Las cenizas de la revuelta
La pobreza y la violencia se extienden en los barrios de las grandes ciudades
El miedo est¨¢ hundiendo los centros urbanos de muchas ciudades norteamericanas. El miedo a los delincuentes, cuyo n¨²mero crece con la pobreza; el miedo al conflicto racial, m¨¢s pr¨®ximo en las calles del centro que en las de los barrios residenciales. Un miedo que qued¨® iluminado por los incendios del mot¨ªn que la pasada primavera prendi¨® en Los Angeles, alimentado por materiales tan diversos como el resentimiento social, la discriminaci¨®n o la crisis econ¨®mica. La revuelta sacudi¨® la conciencia del pa¨ªs en un a?o electoral y qued¨® reflejada en los programas de los candidatos.
Los centros urbanos de Nueva York, Filadeldia, Detroit, Chicago, Dallas o Los ?ngeles han sufrido una transformaci¨®n a lo largo de los ¨²ltimos a?os. La recesi¨®n econ¨®mica ha cerrado muchos comercios, ha hecho descender el precio de las viviendas mientras aumentaba el n¨²mero de parados y mendigos. El desplazamiento de un sector de la clase media blanca a las zonas residenciales que rodean las principales urbes ha convertido los centros urbanos en ciudades fastasnias cuando termina la actividad laboral.Los sectores m¨¢s pobres, en general negros, hispanos o minor¨ªas reci¨¦n inmigradas, forman el grueso de los trabajadores del sector de servicios, con sueldos bajos y empleos precarios, que han ido ocupando los barrios urbanos que m¨¢s han sufrido la recesi¨®n econ¨®mica. Ese c¨ªrculo de pobreza tiene su reflejo en el de terioro de las viviendas, de las escuelas p¨²blicas, de la asistencia sanitaria o de la seguridad ciudadana, formando un remolino que arrastra al fondo de la sociedad a los m¨¢s d¨¦biles.
Pero los problemas no son s¨®lo econ¨®micos. Las ciudades deben hacer frente a problemas hasta hace poco impensables. En Los ?ngeles, por ejemplo, seg¨²n estad¨ªsticas oficiales, s¨®lo el 50,1% de los ciudadanos habla ingl¨¦s en sus hogares, una cifra que era del 60,9% en 1980. Esa diversidad ¨¦tnica, ling¨¹¨ªstica que desaf¨ªa la enorme capacidad de integraci¨®n que tiene Estados Unidos, supone un reto dif¨ªcil de afrontar para el sistema educativo p¨²blico y para la formaci¨®n profesional de los emigrantes y de sus hijos.
El abandono de la escuela, muy alto entre las minor¨ªas que no son de habla inglesa, es un paso hacia la marginaci¨®n y la delincuencia. El tr¨¢fico de drogas, que ha crecido de forma espectacular en los ¨²ltimos veinte a?os, con su secuela de robos, asesinatos, dinero f¨¢cil, recluta su tropa entre ese inmenso ej¨¦rcito de parados. La violencia en la que se debate ese sector de la sociedad abre un abismo todav¨ªa mayor entre las capas pobres y la gran clase media que forma la mayor¨ªa de este pa¨ªs, y que disfruta de una gran calidad de vida.
La distancia entre esos dos mundos, grande en las oportunidades que ofrece cada uno y breve en la distancia f¨ªsica que les separa, tiene su mejor ejemplo en Washington, la capital, una de las ciudades m¨¢s bellas de Estados Unidos. "Washington es la capital del crimen de la naci¨®n. Cuando sus ni?os llegan al quinto o sexto curso (a los 10 u 11 a?os), el 31% de ellos ha visto un tiroteo, el 43% ha visto un atraco, el 67% ha visto comprar y vender droga y el 75% ha visto un arresto".
Estos datos, entresacados del programa del candidato independiente Ross Perot, reflejan la situaci¨®n de los barrios de poblaci¨®n negra situados a poca distancia del Capitolio y a no mucha distancia de la misma Casa Blanca. Pero Washington tambi¨¦n es una ciudad de parques, museos, monumentos, grandes avenidas y barrios residenciales y pac¨ªficos habitados por una solvente clase media.
