Lectura y reforma
A LA espera de un informe m¨¢s detallado sobre los resultados que han obtenido los escolares espa?oles en un estudio internacional sobre la lectura, realizado durante el curso 1990-1991 y publicado el pasado 28 de octubre, llama poderosamente la atenci¨®n la con tradicci¨®n que supone el que la capacidad lectora de los alumnos espa?oles sea, por comparaci¨®n con los de otros pa¨ªses, relativamente peor en el octavo que en el cuarto curso de la EGB. Sin otros elementos de an¨¢lisis por el momento, parece obligado concluir que un sistema educativo que padece tal s¨ªntoma requiere una reforma urgente.Una primera explicaci¨®n al curioso fen¨®meno que representan los resultados conocidos puede encontrarse en una temprana disminuci¨®n de la necesaria tensi¨®n en la ense?anza sistem¨¢tica de las t¨¦cnicas fundamentales del aprendizaje, entre las que la lectura ocupa un lugar primordial. Seguramente esto se debe a que se da por supuesto demasiado pronto que el alumno domina la lectura para poder pasar cuanto antes a la etapa de una ense?anza m¨¢s especializada. Lo malo es que lo que sucede con la lectura puede producirse tambi¨¦n con otros dos pilares tradicionales del aprendizaje: la escritura y el c¨¢lculo.
Abrumados por las cr¨ªticas que se vertieron desde el primer momento contra el ciclo superior de la actual EGB (de sexto a octavo cursos -de 12 a 14 a?os-), puede que muchos profesores hayan sucumbido a la tentaci¨®n de convertir esa etapa educativa en un mal remedo del antiguo bachillerato elemental. Es curioso, adem¨¢s, que la concentraci¨®n en ese nivel educativo de un elevado porcentaje de los profesores que tienen la doble condici¨®n de maestros y licenciados puede haber jugado, parad¨®jicamente, en contra de los objetivos que buscaba la Ley General de Educaci¨®n de 1970 con la creaci¨®n de ese ciclo formativo. Se pensaba entonces (y el argumento sigue siendo v¨¢lido ahora con la LOGSE) que era conveniente retrasar el comienzo de la ense?anza especializada en beneficio de un periodo m¨¢s amplio para la educaci¨®n comprensiva.
En casi todos los pa¨ªses se oyen los m¨¢s negros presagios cada vez que una reforma educativa camina en la direcci¨®n apuntada. Si, adem¨¢s, esas reformas coinciden con un progresivo aumento de las clases sociales que acceden a la educaci¨®n, se refuerza el argumento de los que afirman que esa doble circunstancia deviene fatalmente en un descenso de los contenidos culturales. Pero si hay que evitar siempre la generalizaci¨®n, la precauci¨®n en el an¨¢lisis es m¨¢s necesaria cuando se pone el ¨¦nfasis en el aumento de los ¨ªndices del llamado "fracaso escolar", sobre todo cuando se refiere al complejo mundo de la adolescencia.
Por ello es l¨®gico que muchos de los analistas de la reforma educativa que acaba de emprenderse en Espa?a coincidan en que sus resultados van a depender del grado de acierto con que se planteen los objetivos y, sobre todo, la metodolog¨ªa de la nueva ense?anza secundaria: la etapa comprendida entre los 12 y los 16 a?os de edad y que sustituye a parte del ciclo superior de la EGB y del actual bachillerato.
En cualquier caso, lo que nunca deber¨ªa perderse de vista es que el periodo de la escolaridad obligatoria debe perseguir un doble objetivo: proporcionar a los ciudadanos una cultura b¨¢sica y, al mismo tiempo, un perfecto dominio de las herramientas que le van a ser indispensables para ampliar, si lo desea, su formaci¨®n en los niveles superiores del sistema educativo. Parece claro que el viejo lema "aprender a aprender", por muy t¨®pico que resulte, adquiere todo su sentido cada vez que se cuestiona el para qu¨¦ de la escuela.
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