno hablan sin pudor de la imposibilidad de pagar la deuda, la producci¨®n industrial decrece en magnitudes alarmantes... El ahora disuelto FSN preparaba un golpe de efecto democr¨¢tico para la reuni¨®n del Congreso de los Diputados del Pueblo, cuyo comienzo estaba previsto para el 1 de diciembre. Existen fundadas sospechas de que Yeltsin pretende dar una vuelta de tuerca m¨¢s en su presidencialista fuga hacia adelante: disolver el Congreso y gobernar por decreto. La justificaci¨®n debe buscarse en que no conviene que otros menos experimentados queden encargados de administrar la marcha de Rusia hacia la econom¨ªa de mercado.
Otra circunstancia importante, que, aun cuando no directamente vinculada a la situaci¨®n rusa, ha influido sin duda en el ¨¢nimo de Yeltsin, ha sido la victoria del Partido Laborista Democr¨¢tico de Lituania (PLDL) en las primeras elecciones que se celebran tras la independencia de la mayor de las rep¨²blicas b¨¢lticas. El PLDL, liderado por Algirdas Brazauskas, surge de una escisi¨®n en 1989 del PCUS, pero ha ido derivando hacia posturas socialdem¨®cratas y nacionalistas. El revolc¨®n del padre de la independencia lituana Vitautas Landsbergis, es un mensaje electoral muy claro: sin solucionar las cuestiones econ¨®micas, las reivindicaciones pol¨ªticas pasan a un segundo plano. Un solo dato da idea de la cat¨¢strofe: la producci¨®n industrial lituana se ha reducido casi a la mitad en lo que va de a?o. El resultado electoral es un claro ¨ªndice de que la ciudadan¨ªa opta por el pragmatismo de izquierdas que representa el PLDL ante la incapacidad del Gobierno de solucionar la crisis econ¨®mica.
Yeltsin se encuentra en una situaci¨®n de bancarrota similar, con una oposici¨®n emergente -probablemente sin un programa tan definido como el de los ex comunistas lituanos-, perturbadora de sus planes. Con unos muy importantes contenciosos con rep¨²blicas como Georgia o Tayikist¨¢n, con un Ej¨¦rcito que se siente marginado, cuando no directamente rechazado. A ello hay, que a?adir el complicado proceso que se sigue en Mosc¨² al PCUS, un empe?o poco comprensible desde las coordenadas occidentales, puesto que jueces, testigos, acusadores y defensores han militado en el partido ahora juzgado.
Corren tiempos muy dif¨ªciles para todo el conjunto de la CEI, pero muy especialmente para ese inquietante l¨ªder ruso, capaz a la vez de salir a la calle en defensa de la fr¨¢gil democracia amenazada por un intento de golpe de Estado, en agosto de 1991; disolver la principal fuerza de la oposici¨®n; mantener una lucha constante con Gorbachov; propiciar un juicio hist¨®rico a las ra¨ªces inmediatas de toda la clase dirigente, incluido ¨¦l mismo, o amenazar con gobernar directamente por decreto eludiendo al Parlamento.
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