Pocos metros separan la Norteam¨¦rica acomodada, a veces opulenta, de la miseria urbana que se debate en la sorda violencia de la discriminaci¨®n y la m¨¢s expl¨ªcita de la delincuencia. Una situaci¨®n que a veces explota -lo hizo en los sesenta tras el asesinato de Mart¨ªn Lutero King-, como ocurri¨® el pasado mes de mayo en Los ?ngeles, tras la absoluci¨®n de unos polic¨ªas blancos que hab¨ªan maltratado, de forma brutal, a un conductor negro.
Tanto el presidente George Bush como el candidato dem¨®crata Bill Clinton o el millonario tejano Ross Perot han presentado planes para mejorar la situaci¨®n de los habitantes de los guetos urbanos. El dem¨®crata y el independiente han puesto el ¨¦nfasis en la reforma de la educaci¨®n y la asistencia social. El republicano, en las exenciones fiscales para revitalizar la econom¨ªa de esos barrios. Pero los tres coinciden en aumentar el n¨²mero de polic¨ªas y las medidas represivas para combatir la delincuencia.
Clinton quiere dedicar m¨¢s dinero a la educaci¨®n preescolar, a la formaci¨®n profesional, a los planes de rehabilitaci¨®n urbana, y apoya la creaci¨®n de zonas de menor tributaci¨®n para empresas en ¨¢reas deprimidas. El candidato dem¨®crata quiere poner un l¨ªmite a los sistemas de subsistencia y obligar a las personas que se acojan a los programas de ayuda a coger, al cabo de dos a?os, un empleo en el sector privado o prestar un servicio p¨²blico.
Para combatir la delincuencia, Clinton quiere sacar a la calle a 100.000 polic¨ªas m¨¢s, y para que esa tropa no le cueste m¨¢s dinero al contribuyente quiere que est¨¦ formada, en parte, por j¨®venes becarios universitarios que devuelvan con ese servicio los pr¨¦stamos que les facilit¨® el Estado.
El Partido Republicano, que lleva gobernando el pa¨ªs 12 a?os considera que el problema de los centros urbanos no se soluciona s¨®lo invirtiendo en los sistemas p¨²blicos. George Bush se ha mostrado decidido partidario de dar subvenciones a las familias pobres para que compren viviendas, de conceder cheques escolares para que puedan llevar a sus hijos a colegios privados o de otorgar cheques m¨¦dicos para que les atienda la medicina privada.
Esa pol¨ªtica de subvenciones se combina con propuestas de exenciones fiscales para las empresas que inviertan en las zonas deprimidas. Su propuesta de lucha contra la delincuencia pone especial ¨¦nfasis en la protecci¨®n de los m¨¢s j¨®venes, que cada d¨ªa ingresan a menor edad en las filas de los delincuentes.
El programa del independiente Ross Perot es poco concreto, aunque subraya su inter¨¦s en la educaci¨®n y la lucha contra la delincuencia. El millonario tejano ha dirigido, a petici¨®n de las autoridades de Dallas (Tejas), varios programas que inclu¨ªan la reforma del sistema educativo y la lucha contra el tr¨¢fico de estupefacientes que, aunque no tuvieron un ¨¦xito espectacular, significaron mejoras en la situaci¨®n local.
Theodore H. White, el autor del libro C¨®mo se fabrica un presidente, se?ala que el elemento que m¨¢s une a la sociedad norteamericana es la cultura de la esperanza, de la fe en un ma?ana mejor, m¨¢s pr¨®spero. La cohesi¨®n social de un pueblo formado por oleadas constantes de inmigrantes, llegados de pa¨ªses de todo el mundo, se pone a prueba cuando el horizonte se cierra para determinados grupos sociales que se ven condenados a la marginaci¨®n y a la pobreza end¨¦mica.
La crisis urbana y la tensi¨®n racial que atraviesa como una corriente profunda las relaciones sociales son aspectos que apenas han salido a la superficie en estas elecciones presidenciales. Pero la ansiedad que ambos problemas generan en la sociedad queda re flejada en la voluntad de cambio que se percibe en el electorado norteamericano, en el malestar de la sociedad con el Gobierno del republicano George Bush.
Las cenizas de la revuelta de Los ?ngeles hace meses que han sido barridas por el viento que sopla en South Central, uno de los barrios m¨¢s castigados de la ciudad californiana y ejemplo de otros muchos del pa¨ªs. Pero quedan todav¨ªa demasiadas cenizas bajo la moqueta de la sociedad norteamericana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.